La luz de Cerdanyola

Cuando los visitantes entran aquí por primera vez exclaman: ¡wow!”, asegura con una sonrisa Caterina Biscari, directora del Sincrotrón Alba en Cerdanyola del Vallés, una de las instalaciones tecnológicas punteras de España.

Rodeada de tubos, lentes, espejos, apoyada en una barandilla de lo que parece el intestino gigante de una máquina de ciencia ficción, Biscari habla con ligereza y naturalidad de electrones, átomos, células, aceleradores de partículas, las palabras más corrientes de su mundo laboral y que en la mayoría del tiempo emplea en inglés.

Esta instalación puntera quiere extenderse cada vez más al ámbito privado y empresarial

CATERINA

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Gusi Bejer / Colaboradores

En el vientre de esta instalación, en la que se cruzan investigadores que vienen de Los Álamos con jóvenes informáticos en camiseta, se lleva a cabo algo único. Se activa un ojo. Un ojo que permite ver hasta lo más profundo, hasta dimensiones inauditas, como si estuviéramos ante un microscopio activado por unos rayos X híperhormonados y potentes que llegan hasta el alma celular. En este centro de vanguardia, a pocos minutos de Barcelona, se investiga, con esta herramienta alimentada por la luz, la sustancia de la materia, para ver su esencia.

El Sincrotrón Alba, después de 15 años en funcionamiento, se prepara a vivir su segunda etapa, que la llevará hasta la próxima década. Está ya anunciado el plan Alba II, una inversión y ampliación financiada por 150 millones entre Gobierno y Generalitat, que supondrá sustituir maquinaria actual por otra de última generación (se encuentra en la cuarta).

Ahora esta instalación, con un presupuesto que ronda los 30 millones de euros anuales –y subiendo–, que todavía suena críptica y enigmática para el gran público, quiere extenderse cada vez más al ámbito privado y empresarial. Justo hace pocos días Biscari tuvo un encuentro a puerta cerrada reservado en el Cercle d’Economia. La idea es clara: si los usuarios del Sincrotrón son en mayoría centros universitarios y científicos, las empresas también pueden llegar a ser clientes. ¿Para hacer qué? Las aplicaciones de este potente “microscopio” son infinitas y para quien no pertenece al ramo científico, sorprendentes.

Por ejemplo, en un cubículo acristalado del Sincrotrón, unas investigadoras observan en una pantalla cómo evoluciona una célula cancerígena después de un fármaco para comprobar su eficacia: una información valiosa para las farmacéuticas. También hubo el caso real de una pyme que requirió los servicios de la instalación para estudiar las capas que deben tener las bolsas de patatas fritas para conservar el alimento.

Más casos de uso: gracias al Sincrotrón las compañías pueden examinar en detalle cómo actúan las partículas de los paneles solares o cómo se activan los electrones de los elementos químicos necesarios para el funcionamiento óptimo de las baterías. Y no hay que olvidar que desde aquí, en Cerdanyola, se llegó a estudiar con precisión el virus del Covid-19 en plena pandemia.

Caterina Biscari (Ragusa, 1957) asegura que tiene dos patrias, Italia y España. Nació en Sicilia, de padre italiano y de madre andaluza, pero se formó en física Madrid. Vivió un periplo entre varios países, pasando por Ginebra (Suiza) Pavia, Napoli y Frascati (Italia), hasta finalmente establecerse hace más de una década en Barcelona, donde ahora vive con su marido, otra eminencia científica, Eugenio Coccia, fundador del Gran Sasso Science Institute y actual director del Instituto de Física de Altas Energías (IFAE) de Barcelona. “En las cenas en casa no hablamos de trabajo”, bromea.

Como anécdota, los más de 270 trabajadores del Sincrotrón Alba, un tercio de ellos extranjeros, que representan excelencia en el sector tecnológico público, se enfrentan a las mismas batallas sindicales que una empresa cualquiera. Están en guerra con Hacienda, que les quiere recortar un complemento salarial. Hay incluso carteles colgados en las paredes del Sincrotrón con sus reivindicaciones. Se teme que esto frene la atracción del talento. O que ensombrezca la investigación. Una paradoja, para un centro que absorbe la energía y trabaja con la luz.

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