La situación económica y el síndrome de Siria empujan Irán a negociar

El dictamen es positivo, tal y como indicaba ayer ayer el mercado de cambio iraní después de conocer el resultado de las conversaciones con el gobierno estadounidenses del sábado en Omán. De cambiarse por encima del millón de riales, el dólar descendió cerca de los ochocientos cincuenta mil, algo que parecía imposible semanas atrás cuando el presidente Donal Trump dio un ultimátum de dos meses a Irán para negociar el programa nuclear. De lo contrario atacaría, sentenció.

Desde entonces ha repetido la amenaza en varias ocasiones. “Yo creo que a Irán no le quedaba otra opción que aceptar negociar. La situación es muy difícil”, asegura Amir, de 42 años, que se dedica a cambiar moneda extranjera en las cercanías de la plazoleta de Ferdosi, en Teherán. “Personalmente no creo que lleguen a ningún acuerdo, pero para el mercado es importante que se reúnan de nuevo”, concluye.

La celebración de un segundo encuentro el próximo sábado se ha vivido casi como una victoria

Nada mejor para medirle el pulso a la realidad iraní, especialmente en el contexto internacional, que darse una vuelta por ese punto central de la ciudad, cerca de embajadas como la británica o la rusa, donde operan las casas de cambio no oficial. El precio del dólar, más que la bolsa local, que también se recuperó, mostraba que la confianza en el país volvía a recuperarse. Al menos en una mínima parte.

También lo reflejaba así la prensa local, que en sus titulares recogía las declaraciones que llegaban desde Washington de que las primeras conversaciones habían sido “positivas y constructivas”. También hacían alusión a las palabras del Ministro de Exteriores, Abbas Araqchi, que encabezaba la delegación y que destacó el ambiente de respeto mutuo de las conversaciones.

El mismo Araqchi reconoció que al final del encuentro “indirecto” se habían cruzado con Witkof y habían sostenido un corto diálogo. Un hecho que para los iraníes tiene su interés pues es el Líder Supremo el que impone esas restricciones. En un principio negó la posibilidad de diálogo para luego acceder con la condición de que fueran indirectas.

En Teherán hay diferentes versiones sobre cómo el Ayatolá  Alí Jamenei dio luz verde a las conversaciones, pero todas coinciden en su relación con la grave situación económica del país y el temor a una explosión social de seguir las cosas así.

El fantasma de Siria con el régimen de Bashar Al Assad, que se derrumbó en unos días, está presente en un sistema cada vez más débil. La economía es sólo una cara de la situación. El 2024 fue uno de los años más duros de la historia de la República Islámica. Murió el presidente Ibrahim Raisi en un accidente de helicóptero que aún levanta sospechas. E Israel ha acabado con la vida de dos de sus mejores peones en la región, Ismail Haniyeh y Hassan Nasralah. Finalmente, los golpes a Hizbulah han sido difíciles de digerir.

“El borrador de Witkoff carece de amenazas”, señalaba el periódico Keyhan, el más radical de los que se publican en el país y cuyo director es designado por el Líder Supremo. El editorial rescataba que el enviado especial del presidente Trump, Steve Witkoff, no había llegado con peticiones “maximalistas” que cerraran la puerta a las negociaciones antes de comenzar, como ya lo había advertido Teherán.

Los radicales subrayan que estas negociaciones no solo son con Estados Unidos sino con Donald Trump, que retiró al país del acuerdo nuclear firmado en 2015 e impuso fuertes sanciones contra Irán, sino que también ordenó la muerte del general de las fuerzas Qods, Qassem Suleimani. Uno de los peores golpes para Irán en las últimas décadas.

Muchos temían que Estados Unidos pidiera el desmantelamiento del programa nuclear, como se había esbozado en un primer momento, o que incluyera el cierre del programa de misiles y el fin del apoyo a los grupos regionales que forman del “Eje de la Resistencia”.  Pero las exigencias de Washington, al menos en lo que se ha hecho público, serían más moderadas.

EE.UU. se habría fijado como objetivo el programa nuclear: la reducción del uranio enriquecido y una mayor monitorización de las instalaciones nucleares que permita confirmar que Irán no dará el paso a un programa de armas nuclear. Un extremo que el Líder Supremo niega, pese a que los radicales creen que la única herramienta de disuasión para Irán es crear armas nucleares.

“Esto apenas empieza y ya hemos pasado por situaciones similares antes, así que esperaremos ”, concluye Omid, de 37 años, que también cambiaba dólares en el centro de Teherán.

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