De no ser ambicioso –dicho sin prejuzgar, solo como constatación–, Greg Abel no se encontraría con un papelón.
Cualquier ejecutivo que se precie sueña con llegar a ser el jefe de la compañía. Abel se ha esforzado para lograr esa meta, pero a sus 62 años se enfrenta no tanto al reto, por grandes que sea, de asumir una compañía gigantesca como a la alargada sombra del que le cede el testigo. Su mayor desafío consiste en sustituir a quien ha de sustituir.
Ganó una beca para la Universidad de Alberta por su trabajo en una empresa rellenando extintores
Siempre va estar ahí la referencia del empresario e inversor Warren Buffett.
El carisma y sabiduría del gran inversor, su cordialidad, según sus vecinos en el barrio del oeste de Omaha (Nebraska) donde tiene su casa, sus dotes de mando amables y su humanidad, nunca eclipsada por su fortuna (llegó a ser el hombre más rico del mundo), confieren una forma de ser que han convertido en leyenda al director ejecutivo de Berkshire Hathaway, una empresa textil en crisis cuando la cogió hace más de seis décadas para transformarla en un conglomerado de negocios que abarca un amplio impacto social en Estados Unidos, de los seguros a los ferrocarriles, y en un fenómeno cultural.
El llamado oráculo de Omaha , que cuenta ya con 94 años, anunció en su última convocatoria que “ha llegado el momento” de su retirada, aunque se mantendrá como presidente honorífico. Abel era su elegido y la junta lo ratificó como el nuevo CEO a partir del próximo 1 de enero.
En sus primeras declaraciones, Abel hizo una promesa de alto voltaje. “Voy a mantener la reputación de Berkshire”, afirmó. “Es realmente la filosofía de inversión y cómo Warren y su equipo han asignado capital durante los últimos 60 años. En verdad esto no cambiará. Es el enfoque que adoptaremos a medida que avancemos”, reiteró.

ABEL
Hasta la fecha ha sido un número dos discreto, tampoco es fácil proyectarse al lado de alguien tan exuberante e influyente como Buffett, pero cuenta con su bendición y eso es una gran carta de respaldo.
Nacido y crecido en Edmonton, en las praderas de Canadá, Abel era casi un bebé cuando Warren Buffett empezó su andadura en Berkshire. Su familia residía en un barrio de clase trabajadora. Su padre era un vendedor que jugó a hockey hielo varias temporadas como profesional.
Desde la adolescencia aprendió la disciplina del esfuerzo. Desempeñó diversas ocupaciones, como repartir folletos publicitarios por las casas, limpiar botellas desechadas y canjearlas por dinero, colaborar con una compañía de producción forestal o rellenando extintores de incendios. Fue en este trabajo, en la empresa Levitt Safety, en la que se ganó una beca para ir a la Universidad de Alberta. En este campus se graduó en negocios y contabilidad en 1984.
Su primer contrato fue en PricewaterhouseCoopers, de donde saltó a CalEnergy, compañía de electricidad geotérmica que luego pasó a denominarse MidAmerican Energy.
Su primer encuentro con Buffett se produjo en 1999 precisamente gracias a esa sociedad de servicios públicos radica en Des Moines (Iowa). Berkshire invirtió en MidAmerica. A partir de aquí, Abel y su antiguo jefe, David Sokol, contribuyeron a construir lo que sería Berkshire Hathaway Energy a través de una serie de adquisiciones.
Todo esto llevó a que Buffett le nombrara en el 2018 máximo responsable de todas las operaciones del conglomerado no relacionadas con los seguros. Lo ascendió a vicepresidente y miembro de la junta.
Buffett ya dio todas las señales en el 2021 de que Abel debía ser su sucesor.
“Será más exitoso de lo que yo he sido. Si dijera lo contrario me crecería la nariz”, sostuvo en el 2023 el oráculo de Omaha en otra más de sus reconocidas predicciones. Se espera que Abel asuma un rol de gestión más práctico que el gran referente en el conjunto de empresas de Berkshire.
“Tiene una visión muy positiva de la vida y se centra en compartir y enseñar”, sostuvo Abel al definir a Buffett, cuya sombra es un estímulo y, tal vez, una oscuridad.