Historia de las reuniones entre Putin y Trump: unos precedentes poco halagüeños

La primera vez que Donald Trump y Vladímir Putin se vieron, el mundo era otro.

Nadie había oído hablar del covid-19, Reino Unido todavía formaba parte de la UE y Volodímir Zelenski solo era un humorista televisivo que despotricaba contra la corrupción gubernamental.

Era julio del 2017, y los dos mandatarios mantuvieron un aparte de más de dos horas durante una cumbre del G-20 en la ciudad alemana de Hamburgo. Trump estaba acompañado por su entonces secretario de Estado, Rex W. Tillerson, mientras que Putin estaba con su ministro de Exteriores, el incombustible Sergei Lavrov. Además, cada uno iba con su intérprete. Aquella reunión llegaba en un momento delicado para el presidente estadounidense: la prensa se había enterado de que, durante la última campaña electoral, su equipo se había entrevistado con emisarios rusos en Nueva York para obtener información comprometedora sobre Hillary Clinton.

¿De qué hablaron Trump y Putin en Hamburgo? Difícil saberlo: terminado el aparte, el republicano se quedó con las notas de su intérprete y le dijo que no informara a nadie del contenido de la charla. El mismo día, en la cena de líderes del G-20, Trump se reunió de nuevo con Putin, pero esta vez sin nadie más por parte estadounidense. La Casa Blanca no confirmó ese encuentro informal hasta más de diez días después.

Experiencias previas

Las anteriores reuniones dibujan un escenario inquietante de cara a la cumbre de Alaska, donde se hablará de Ucrania

Esta opacidad se convertiría en una constante en las relaciones entre Trump y Putin. Desde aquella primera reunión en Hamburgo, cada encuentro entre los dos líderes ha estado rodeado de misterio. Un historial inquietante de cara a la cumbre bilateral de mañana en Alaska, donde los dos mandatarios abordarán nada menos que el posible final de la guerra en Ucrania.

El segundo cara a cara entre Trump y Putin también tuvo lugar en el 2017, en septiembre. Fue en Da Nang, Vietnam, en el marco del Foro de Cooperación Asia-Pacífico. Los dos presidentes no habían programado de antemano ninguna reunión formal, pero buscaron un momento para conversar. ¿Sobre qué? No se sabe. De lo que sí se tiene constancia es que, meses después, Trump llamó a Putin para felicitarle por su victoria en unas elecciones marcadas por las sospechas de fraude, contraviniendo el consejo de sus asesores.

Y luego llegó la cumbre más famosa de todas: la de Hesinki, en julio del 2018. El encuentro se celebró en medio de fuertes tensiones entre Moscú y Washington: la ocupación rusa de Crimea y Donbass, la guerra de Siria y la salida de EE.UU. del pacto nuclear iraní enrarecían un ambiente ya de por sí cargado por las investigaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses en torno a la injerencia de Moscú en las elecciones del 2016. En esta ocasión, y a diferencia de lo sucedido en Hamburgo, Trump y Putin se reunieron solo acompañados por sus intérpretes: ningún alto cargo pudo presenciar el encuentro. Tras conversar durante más de dos horas, ambos mandatarios comparecieron ante la prensa, y el presidente estadounidense sorprendió a todos al apoyar a su homólogo ruso en la polémica sobre las interferencias electorales. “El presidente Putin dice que no es Rusia. No veo ningún motivo por el que debería ser así”, dijo Trump, echando por tierra las conclusiones de sus propias agencias de inteligencia, que acusaban al Kremlin de haber orquestado una campaña en contra de Clinton.

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Trump y Putin, en la cumbre de Helsinki del 2018

ALEXEY NIKOLSKY / AFP

Aquellas declaraciones causaron un gran revuelo en la opinión pública estadounidense. Incluso los republicanos se llevaron las manos a la cabeza: el senador John McCain, azote habitual del magnate, habló de “actuación vergonzosa”. Poco después, en noviembre de ese mismo año, Trump y Putin volvieron a encontrarse en el G-20 de Buenos Aires. Mantuvieron una charla informal durante la cena de gala. Y, una vez más, no trascendieron detalles de la conversación.

Teniendo en cuenta estos precedentes, es comprensible el nerviosismo en torno a los posibles resultados de la cumbre de Alaska, donde está previsto que ambos líderes conversen solo en compañía de sus intérpretes.

Un viejo halcón republicano como es John Bolton, que fue Consejero de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Trump, ya ha dicho que la reunión de mañana le recuerda a la de Helsinki: “El formato individual proporciona exactamente el tipo de terreno de juego que Putin necesita”, escribía esta semana en eldiario Daily Telegraph . “Putin claramente espera aplicar su entrenamiento de la KGB a Trump, convirtiéndolo en su herramienta involuntaria”, agregaba el diplomático.

El mundo es otro, pero la relación entre los dos líderes parece que no ha cambiado.

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