
Un gran jurado de Maryland ha imputado este jueves a John Bolton, exconsejero de seguridad nacional durante el primer mandato de Donald Trump y hoy uno de sus mayores críticos. La acusación formal, a petición del Departamento de Justicia, llega dos meses después de que el FBI registrara su casa en Maryland y su oficina en Washington en busca de documentos clasificados que podría haber confiscado durante sus años en el Gobierno, del que dimitió en el 2019 después de desencuentros con el presidente Trump.
La acusación, de 18 cargos, sostiene que Bolton usó una cuenta de correo electrónico para enviar notas de “diario” sobre sus actividades cotidianas en la Administración a personas de su entorno. Muchas de esas notas contenían “información de defensa nacional”, incluidos detalles de alto secreto, según la acusación. Estos correos habrían sido posteriormente hackeados por una persona vinculada al gobierno de Irán.
Trump, que pidió expresamente su persecución judicial, junto con las del exdirector del FBI, el ya imputado James Comey, y la fiscal general de Nueva York, la también acusada Letitia James, ha reaccionado en directo a la noticia desde la Casa Blanca. “Creo que es una mala persona”, ha afirmado sobre su adversario político. “Creo que es un mal tipo”, ha insistido.
Más allá de lo que finalmente determine la justicia, el caso de Bolton evidencia cómo el presidente está llevando a cabo durante su segundo mandato una persecución judicial explícita de todos aquellos enemigos que ha ido granjeando a lo largo de su década en el primer plano de la política estadounidense.
Para esta acusación, sin embargo, hay más evidencia que en las de los otros dos críticos de Trump. Durante su registro en agosto, los agentes incautaron varios documentos marcados como “clasificados”, “confidenciales” y “secretos” en la oficina de Bolton, según documentos judiciales que fueron revelados en los últimos meses. Algunos de esos documentos eran relativos a armas de destrucción masiva, “comunicaciones estratégicas” nacionales y la misión de EE.UU. ante las Naciones Unidas, informó la agencia Associated Press.
La imputación llega después de la acusación formal el mes pasado contra el exdirector del FBI, Comey, acusado de haber dado un falso testimonio al Congreso sobre la trama que vinculó a la campaña de Trump con Rusia, y contra la fiscal general de Nueva York que imputó a Trump, James, acusada de fraude bancario y falsedad documental. Los dos negaron las acusaciones y acusaron al presidente de perseguir a sus opositores, pues ambos procesos fueron presentados en un tribunal federal de Virginia por un fiscal designado por Trump, después de que otros fiscales abandonaran sus casos por la falta de evidencia.
La acusación, de 18 cargos, sostiene que Bolton envió información de alto secreto a través de una cuenta de correo electrónico
El caso de Bolton, que también niega las acusaciones, se remonta al final del primer mandato de Trump, cuando en el 2020 su departamento de Justicia abrió una investigación penal por supuestamente haber filtrado información sensible y clasificada a la prensa y otras partes interesadas.
Esa investigación se cerró sin cargos en el 2021, durante la Administración de Joe Biden. Sin embargo, volvió a cobrar impulso en esos años, después de que la inteligencia estadounidense reuniera nueva información que podía suponer prueba suficiente para su acusación.
El día de la investidura de Trump, el pasado 20 de enero, el presidente firmó una orden ejecutiva con la que retiró las credenciales de seguridad de cerca de 50 antiguos altos cargos de su primer Gobierno, incluido Bolton. También ordenó retirar la escolta a su exconsejero, a pesar de que había recibido amenazas de muerte desde Irán. Ahora Bolton vuelve a ser investigado, y en el caso se incluyen también sus acciones en los últimos cuatro años.
Considerado un “halcón” de la política exterior, alejado de la visión aislacionista del America First de Trump, Bolton fue también embajador de Estados Unidos ante la ONU. Como explicó en una entrevista con La Vanguardia, tuvo dificultades para condicionar la política exterior del presidente, a quien critica con frecuencia por sus métodos autoritarios y su manejo de la política exterior. Recientemente, ha estado entre sus mayores opositores dentro del mundo conservador, especialmente por su acercamiento al presidente ruso Vladimir Putin.