GPT-5 choca con las emociones

Cómo puede ser que un modelo como GPT-5, presentado como de “nivel licenciado universitario” provoque tantas reacciones negativas? Su lanzamiento ha abierto una herida emocional inesperada: la de los usuarios que vieron desaparecer al GPT-4o, el modelo con el que habían establecido una relación que en muchos casos era peligrosamente afectiva. Entramos en lo que se conoce como diseño emocional.

El éxito de móviles, microondas, coches y tostadoras no solo es cuestión de tecnología o de diseño, sino también de emociones. Quizás mi tostadora no sea la más avanzada del mercado y a menudo tenga que estar pendiente de que no me queme el pan. Pero es la mía y hace veinte años que me tuesta el pan cada mañana. Establecemos vínculos emocionales con los objetos, y esto hace que los percibamos como mejores. En esto, la IA, por avanzada que nos parezca, es exactamente igual que una tostadora.

Si la IA no tiene en cuenta las emociones de las personas, no será tan inteligente

En OpenAI han tardado tres años en darse cuenta, hasta que no han sacado el GPT-5 y han hecho desaparecer el resto de modelos. Especialmente llorada ha sido la muerte del GPT-4o. El mundo, que OpenAI tomó como su laboratorio, no es pasivo: está poblado por inteligencias humanas. Con sus emociones correspondientes.

Un producto como ChatGPT, que forma parte del día a día, que inspira confianza e incluso hace compañía (de manera preocupante, demasiada gente lo utiliza como psicólogo), facilita la creación de vínculos emocionales. No es exclusivo de la IA (todos conocemos a hombres enamorados de sus coches), pero es más fácil establecer una relación emocional con un sistema que escribe y se te dirige por el nombre que con un Cupra.

Ante tanta emoción –y una revuelta de usuarios– Sam Altman, el ejecutivo jefe de OpenAI, entonó el mea culpa: escuchaba el clamor de los usuarios y trataría de resolverlo. Y GPT-4o resucitó.

Desde el punto de vista de la ingeniería, GPT-5 representa un avance real: más palabras procesadas, menos alucinaciones y, sobre el papel, más eficiente. Este nuevo modelo no parece un salto cualitativo, pero sí cuantitativo en la línea de reducir los costes de computación. OpenAI lo necesita si no quiere seguir perdiendo aún más dinero.

Pero ni la frialdad de los indicadores en tests ni la exigencia financiera pueden pasar por delante de la experiencia humana. GPT-5 no ha fracasado técnicamente, sino socialmente.

En una intervención inusual, Altman admitió que la burbuja de la IA está a punto de estallar. Creo que tiene toda la razón. Pero se equivoca si cree que solo vendrá por las expectativas del mercado: vendrá por las sobreexpectativas de las personas en la IA y por la ignorancia de la IA de que los humanos tenemos emociones y, en general, somos tercos.

Quienes prometían una inteligencia artificial general se han topado con una inteligencia emocional elemental.

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