
La política lingüística en Italia también se hace con los carteles de las calles. En Merano, una tranquila ciudad de la provincia autónoma de Bolzano, famosa por sus termas y sus mercados navideños, las indicaciones toponímicas tienen este orden: primero el alemán y luego el italiano. Cada diez años, en todo Tirol del Sur (o Alto Adige), se realiza un censo en el que los ciudadanos deben declarar su pertenencia lingüística. En el último estudio, cuyos resultados se publicaron en otoño, los hablantes de italiano superaron a los de alemán: 51,37% frente al 48,26%. No es la primera vez que los grupos lingüísticos se superan mutuamente, y esto podría tener consecuencias prácticas.
La concejal Paola Zampieri, de Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni, ha solicitado que, basándose en el censo, se invierta el orden idiomático en los carteles: primero el italiano y luego el alemán. “El estatuto de autonomía establece que en los municipios el criterio debe ser el del grupo predominante”, explica Zampieri desde su puesto en un mercado navideño. “En el censo del 2010 se registró el sorpasso de los germanoparlantes, y en tres meses el Ayuntamiento cambió todos los carteles, con un coste de 70.000 euros para las arcas públicas. Ahora veremos si hacen lo mismo al contrario”.
Merano está gobernada por una alianza de listas cívicas italianas y los partidos tradicionales de las comunidades alemanas. El alcalde, Dario del Medico, por ahora no se pronuncia y busca ganar tiempo. “Pero en febrero, cuando se debata mi propuesta, saldrán a la luz todas las ambigüedades”, dice Zampieri. Es sabido, sin embargo, que la vicealcaldesa de Merano, Katharina Zeller, del partido Südtiroler Volkspartei, está en contra.
El último censo muestra que quienes se consideran hablantes de italiano superan por poco a los de alemán
Desde la capital, Bolzano, llegan las voces más críticas. Bernhard Zimmerhofer, de Süd-Tiroler Freiheit, el partido nacionalista sudtirolés, lanza una advertencia sobre la posible “erosión del grupo étnico alemán”. Augura, además, escenarios similares a los de Valle de Aosta o de Alsacia, regiones donde la lengua minoritaria ha ido perdiendo terreno frente a la dominante debido a cambios demográficos o políticos.
Las huellas de la historia están aún vivas en la memoria de la población. En 1814, este territorio, como parte de Tirol, pasó junto con Trentino al imperio austríaco, que desde 1867 fue el imperio austro-húngaro. En 1920, el territorio pasó a formar parte del Reino de Italia después de la derrota del imperio austro-húngaro en la Primera Guerra Mundial. Durante el fascismo, se emprendió una política de italianización forzada de la población. Entre estas medidas destacó la imposición del idioma.
El tema, por lo tanto, es serio. “La señalización –observa la concejal de Hermanos de Italia, Zampieri– representa uno de los símbolos más visibles de la identidad y la organización del territorio. Por eso, es justo que refleje la realidad demográfica y social actual de la ciudad, en coherencia con el principio de representación equitativa entre los grupos lingüísticos”. La representante local de Hermanos de Italia cuenta con el apoyo de su partido también a nivel nacional, como subraya Alessandro Urzì, quien, tras 25 años en el consejo provincial y regional, ahora es diputado en Roma. “Nosotros no queremos desmontar todos los carteles de Merano; nuestra iniciativa sirve para reafirmar un principio y recordar un precedente. En el 2011 se estableció que toda la señalización de la ciudad estaba desgastada, y, basándose en un pequeño cambio de mayoría, se modificó todo. En estos años se han gastado cientos de miles de euros en toda la provincia para invertir el orden de los idiomas; nosotros no queremos hacer lo mismo, pero al menos que nos digan que tenemos razón”.
Los germanoparlantes protestan porque en las escuelas italianas su idioma se enseña mal
Detrás de la polémica sobre los carteles subyace un conflicto identitario nunca resuelto. En ambas comunidades persisten resentimientos atávicos que impiden un verdadero bilingüismo. Los germanoparlantes protestan porque en las escuelas italianas su idioma se enseña mal, tanto que en Bolzano, la capital, pocos lo hablan correctamente. Los italianos, en cambio, lamentan un retroceso en el uso de la lengua de Dante en muchos valles, oficinas públicas e incluso consejos municipales. Resentimientos que complican la redacción del nuevo estatuto de autonomía, que Roma y Bolzano llevan meses negociando, observando también otros modelos, incluido el catalán. Cuestiones de las que se habla a menudo en “Freiheitsstraße”, “Corso della Libertà”. O viceversa.