Mientras se prolonga la guerra en Ucrania, el debate de política económica en Rusia ha pasado de celebrar el crecimiento impulsado por la guerra a discutir si la economía está estancada o ha entrado en recesión. En el primer trimestre de 2025, el PIB disminuyó un 0,6% respecto al trimestre anterior, y luego creció sólo un 0,4% en el segundo trimestre. Incluso las previsiones más optimistas esperan que el crecimiento de Rusia se sitúe en torno al 1% en 2025, lo que supone un fuerte descenso respecto al 4,3% de 2024 y el 4,1% de 2023.
A pesar de esta desaceleración, la inflación sigue siendo un reto. Por ello, el Banco Central ruso ha rebajado recientemente su tipo de interés oficial en 100 puntos básicos -un recorte menor de lo esperado- hasta el 17%. Los consumidores rusos ya están notando el pellizco. Se prevé, por ejemplo, que las ventas de coches caigan un 24% este año.

Putin inspecciona armamento en unas maniobras militares de Rusia y Bielorusia en septiembre
El Presidente Vladimir Putin también se enfrenta a un reto fiscal. El déficit presupuestario de Rusia en los ocho primeros meses de 2025 alcanzó el 1,9% del PIB anual y se prevé que crezca hasta el 2,6% del PIB a finales de año: bajo para los estándares estadounidenses o europeos, pero problemático para un país al que se le ha cortado el grifo del endeudamiento internacional como castigo por invadir Ucrania.
En el mismo periodo, los ingresos fiscales por el petróleo y el gas cayeron en torno a un 20% interanual, vaciando así el fondo soberano. La parte líquida de este fondo asciende ahora a 50.000 millones de dólares, es decir, el 1,9% del PIB. Consciente de que, con el actual modelo económico, se quedará sin liquidez en menos de un año, Putin acaba de anunciar un presupuesto para 2026-28 que incluye importantes subidas de impuestos. Esto deprimirá aún más la economía y podría desencadenar una reacción violenta de la opinión pública.
A pesar de los múltiples desafíos, Putin no parece inmutarse; la situación aún no es catastrófica, la economía rusa puede estar estancada, pero no se está hundiendo
Además de las crecientes presiones económicas, Rusia se enfrenta a una crisis demográfica cada vez más profunda. Alrededor de un millón de soldados han muerto o han resultado heridos en la guerra, y aproximadamente el mismo número de personas han huido del país, muchos de ellos hombres que evitaban el servicio militar obligatorio. Resulta revelador que este año Rusia haya dejado de publicar datos demográficos.
Además, el régimen de sanciones de Occidente ha limitado el acceso de Rusia a tecnologías cruciales, socavando la inversión en la economía y los esfuerzos de modernización.
Dadas estas condiciones, no sorprende que una mayoría sustancial de rusos se haya cansado de la guerra. En una encuesta reciente, el 66% de los encuestados se mostraron a favor de iniciar negociaciones en lugar de continuar con las “acciones militares” en Ucrania.
Mientras Putin siga apoderándose de más territorio ucraniano, no tendrá ningún incentivo para negociar
A pesar de estos múltiples desafíos, Putin no parece inmutarse. Ello se debe a que la situación aún no es catastrófica. Después de todo, la economía rusa puede estar estancada, pero no se está hundiendo. Y con una mano de obra de más de 72 millones, Putin todavía puede reclutar unos 30.000 soldados al mes pagando a los hombres de las regiones más pobres de Rusia diez o veinte veces su salario medio. Estos factores, unidos a su aparato de represión, probablemente han convencido a Putin de que dispone de los medios para mantener en marcha su economía de guerra y reprimir el descontento interno durante todo el tiempo que sea necesario.
Quizás lo más importante es que las fuerzas rusas siguen avanzando en el campo de batalla, un elemento crítico de la estrategia de Putin. Sin duda, el proceso es lento y costoso en términos de vidas y dinero. Pero mientras Putin siga apoderándose de más territorio ucraniano, no tendrá ningún incentivo para negociar, independientemente de lo que le ofrezca el gobierno estadounidense.
Esto no quiere decir que las sanciones occidentales hayan fracasado. Putin tiene un acceso limitado a la tecnología militar de vanguardia y debe depender de China, Corea del Norte e Irán para obtener piezas de repuesto y otros suministros. Dispone de menos efectivo para reclutar soldados, y puede que necesite gastar aún más para sofocar los disturbios civiles. En el nuevo plan fiscal para 2026, tiene que presupuestar la misma cantidad para gastos militares y de seguridad en rublos nominales, reduciendo así de facto este gasto ajustado a la inflación.
De cara al futuro, los problemas demográficos de Rusia implican que el Kremlin tendrá que ofrecer primas cada vez más elevadas a los reclutas y gastar más en salarios para los trabajadores de las industrias de defensa, mientras soporta una mayor desaceleración en los sectores civiles. Mientras tanto, una recesión socavaría el equilibrio fiscal y sumiría al país en un círculo vicioso, ya que los mayores impuestos necesarios para financiar la guerra frenarían el crecimiento económico y reducirían aún más los ingresos.
En opinión de Putin, éstas son preocupaciones para otro día. A corto plazo, dispone de recursos suficientes para mantener el orden en su país y pagar el lento avance de su ejército en Ucrania. Sí, a costa del gasto en educación, sanidad, innovación e infraestructuras. Pero para Putin, avanzar en el campo de batalla es una mejor inversión en el futuro de Rusia: significa que tendrá una mano más fuerte cuando llegue el momento de llegar a un acuerdo.
Si a Putin le importan las ganancias territoriales por encima de todo, la cuestión pasa a ser cómo detener el avance de las tropas rusas en Ucrania. Para ello será necesario que Occidente presione al máximo sobre los puntos débiles de Putin. Sólo reforzando las sanciones tecnológicas, económicas y financieras contra el Kremlin, proporcionando armas avanzadas a Ucrania e incentivando la fuga de cerebros rusos podrán los responsables políticos occidentales acelerar la desaparición de la maquinaria bélica de Putin, congelar la línea del frente y salvar vidas ucranianas.
Sergei Guriev. Decano y profesor de Economía en la London Business School, fue rector de Sciences Po y economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo.
Project Syndicate, 2025.