La Guardia Nacional ya patrulla armada las calles de Washington

La Administración de Donald Trump ha dado un nuevo paso en su toma militar de la capital de Estados Unidos: desde este domingo, los centenares de soldados de la Guardia Nacional desplegados para “combatir el crimen” en Washington han comenzado a llevar armas durante su servicio. En un comunicado, la Casa Blanca asegura que los fusiles de asalto M4 y las pistolas M17, sus armas reglamentarias, solo se usarán “como último recurso y únicamente en respuesta a una amenaza inminente de muerte o daño corporal grave” para un agente.

“No me gustan los dictadores, no soy un dictador”, ha dicho el presidente esta mañana en el despacho oval, respondiendo a las críticas por la intensificación de sus prácticas autoritarias, con las que está normalizando la acción de soldados contra sus propios conciudadanos. E inmediatamente después ha pasado a la firma de cuatro nuevas órdenes ejecutivas destinadas a acelerar el ritmo de arrestos.

El primer decreto limitará la capacidad de los jueces de Washington para fijar fianzas a los acusados para que puedan salir en libertad. El segundo servirá para retener a los detenidos en prisión durante el proceso previo al juicio. El tercero incrementará el presupuesto para la formación y contratación de personal para lidiar con los problemas de seguridad en la capital. El cuarto penará con un año de prisión la quema de la bandera americana, a pesar de que el Tribunal Supremo dictaminó en 1989 que esa es una acción protegida por la libertad de expresión.

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Trump ha justificado sus medidas afirmando que Washington era antes la ciudad más peligrosa del país, en la que “la gente iba a morir”, pero, desde que ha incrementado los efectivos de las fuerzas del orden, se está convirtiendo en “una de las ciudades más seguras del mundo, aunque parezca una locura”. También ha afirmado que la capital lleva once días sin homicidios y es “la primera vez que eso ocurre en años”, una afirmación falsa, pues este mismo mes de marzo se dio una racha más larga.

Sin embargo, varios residentes consultados por este periódico, así como las recientes encuestas publicadas, muestran que la población se siente más insegura desde que llegaron los militares a la ciudad. En la estación de tren de Union Station, uno de los lugares en los que su presencia se ha vuelto permanente, residentes y turistas hacen fotos a los uniformados y a sus cuatro tanquetas. Se preguntan por qué es necesario este despliegue en una ciudad en la que los delitos violentos se han reducido un 25% este año y se encuentran en su punto mínimo en 30 años.

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Miembros armados de la Guardia Nacional de Carolina del Sur conversan con un hombre frente a la estación Union Station en Washington.

Rod Lamkey / Ap-LaPresse

Desde que hace dos semanas el Gobierno Federal tomó unilateralmente el control de la policía local de Washington y comenzó a desplegar a cientos de soldados de la Guardia Nacional (unos 800 del Distrito de Columbia y otro millar llegados de otros seis estados republicanos), “hemos tenido unos resultados increíbles, parece una ciudad distinta”, celebró Trump el jueves en una arenga a las fuerzas del orden desde la sede de la policía en Anacostia, uno de los barrios más peligrosos de la capital. “Nunca había recibido tantas llamadas dándome las gracias por lo que hemos hecho en Washington, de personas que literalmente no habían podido ir a un restaurante en cuatro años”, exageró, justificando su política, amparada en que el crimen estaba antes “fuera de control”.

Si bien es cierto que en Washington hay delincuencia –ocupa el puesto número 11 de las ciudades de EE.UU.– los delitos violentos han descendido con fuerza desde el pico postpandemia. El problema de seguridad en Washington no es generalizado: la mayoría de delitos violentos de producen en el sureste de la ciudad; sin embargo, Trump ha enviado a la policía y a la Guardia Nacional a patrullar especialmente vecindarios cercanos al centro, en la parte más turística de la capital.

Trump confirma que expandirá el despliegue militar a Baltimore y el “matadero” de Chicago

De hecho, desde la toma federal de Washington, los vecinos no se han sentido más seguros, más bien al contrario, especialmente los inmigrantes. “Mis padres ya no se atreven a salir a la calle por miedo a que los secuestren, la migra está por todos lados”, lamentó Ana María, una vecina del barrio de Adams Morgan nacida en EE.UU. y de padres salvadoreños sin ciudadanía, temerosos de los agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), que están acompañando a la policía en algunas de sus actuaciones.

Esta mañana, Trump ha insistido en que pronto tomará acciones similares en otras ciudades, comenzando por Baltimore (Maryland) y el “matadero” de Chicago (Illinois), la tercera ciudad más poblada del país. El presidente, que ya desplegó a 4.000 militares en Los Ángeles para reprimir unas protestas que estaban bajo control de la policía local, también ha amenazado con expandir su papel en Nueva York.

Todas estas ciudades tienen dos puntos en común: son gobernadas por demócratas y son consideradas “ciudad santuario” para los inmigrantes sin papeles y las personas sin hogar. Con esta medida sin precedentes, Trump quiere intimidar a los inmigrantes, así como ejercer su autoridad sobre los pequeños reductos de autogobierno demócrata. Para hacerlo en Washington, y para federalizar a la policía local, se ha servido de una ley de los años setenta que permite hacerlo al presidente en “condiciones especiales de naturaleza de urgencia”, que considera que se dan en la ciudad. Pero el despliegue de la Guardia Nacional en otros estados requerirá la aprobación de los gobernadores estatales, una aprobación que ya se saltó cuando destinó a los militares en California.

En la ciudad de Washington, la política punitiva de Trump se ha encontrado con una fuerte oposición, a pesar de que las protestas han sido más tímidas que lo que se espera en otros puntos del país. Según una encuesta del Washington Post, el 79% de los residentes rechazan el despliegue de la guardia nacional, aproximadamente el mismo porcentaje que asegura que se sentía “bastante” o “muy” seguro en su barrio antes de la toma federal.

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