Es el destino, llevarlo en la sangre y el camino elegido, todo a la vez. Josep Maria Martí (Sabadell, 1962) se puso el 1 de enero al frente de Moventia, grupo familiar de movilidad pública y privada que conoce desde niño. Su abuelo montó la empresa, su padre le siguió y ahora ha cogido la presidencia de las manos de su hermano Miquel. Otro paso en una carrera volcada en el transporte.
Moventia, con sede en Sant Cugat, es centenaria. “El reto es seguir creciendo”, dice, tanto orgánicamente como con compras para consolidar el negocio y garantizar su supervivencia. Atentos a oportunidades dentro y fuera de España. Martí lidera una compañía con presencia en siete países, unos 7.400 trabajadores y una previsión de cierre del 2024 cercana a los 1.000 millones facturados, un salto importante desde ejercicios previos. La estructura se divide en Moventis, de movilidad colectiva y que opera líneas de buses regulares, discrecionales, tranvías o bicis, entre otros; y Movento, de movilidad privada, con concesionarios y talleres.
Su trayectoria va íntegramente ligada a la familia y la empresa. Aunque el entorno siempre tiraba a ello, se confiesa un “enamorado del transporte público”. “Con la familia el terreno estaba abonado… pero me he dedicado a lo que me gusta, por lo que tengo pasión”. Tercero de cuatro hermanos, “aprendí día a día lo que era ser empresario. Te van llegando el legado, los valores, los compromisos, la expectativa… Lo vas viviendo y te vas empapando. Te van conduciendo y te dejas conducir”, explica. Tocó Moventia desde joven. A los 14 años empezó a pasar los veranos en los talleres, mano a mano con los mecánicos. Luego vivió otros en la gestión, revisando números con su padre. “Mi obsesión siempre ha sido ganarme las cosas por mí mismo, no por ser hijo de”, plantea. Ahora la presidencia “es un honor y responsabilidad”, dice. Quiere dar un toque personal, a la vez que replicar lo hecho bien hasta ahora.

Josep Maria Martí, caricaturizado por Gusi Bejer
Su preparación para el puesto viene de lejos. Es ingeniero de caminos por la UPC, siguiendo el sueño de su padre. “Ya en la carrera tenía la idea de trabajar en la empresa”, apunta. Luego quiso hacer un máster en EE.UU., pero una angina de pecho del padre en 1984 aceleró un relevo. “Mi madre lo protegió y durante años no se pudo hablar de trabajo en casa. Mi hermano Miquel tomó las riendas y ella me pidió que lo ayudara. Le hice caso y me quedé”, relata. En 1987 se integró del todo en la empresa. Desde entonces, Moventia y él, unidos. Durante años se fue reportando a los dos hermanos, “para conocer bien las dos divisiones y ser polivalentes”. Luego se centró en la rama de movilidad colectiva, Moventis. Allí vivió, 2010 en adelante, la internacionalización: hoy se llega de Arabia Saudí a Perú. Además de la presidencia sigue como consejero delegado de Moventis, si bien las grandes funciones las ha tomado un ejecutivo.
La empresa, presente en siete países, ronda los 1.000 millones de euros de facturación
Martí también es diplomado en ADE por la Universidad de Navarra, IESE. Y para no perder velocidad no deja de formarse. Cursos, cursos y cursos. “De comunicación, de liderazgo…”. También ser parte de asociaciones del sector o de directivos “enriquece mucho”. En la familia hay un mensaje de trabajo, legado, dedicación y de hacer las cosas en consenso, juntos, que quiere mantener. En Movento ya está integrada la cuarta generación, con Miquel Martí Pierre, su sobrino, al frente de Movento. Y está asegurada por su lado con su hija mayor, ingeniera y en pleno MBA, a quien ve en la empresa en el futuro. La del medio ha ido a la alta costura y el pequeño, Pepe Martí, al motor… como piloto. Hoy en la Fórmula 2, los fines de semana son para sus carreras. Antes los dedicaba a esquiar, pasión que le nació a finales de los sesenta cuando su padre le descubrió La Molina. Casado con Montse desde 1992, “la familia ha aceptado muchas veces que la empresa iba primero”, reconoce.
El futuro de la empresa lo ve siempre ligado a la movilidad. “El reto de la supervivencia pasa por ser capaces de adaptarnos a los cambios”, señala. “Veo un futuro descarbonizado, aprovechando la electrificación, pero también el hidrógeno, el biometano u otras fuentes de energía”. A por más, sin pisar el freno.