
A Emmanuel Macron, cuando era adolescente, se le daba bien el teatro en la escuela jesuita de Amiens donde conoció a su futura esposa, Brigitte. Ella era allí profesora de letras, impartía un curso de interpretación y montaba obras. Treinta años después, el presidente francés sabe encarnar con brillantez su cargo en actos públicos, sobre todo en las ocasiones solemnes, aunque a veces parece sobreactuar. Lo hizo de nuevo ayer, bajo el Arco de Triunfo, antes de iniciarse el desfile, cuando saludó a políticos y militares de forma muy cariñosa, con largos apretones de manos, casi frotándoles el cuerpo –un gesto muy típico suyo– y miradas de complicidad. Macron se sentía a gusto como protagonista de su noveno 14 de Julio.
La parada militar anual en el Día de la Bastilla, la fiesta nacional, forma parte esencial de la liturgia de la grandeur, ese sentimiento muy extendido entre sus ciudadanos de que Francia es un país especial, por su revolución, por ser la patria de los derechos humanos y por su voluntad de mantenerse, cueste lo que cueste, como potencia autónoma y autosuficiente.
Francia quiere gastar más en defensa cuando su Gobierno se ve obligado a severos recortes en otros ámbitos
El desfile de ayer en los Campos Elíseos, con un récord de vehículos y 7.000 hombres y mujeres –5.600 de ellos a pie– fue organizado como “una verdadera operación militar”, según palabras del general Loïc Mizon, gobernador castrense de París. Había que esmerarse ante la gravedad de la situación geopolítica en Europa. Unas horas antes, Macron, en su tradicional discurso en el Ministerio de Defensa, había anunciado una aceleración del gasto militar en los dos últimos años de su mandato porque “para ser libres hay que ser temidos, y para ser temidos hay que ser potentes”. “Nunca desde 1945 la libertad había estado tan amenazada”, advirtió.
Después del recorrido preceptivo por la avenida en un vehículo descubierto, con el jefe del Estado Mayor, el general Thierry Burkhard, a su lado, Macron subió a la tribuna de autoridades y besó la mano de Brigitte con una exagerada reverencia. Luego saludó al invitado extranjero de honor este año, el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, cuyo país es un buen comprador de armas francesas, y al emir Al Sabah de Kuwait.
En el desfile aéreo participaron cuatro cazabombarderos Rafale del modelo capaz de llevar bajo sus alas un misil de crucero con cabeza nuclear, así como el avión de avituallamiento necesario para estas misiones. Hubo asimismo aparatos de los aliados, para mostrar que Francia no está sola. España envió un Airbus A400M de transporte estratégico y un caza Eurofighter. Otros los mandaron Bélgica, Alemania, Italia y el Reino Unido. Incluso Suiza, país neutral, desfiló con un avión. Entre las tropas de tierra había una compañía belga-luxemburguesa y un contingente binacional franco-finlandés que opera en la misión de la ONU en Líbano. Para dejar patente que las fuerzas francesas están listas para intervenir, la séptima brigada blindada surcó los Campos Elíseos en formación de combate, con casco pesado y chaleco antibalas.
El desfile costó entre 3 y 4 millones de euros, según el Tribunal de Cuentas, más 700.000 euros del espectáculo pirotécnico
El Tribunal de Cuentas estima que el ambicioso desfile costó entre 3 y 4 millones de euros, a los que habría que añadir unos 700.000 euros del espectáculo pirotécnico de la noche, en el cielo sobre la torre Eiffel. Estas cifras pueden parecer modestas en comparación con los gastos del Estado, pero no pasan desapercibidas en un momento de penurias presupuestarias. El anuncio de Macron de la inversión más rápida en defensa se produjo solo dos días antes de que el primer ministro, François Bayrou, explique hoy las líneas maestras de un presupuesto del 2026 en el que se pretende ahorros por valor de 40.000 millones de euros. Bayrou ya avisó que el gasto en defensa es “sagrado”, dada la coyuntura internacional, pero no lo tendrá fácil en la Asamblea Nacional, donde el Gobierno está en minoría y se arriesga al triunfo de una moción de censura en cualquier momento.
A Macron le queda, en principio, solo otro 14 de Julio como presidente, pues en 2027 ya habrá un sucesor o sucesora en el Elíseo. Ayer volvió a saborear su papel. La liturgia de la grandeur funcionó casi a la perfección, con la única sombra de algunos caballos que se excitaron demasiado y, pese a meses de adiestramiento, no aceptaron la patriótica disciplina que se les imponía. Un equino resbaló sobre los adoquines. Un jinete cayó y abandonó la escena. No hubo heridos y la fiesta continuó.