
El pasado diciembre se publicaba un artículo en La Vanguardia con este título, sacado del libro que ha publicado el psicólogo Javier Urra y que me pareció de una actualidad significativa. Incluso creo que esta frase se podría estereotipar y convertirla en clásica, para señalar todo lo que está sucediendo actualmente. La teoría se basa también en un ensayo del profesor de criminología de la Universidad de Copenhage Keith Hayward, titulado Infantilised: how our culture killed adulthood . Con todo ello, estoy absolutamente de acuerdo y creo que, desgraciadamente, marca las líneas colectivas actuales de nuestra sociedad.
Esta inmadurez colectiva viene provocada en primer lugar por el trato a los niños, con unos niveles de sobreprotección absolutamente exagerados que hacen que al final no estén preparados para tomar decisiones en su futuro. En segundo lugar, el enfoque que se está dando en general al sistema de enseñanza, que en España tenemos la mala costumbre de cambiar cada dos por tres (8 leyes desde la democracia que equivalen casi a una cada cinco años), rebajan, tal y como se ha visto últimamente, la importancia de las humanidades y especialmente de la literatura, con las consecuencias que ello lleva aparejado para el futuro de nuestra juventud. En tercer lugar, el problema lo tenemos en las redes sociales, que a pesar de aprovechar las grandes ventajas de las nuevas tecnologías, son un contenido que, aparte de las fake news , provoca unas reacciones que llevan a un infantilismo total y absoluto por la forma en que se tratan las publicaciones.
Perspectiva
La juventud que sube lo hace de una manera que contribuirá a agravar más el descenso de los valores éticos y morales que ya sufrimos
Consecuencia de todo ello, es decir, de esta inmadurez colectiva que provoca infantilismo, tenemos casos paradigmáticos de gente que, fruto de estas características y votados democráticamente, han estado o están liderando países de los más importantes del mundo. Nos referimos por ejemplo a Boris Johnson, Donald Trump, Javier Milei y Viktor Orbán, entre otros. Tenemos también el ejemplo de la situación en nuestro país, fruto de la inmadurez colectiva, con unos niveles de enfrentamiento que se están haciendo insoportables y que impiden que las cosas importantes se traten con los modos necesarios para llegar a las soluciones adecuadas, en bien de toda la población.
En la vida cotidiana pasa lo mismo, de ejemplos de estos comportamientos tenemos millones diariamente y ahora me viene a la memoria el de la chica que voluntariamente cantó un falso premio del Gordo de Navidad el pasado diciembre. Pero lo peor no fue la broma, sino la cantidad de reacciones que aplaudían el hecho que esta provocó. Y casos como este, los que queráis. Esto no hace más que demostrar que la juventud que sube ya lo hace de una manera que contribuirá a agravar más el descenso de los valores éticos y morales que estamos sufriendo desde hace tiempo en nuestra sociedad y que acabará con los principios y fundamentos básicos necesarios para mantener una convivencia con unos mínimos de aceptación.