Murió en 1962 siendo considerada “una de las mujeres más estimadas del mundo”, según el obituario del The New York Times .
Eleanor Roosevelt, activista, figura política, defensora de los derechos humanos, columnista y diplomática, es la primera dama de Estados Unidos que más tiempo ha dispuesto de ese cargo: lo ocupó durante los cuatro mandatos que su marido, Franklin Delano Roosevelt, sirvió en la Casa Blanca (1933-1945), una de las presidencias más significativas en la historia estadounidense.
La admiración por Eleanor aún se expresa en la calle. Cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania, la estatua dedicada a ella en el Upper West Side de Manhattan (de pie, recostada en una piedra, con la barbilla apoyada en su mano izquierda en actitud reflexiva) lució durante meses un pañuelo con el emblema azul y amarillo de los ucranianos. Y cuando se celebra alguna conmemoración del colectivo LGBTQ, a menudo exhibe la bandera del arco iris.
Pero estos últimos colores quizás representan algo más que un acto de solidaridad. Un nuevo libro, firmado por Sarah Miller, explora la relación personal e íntima entre Eleanor y la periodista Lorena Hickok.
Novedad editorial
Sarah Miller publica ‘Hick’, donde recupera pasajes románticos de las cartas entre Roosevelt y Lorena Hickok
En las librerías desde este martes, en su volumen titulado Hick –como se conocía a la reportera–, la autora sostiene que la relación entres estas dos mujeres fue más que platónica, a partir de las muchas cartas –al menos se conservan 3.500–, que se cruzaron a lo largo de 30 años.
“Mi querida Hick, no me puedo ir a la cama sin una palabra para ti. Me siento un poco como si una parte de mi se fuera esta noche. Has crecido tanto para ser parte de mi vida que está vacía sin ti aunque estoy ocupada cada minuto”, escribió la primera dama el 5 de marzo de 1933, el día después de que su marido jurara el cargo de presidente.
A la jornada siguiente, todavía una redacción más apasionada: “No puedo besarte, así que beso tu foto de buenas noches y de buenos días”, confesó a su amiga.
En otra misiva de esa misma semana, la señora Roosevelt escribió otra carta en la que menciona el anillo de zafiro y diamantes que Hickok le regaló: “Tu anillo es un gran consuelo, lo miro y pienso que ella me ama o no lo estaría usando”.
Las dos mujeres también parecían conscientes de que debían esconder su nivel de cercanía de los otros. En otro escrito de 1933, Eleanor cita a su hijo adolescente, Jimmy, y se explica: “Hick, cariño, qué bueno fue escuchar tu voz. Era tan insuficiente trata de decirte lo que significaba, Jimmy estaba cerca y no puede decir ‘je t’aime et je t’adore’ (te amo y te adoro), pero recuerda que siempre estoy diciéndolo y me voy a dormir pensando en ti y repitiendo nuestro pequeño dicho”.
Hickok donó las cartas a la biblioteca Franklin D. Roosevelt en Hyde Park (Nueva York) y fueron puestas a disposición del público en 1978, pasada una década de su fallecimiento. Los estudiosos que han leído estos documentos los han interpretado de formas diferentes: desde la vertiente estrictamente platónica a algo más romántico. La gran duda es si hubo una relación sexual.

En declaraciones a la NBC, Miller explicó que sintió la necesidad de ahondar en esas misivas y certificar con sus propios ojos todo ese material. Llegó a la conclusión que esa relación entraba en el romance, pero incluso más allá. “Se amaban, eran físicamente cariñosas entre sí. Fue un romance. Si incluyó intimidad sexual es algo que probablemente no sabremos. Es difícil ser completamente objetivos, pero no hay duda de que fueron amigas de toda la vida, profundamente íntimas y creo que esa es la base de relación”, sostuvo la autora del libro.
Mientras existe consenso entre los historiadores de que Hickok solo estuvo interesada sentimentalmente en las mujeres, hay quien reclama cautela al interpretar las cartas con lo que llaman visión contemporánea. Aseguran que Roosevelt utilizaba ese lenguaje romántico y sensual para comunicarse con sus amigas. Pero, desde el otro lado, se remarca que la historia tiene una forma “lavar” las relaciones entre personas del mismo sexo en el pasado y los historiadores dirán que “solo eran buenas amigas”.