La relación entre Macron y Valls se tensa por el futuro de Nueva Caledonia

El nombramiento de Manuel Valls como ministro de Ultramar y número tres del Gobierno francés causó sensación hace seis meses. Fue el retorno espectacular al primer plano de una personalidad fuerte que nunca tuvo una relación fácil con Emmanuel Macron. Quienes auguraban fricciones han acertado porque el actual presidente de la república y su antiguo jefe de gobierno durante la presidencia de Hollande parecen discrepar sobre la cuestión de Nueva Caledonia, donde la negociación entre independentistas y unionistas está encallada.

Valls ha viajado ya en tres ocasiones al conflictivo archipiélago en el Pacífico sur, que ya conocía bien de su época de primer ministro y de diputado, para tratar de poner de acuerdo, hasta ahora sin éxito, a las dos comunidades, la población autóctona canaca, mayoritariamente partidaria de la independencia, y la de origen europeo, que defiende seguir siendo parte integral de Francia.

Antes de su actual cargo,Valls ya criticó al presidente por su “obstinación imbécil y criminal” en las islas

Al ministro de Ultramar se le atribuye más flexibilidad que al presidente para hacer concesiones a los independentistas. Valls, que fue muy duro contra los independentistas catalanes durante el procés , ha sondeado a los líderes canacos sobre la posibilidad de una soberanía casi total, aunque manteniendo un vínculo con Francia en cuestiones como la defensa o las relaciones exteriores. Eso ha irritado sobremanera a los unionistas, encabezados por la presidenta de la Provincia Sur, Sonia Backès, hija de inmigrantes portugueses, una macronista que fue secretaria de Estado en París. Backès cree que Valls está dispuesto a renunciar a estas islas en las antípodas –a 18.000 kilómetros de la metrópoli– y que actúa por su cuenta, sin un mandato explícito de Macron. También Los Republicanos (LR, derecha gaullista) han arremetido contra el titular de Ultramar por su actitud y han amagado con retirarse de la coalición en París si se renuncia a Nueva Caledonia.

Según Le Monde , Macron está más cercano a las posiciones de los unionistas y quiere relanzar el diálogo –guiándolo él mismo– al invitar a todas las partes a París en fecha próxima. Ante el mismo diario, Valls quiso minimizar eventuales diferencias y reivindicó su derecho, como ministro responsable del delicado asunto, a tomar la iniciativa. “Trabajamos juntos con el presidente y el objetivo continúa siendo llegar a un acuerdo entre el Estado, los independentistas y los no independentistas –declaró–. Mientras que el diálogo no se rompa y mientras haya una vía posible, hay que intentarlo todo”.

La designación de Valls al frente de la cartera de Ultramar fue una sorpresa no solo porque el ex primer ministro estaba casi retirado desde su renuncia como concejal de Barcelona sino porque había realizado unas declaraciones furibundas contra Macron, solo un mes antes de ser nombrado, por su política en Nueva Caledonia. Ante Le Parisien , lo acusó de “dilapidar treinta años de diálogo y de progreso” y de estar “mal aconsejado”. Llegó a achacarle “una obstinación imbécil, irresponsable y criminal”. Valls se refería a los sangrientos disturbios habidos unos meses antes que volvieron a colocar al archipiélago al borde de la guerra civil y obligaron a Macron a desplazarse de urgencia a Nouméa. El detonante del estallido de malestar fue la pretensión de París de cambiar el censo electoral, hasta entonces muy favorable a los autóctonos y que solo daba el voto a los ciudadanos de origen europeo con decenios de residencia en las islas.

El violento ataque contra Macron no impidió que el presidente tolerara la entrada de Valls en el Gobierno, a propuesta del nuevo primer ministro, François Bayrou. Consciente del revuelo causado, el propio Bayrou comentó en una entrevista, con ironía, que veía a Valls como “una personalidad un poco kamikaze”.

Más allá de las disensiones entre Macron y Valls, quizás exageradas por la prensa, el contencioso de Nueva Caledonia tiene difícil solución. Los unionistas estiman que los tres referéndums de autodeterminación durante la presidencia de Macron –en el 2018, el 2020 y el 2021–, en todos los cuales ganó el no a la independencia, deberían haber zanjado la cuestión. Sostienen que no tiene sentido pensar en organizar una cuarta consulta, algo que sí apuntó –para dentro de 30 o 40 años– la líder ultraderechista, Marine Le Pen, en una reciente visita en la que fue abucheada por los unionistas.

La estrategia de Valls es alcanzar un acuerdo, una fórmula aceptable por una gran mayoría, y luego votar, para evitar el dilema binario de sí o no a la independencia que fractura a la sociedad. Mientras no haya un pacto y un horizonte de estabilidad, la economía de Nueva Caledonia no remontará y continuará la fuga de la población de origen europeo.

Junto al conflicto político interno, las islas afrontan una grave crisis de su principal industria, la extracción y procesamiento del níquel, su mayor riqueza natural. Este mineral hace del archipiélago un eventual bocado apetitoso para potencias como China, un factor relevante en la compleja ecuación geopolítica que Francia debe resolver en ese confín remoto de su antiguo imperio.

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