
En el 2025 marcará un punto de inflexión demográfico para Europa: su población empezará una disminución que se prevé que persista. Europa es el único continente donde la población en edad de trabajar está disminuyendo de 270 millones en el 2011 a 261 millones hoy y es también el continente más envejecido con una previsión del 30% de los europeos con más de 65 años en el 2050.
Esta realidad tendrá profundas implicaciones para el crecimiento económico, las finanzas públicas y la sociedad. Sin acciones decisivas, la carga sobre las generaciones más jóvenes aumentará, profundizando las desigualdades intergeneracionales y poniendo en riesgo la estabilidad a largo plazo. Gobiernos, empresas e individuos tenemos la responsabilidad conjunta de repensar urgentemente como envejecemos y como organizamos la sociedad.
El esquema tradicional de estudio-trabajo-me jubilo se está quedando obsoleto
Con respecto a como envejecemos para tener vidas saludables y productivas, dos aspectos son claves: El primero es la prevención: seguir una dieta equilibrada, hacer ejercicio regular y mantener un estilo de vida activo marca la diferencia. Pero hay que recordar que solo un 20% de los resultados en salud dependen de la atención médica; el resto se basa en factores socioeconómicos como la educación, la vivienda y el empleo. Abordar estos factores puede alargar la vida saludable y aligerar la presión sobre los sistemas sanitarios. El segundo es el aprendizaje continuado. Aqui los trabajadores nos tenemos que formar para las habilidades que requerirán los nuevos avances tecnológicos cada vez más rápidos y empresas y gobiernos tienen que pensar en esta formación.
Reorganizar la sociedad para adaptarse a las poblaciones de más edad es igualmente importante. Por eso tenemos que abordar dos frentes críticos: la participación laboral y la productividad. Aumentar las horas laborales seguramente requerirá trabajar durante más años y, quizá reinventarnos varias veces a lo largo de nuestra carrera. El esquema tradicional de estudio-trabajo-me jubilo, se está quedando obsoleto y requerirá una estructura más híbrida que la regulación laboral y las empresas tendrán que facilitar. La migración puede ayudar a abordar la falta de mano de obra, pero tiene que ser inclusiva y bien gestionada para garantizar la cohesión social y un beneficio mutuo.
Impulsar la productividad es la piedra angular de la sostenibilidad. La innovación en tecnología y sistemas de salud puede crear puestos de trabajo de más valor y mejores salarios, permitiendo que las sociedades mantengan los sistemas de bienestar sin sobrecargar las generaciones más jóvenes. De nuevo, aquí la inversión en educación y en I+D es esencial.
La demografía no es un repentino “tsunami plateado”, sino una transformación previsible. El problema es que su progresión lenta conduce a la inercia política. Tenemos el conocimiento y los recursos para adaptarnos, pero hay que empezar a actuar para reorganizar la educación, el trabajo, las pensiones y la sanidad. Aquellos que se preparen hoy liderarán mañana. No tenemos ninguna excusa para que nos coja desprevenidos.