La burguesía catalana se normaliza

El retorno a Catalunya de las sedes de empresas que la trasladaron por la crisis de octubre del 2017 se está produciendo de manera pausada, como un gota a gota, pero sostenida. La burguesía catalana está recuperando poco a poco la normalidad que supone volver a tener la sede en el lugar en el que opera, tiene sus raíces y mantiene las principales relaciones con accionistas y empleados.

Muchos propietarios, administradores y directivos de bastantes de las grandes empresas catalanas que decidieron cambiar se interrogan estos días sobre cuál es la mejor manera y momento para volver.

Esta vez es diferente a la marcha del 2017. En aquel movimiento inicial, las empresas actuaron poseídas por el pánico y el rechazo político, en dosis variables según los casos. Y siguiendo los pasos de sus referencias esenciales, el poder financiero representado por La Caixa y el Sabadell, especialmente la primera, que aglutina una galaxia de grandes empresas y relaciones que llega hasta casi el último rincón de la economía catalana.

Además, en aquel momento Isidro Fainé, presidente de La Caixa, buscó precisamente la protección de ese entorno para arropar a la fundación, CriteriaCaixa y Caixabank. Quería evitar la soledad. Encendió todas las alarmas y movió el portaviones y toda la flota de acompañamiento. Su decisión desató el tsunami.

El edificio central de la Fundacion Bancaria La Caixa , CaixaBank , Torre Sabadell situado en la Avenida Diagonal de Barcelona. 23/10/2015. Foto: Luis Tato

Sede de la Fundación La Caixa y de CriteriaCaixa en la Diagonal de Barcelona

Luis Tato

Ahora, en cambio, el retorno de La Caixa, aunque se ha procesado de manera parecida, en cuanto a las formas, por sorpresa, de un día para otro, al estilo clásico de Fainé, incubado la tarde previa con Ángel Simón, el consejero delegado de CriteriaCaixa y tras un inconcreto aviso horas antes al president de la Generalitat, Salvador Illa, no ha buscado ese respaldo. No ha enviado mensajes a ninguna de las muchas empresas sobre las que el grupo de la estrella mironiana tiene capacidad de decisión o simplemente influencia. La opción de cambiar o no de sede está en manos de cada una de ellas, de sus presidentes, directivos y otros posibles accionistas presentes en el capital.

En cualquier caso, La Caixa ha dado ya el paso decisivo. Y aunque es cierto que CaixaBank no ha hecho lo propio, amparándose en que en el pacto con el Estado para absorber Bankia se estableció que la sede social se mantendría en València, también lo es que desde el punto de vista de la influencia y el control, es decir, la propiedad del banco, esta está de nuevo en Barcelona. La Fundación La Caixa es de lejos el principal accionista de CaixaBank, y aunque el Banco Central Europeo (BCE) ha establecido limites al ejercicio de los derechos políticos de la primera en el segundo, no hay ningún otro socio con su capacidad de influencia. En términos prácticos, la referencia estratégica está en Barcelona.

No está lejos el día en el que lo normal será preguntarse qué gran empresa no ha vuelto todavía a Barcelona

Políticamente, el cambio también tiene enormes implicaciones. Lo sucedido en octubre y noviembre del 2017 fue una huida desordenada del núcleo troncal de las élites económicas catalanas. Para unos, los más temerosos, un intento de proteger el patrimonio; para la mayoría, una protesta impotente contra la evolución de la situación política. Una desbandada en orden disperso, sin proyecto ni objetivos.

Siete años después, el retorno dibuja un panorama diferente. La burguesía catalana recupera posiciones, y estos anuncios de las últimas semanas lo testimonian y reflejan en buena medida. Y no es solo que las cuentas de resultados de sus empresas, producto de la coyuntura económica, atraviesan un buen momento; aunque eso siempre está en mente y le da seguridad.

La estabilidad política es el factor fundamental, y esta ha sido el resultado de los pactos de Pedro Sánchez con las fuerzas independentistas. Una apuesta por la supervivencia política del primero y el reconocimiento más o menos explícito de la relación de fuerzas tras la propia crisis de su movimiento, por parte de los segundos. La burguesía catalana ha sido el principal actor en Catalunya, también en España fuera del ámbito estrictamente político, que ha propiciado el acercamiento entre los de Sánchez y Carles Puigdemont.

Una evolución que pone de nuevo de manifiesto que no es posible cerrar la crisis política en España sin un acuerdo en Catalunya, como bien está aprendiendo Alberto Núñez Feijóo, condenado a la oposición por no admitir esa realidad. Y el regreso de las empresas es una palmaria manifestación de que la burguesía catalana no concuerda con el diagnóstico que hace el líder del PP sobre los acuerdos entre el PSOE y Junts y ERC.

El siguiente elemento esencial ha sido la llegada de Illa a la Generalitat, con la apuesta por erigirse en garante de los pactos con Sánchez y sobre todo de la normalidad política, entendida esta como el retorno a los estándares aplicados por el nacionalismo convergente de Jordi Pujol durante la mayor parte de los años de régimen democrático. Y que ­tanto gustan en los salones nobles barceloneses.

La burguesía catalana se desplaza ahora sobre un doble eje: el socialismo –español y catalán– para la estabilidad política y el independentista, sobre todo con Junts, para sus necesidades económicas. Ahora, el retorno de las sedes representa un momento de agrupación, reconocimiento propio y recuperación de posiciones.

La burguesía tiene un doble eje: estabilidad política con Illa; control económico con Junts

La mejor prueba de esta nueva realidad es el retorno desinhibido de las finanzas catalanas al tablero español. CriteriaCaixa ejecuta operaciones a un ritmo inimaginable hace tan solo un año, de manera regular y ejerciendo sin complejos su condición de primera corporación industrial. Con especial acento en las formas y en los objetivos. Una estrategia que se activó hace un año, cuando las nuevas coordenadas ya estaban presentes, y que ahora navega a velocidad de crucero. No parece lejano el día en el que lo normal será preguntarse qué gran empresa catalana no ha vuelto aún a Barcelona.

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