
Si aplicáramos la lógica de Wall Street, los resultados que arrojan las tablas de la última encuesta del CIS nos deberían de chirriar en lo que atañe a Vox y, por tanto, a las posiciones relativas de los partidos de derechas. El trabajo de campo se hizo en pleno ataque arancelario por parte de Trump e, insertos en esta lógica restaurativa, el Madrid DF esperaba –si se nos permite la jerga– un decrecimiento del electorado autoritario atribuible al impacto de los aranceles y sus titulares, de tal magnitud que situara a Vox en números rojos, al borde mismo del bailout electoral, en ese punto de no retorno en el que el sistema quiere ver a Vox, demediado y sin autonomía estratégica para ser muleta del PP y no peón de Trump. Nada que ver.
Febrero, según el CIS, fue un buen mes para Vox. Marzo, en cambio, fue todo lo contrario, uno malo, porque sufrió una caída considerable en intención de voto –un batacazo de tres puntos, con la misma volatilidad que si fuera el índice Ibex 35. Esto fue lo que llevó a la confusión, hasta el punto de que la misma mañana que se publicó el CIS de abril –el pasado día 15– el PP filtró a los medios de comunicación que iba a pelear por medio millón de votantes “antiTrump” –la expresión no es nuestra– que estaban, según ellos y en esta lógica Wall Street, en Vox. Las tablas del CIS lo desmintieron a las pocas horas pinchando la burbuja. No solo no existen estos votantes, de momento, sino que, al contrario, hay más del PP que se van a Vox que a la inversa. Por eso, está en el 15%, como ya lo estuvo en febrero, los aranceles de Trump no le pasan factura y marzo fue un bache. Nada más.
El miedo a una crisis bursátil o política es mucho menor que a no tener un lugar en el mundo
Si aplicamos la lógica MAGA, que está construida, entre otros, contra Washington DC y el Madrid DF, podremos entender perfectamente lo que está sucediendo con parte del electorado en España y en el resto del mundo occidental. Este ciudadano está premiando la autoridad y la autonomía del líder político frente a todos los contrapesos, democráticos o no, que operan a diario, especialmente símbolos como Wall Street, ya sean como realidad o metáfora. Este elector está asumiendo, y como consecuencia da por amortizados, los costes económicos y sociales de la guerra arancelaria, de la misma manera que ha sucedido con otras medidas de impacto social y cultural en el pasado como la deslocalización de empresas en los noventa, ese viejo mundo industrial en retroceso con esas certidumbres-servidumbres que fueron pero que ya no lo son.
Decisiones que cambiaron la vida de mucha gente que nunca fueron objeto de crisis bursátiles ni de informes de expertos. Justamente, y por eso, el lenguaje financiero de las amenazas, también el verbo político plastificado, no les asusta. ¿Por qué? El miedo a una crisis bursátil o política es infinitamente mucho menor que el miedo a no tener un lugar en el mundo, a dormir a la intemperie, ya sea como realidad o como metáfora. La autonomía y la eficacia del líder político ante la maraña de instituciones y contrapesos del viejo consenso socioliberal, con sus jergas especializadas, son el principal adversario.

Donald Trump, el viernes en la Casa Blanca
Desde estas bases, el PP y el PSOE están en empate técnico en el 30% en España. Un escenario, por cierto, muy parecido al portugués este próximo 18-M. Aunque si fuéramos más conservadores –decimos bien–, afirmaríamos que en esta lógica MAGA la tendencia es ya que el PSOE ganaría las elecciones en votos al PP si bien las perdería por poco en escaños con mayoría absoluta de derechas. La presidencia Trump nos ha situado, a todos, en una dinámica internacional en la que la política se fusiona con la economía y lo local con lo global. Los aranceles serán del 20% o del 10%, pero serán, al fin y al cabo.
Esta lógica MAGA está teniendo ya un gran impacto cultural, como las grandes obras, en este caso, de ingeniería social. Una parte significativa del electorado la asumirá porque le gusta lo que significa el arancel en lo social: un nuevo orden, disciplina y fuerza para negociar. Ya no se discute, de hecho, el 10% de los aranceles, ni tan siquiera que se tenga que negociar con EE.UU. La razón es que vivimos, como pregona Curtis Yavin, un “momento monárquico” que encarna Trump, un único centro de poder que ordena, y eso gusta al autoritario y quién sabe si a más. Harvard, big four , Reserva Federal, este universo simbólico no movilizará a las democracias frente al miedo. Nuestra lógica debe ser creatividad, autoridad y claridad. Hacerlo todo bien y comunicarlo mejor.
Next Week
En votos, PSOE; en escaños, PP
La hipótesis es real y calculable con las tablas del CIS. La distribución de los votantes de derecha en el territorio con los efectos de la Loreg produce monstruos: el PP tendría más escaños, y el PSOE, más votos. ¿Quién ganaría, en estas condiciones, las elecciones para el Madrid DF? Efectivamente, quien fuera capaz de ser investido presidente, como tras el 23-J. ¿Entonces? Pelillos a la mar. Aún quedan dos años de silencio electoral hasta las presidenciales francesas de abril del 2027. Francia será determinante antes de municipales, autonómicas y generales.
El ojo de halcón
Pregunta a la ‘GroKo’
Quienes promueven periódicamente la necesidad de una GroKo en España ¿piensan lo mismo si quien ganara los comicios fuera el actual presidente y no el líder de la oposición? ¿Las élites promotoras de la GroKo quieren, de verdad, que no dependa el Consejo de Ministros del 15% de los votos que hoy obtendrían los peones de Trump, con vicepresidencia incluida? Jóvenes y abstencionistas son los que sitúan a Vox en una posición inmejorable para la suma de la derecha. Los amantes de la GroKo deberían centrarse en eso más que en el Gobierno.