
La rectora interina de la Universidad Columbia de Nueva York, Katrina Armstrong, dimitió de su cargo este viernes, justo una semana después de que la institución se rindiera ante el presidente Donald Trump y aceptara sus condiciones para recuperar fondos federales por valor de 400 millones de dólares.
Armstrong asumió el cargo en agosto del 2024, después de que Nemat Minouche Shafik renunciara a consecuencia de un semestre de primavera que cerró el pasado curso marcado por por las tumultuosas acampadas en el campus y manifestaciones como consecuencia de la guerra en Gaza.
La universidad nombró de inmediato a Claire Shipman, co presidenta de su consejo de administración, que asumió el puesto en funciones. Armstrong regresará a dar clases al Irving Medical Center de la Columbia.
La administración Trump canceló esos fondos de 400 millones a principios de marzo, un duro golpe para una institución docente que obtiene aproximadamente una quinta parte de sus ingresos operativos anuales del gobierno federal.
La pérdida de estos ingresos hizo que de inmediato se cancelarán investigaciones sobre inteligencia artificial o el cáncer y que se despidiera a personal vinculado a esos programas. Otros se hallaban en la cuerda floja.
Como recurso para recuperar esa financiación, la Columbia mostró su acuerdo a las condiciones impuestas por el ejecutivo de Trump, que suponen la implantación de una política sobre manifestaciones mucho más estricta.
Entre estas condiciones figura la creación de una especie de fuerza de choque compuesta por 36 “agentes especiales” con capacidad para sacar a la gente del campus o incluso detenerla. Otro de los requisitos es la prohibición del uso de mascarillas en el campus, excepto por razones religiosas o médicas.
Hay un tercer aspecto, y el más controvertido, al menos desde el punto de una institución señera en la educación. Consiste en la imposición de un vicerrector, lo que viene a ser un censor o vigilante, que supervisará los estudios que se observan como posibles fuentes de subversión, esto es, los que versan sobre Oriente Medio, sur de Asia y África.
La Casa Blanca exigió que estas disciplinas se pusieran bajo una administración judicial académica. Se trata de una figura oscura que la uiniversidad puede prolongar el tiempo que sea, como si fuera un estado de sitio, en caso de que la disfuncionalidad se alargue.
La decisión de la Columbia fue ampliamente condenada como un acto de capitulación. Su respuesta de genuflexión, también muy criticada por la mayoría de sus docentes, es el reflejo del acoso del presidente Donald Trump. Harvard, la Universidad de Pensilvania, la de Michigan o Stanford, entre otras muchas, afrontan chantajes similares. O se rinden al pensamiento único o les cierran el grifo.
Entre tanto, al menos 300 estudiantes internacionales han visto revocados sus visados por participar en protestas a favor de Palestina. Pero hay estudiantes que han sido detenidos incluso disponiendo del permiso de residencia.
El gobierno Trump mostró esta semana su satisfacción por la sumisión de la Columbia a sus condiciones. Aseguró que iban por buen camino, pero en ningún momento expresaron prisa alguna por devolver los fondos federales.