India busca a dos grafiteros españoles por vandalizar vagones de metro en Delhi y Jaipur

India es enorme y sus problemas mayúsculos, pero los dioses están en los detalles. A finales de julio, vagones del metro de Delhi y de Jaipur -a 300 kilómetros- aparecieron vandalizados con grafitis, en noches consecutivas. Este martes, las principales cabeceras indias publican que el caso habría sido resuelto y que los sospechososo son dos turistas españoles. 

Según la policía, los presuntos responsables escaparon de India en avión al día siguiente de cometer su segunda acción vandálica. O artística, según el punto de vista. Aun así,  el cuerpo ha anunciado que buscará una orden de detención, en caso de que regresen. 

Los indios no ven, literalmente, a sus conciudadanos menos favorecidos que al amanecer defecan en las vías, a falta de un lugar mejor. En cambio les choca esta forma de expresión foránea -entre el arte urbano y la gamberrada egocéntrica- que en otras partes del mundo es casi invisible de tan frecuente. Además, el metro de Delhi -que hace 22 años no existía y hoy cuenta con 237 estaciones- es un símbolo de modernidad y motivo de orgullo para sus habitantes, que en sus estaciones y trenes hacen gala de un civismo que no siempre se extiende a la vía pública.

Pero muchos están más enfadados por los fallos de seguridad puestos en evidencia por los grafiteros que por su acción en sí. De hecho, los comentarios a la noticia, en portales digitales de Jaipur, eran mayormente elogiosos con el resultado artístico. En la ciudad del Rajastán se hablaba al principio de un solo desaprensivo, enmascarado, que habría aprovechado rincones no cubiertos con cámaras de vigilancia en la estación terminal de Mansarovar, que también sirve de cochera. 

”Ataque grafitero en zona de Alta Seguridad. ¡Intrusos en el Metro de Jaipur!”, titulaba un medio local. Pero algún comentarista se felicitaba de que el metro de Jaipur -que al cabo de diez años, solo tiene una línea en funcionamiento, con once estaciones- “al fin sirva para algo”. Otros agradecen que el artista anónimo haya puesto de manifesto la falta de vigilancia. Algo imperdonable en una sociedad que hace un par de décadas sufrió más de media docena de atentados en trenes. 

Cochera de Delhi

Los grafiteros iban provistos de cuerdas para escalar un muro de casi cinco metros

No obstante, el lapsus de seguridad que definitivamente puso en alerta a la policía fue el observado en la capital. Los intrusos habrían accedido a la cochera de trenes de la estación de Yamuna Bank, pasada la medianoche. Primero habían tenido que superar un muro de tres metros, encaramándose a un árbol, para cruzar una zona boscosa de acceso restringido. A continuación, escalaron con cuerdas el muro de la cochera, de casi cinco metros de altura. 

Una vez dentro, y hasta el alba, dieron rienda suelta al espray, sobre vagones y sobre el mismo muro, trazando “triángulos” y “círculos”, según una crónica, antes de darse a la fuga minutos antes de la apertura de la estación. El carácter solitario de la zona, en la otra orilla -no turística- del Yamuna, habría facilitado las pesquisas de la policía.

Esta habría logrado aislar cuatro números de teléfono móvil -dos extranjeros y dos indios-  en esa hora y lugar. Uno de los números indios pertenecía a una tarjeta comprada pocos días antes por un extranjero en Gole Market. El otro era de un chófer de triciclo motorizado -luego localizado e interrogado- que llegó a los dos turistas españoles hasta un hotelito del barrio mochilero de Paharganj. Veinticuatro horas más tarde tomaron un vuelo internacional en el aeropuerto de Delhi, donde se les pierde la pista. 

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Vagón del metro de Delhi fabricado en el este de Alemania por Bombardier, embarcado en un Antonov ruso en 2009, rumbo a India

Getty

Los agentes estudian la posible relación del caso con otro parecido, de hace tres años, en el que la vandalización del metro corrió a cargo de grafiteros italianos vinculados a movimientos internacionales. La policía india está al corriente de estas tendencias, pero ha buscado en vano en las redes alguna reivindicación del acto. 

Tampoco ha difundido el nombre de los sospechosos, pero la firma que parece leerse en el vagón de Jaipur, Choke (o Chok), también se encuentra -aunque con otros rasgos- en España, donde hay portales especializados en documentar y difundir este tipo de grafitis sobre el parque rodante. 

La policía india dice saber quiénes son y que aterrizaron en Delhi el 16 de julio, antes de desplazarse a Jaipur al cabo de unos días. Horas después de cometer su fechoría regresaron a Delhi, el 23, antes de dar un nuevo golpe de efecto, todavía mayor y, horas después, embarcar, presumiblemente de regreso a España (aunque no hay vuelos directos).  

Las fuerzas del orden aclaran que no pueden contactar directamente a la embajada de España para recabar ayuda y que lo máximo que pueden hacer es solicitar al ministerio del Interior indio que lo haga, si lo considera oportuno. Pero confían en que la orden de detención disuada el retorno de estos artistas del espray, así como los planes de otros imitadores. 

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