Los mercados financieros emiten señales que solo los más atentos captan a tiempo. Mientras bitcoin (BTC) corrige tras haber alcanzado un máximo histórico a comienzos de octubre y la onza de oro toca un récord histórico de 4.380 dólares, los inversores perciben un cambio profundo.
Este movimiento señala un punto de inflexión en las políticas monetarias, donde el oro, históricamente un barómetro de crisis, lidera el camino. En un mundo donde la confianza en el dinero tradicional se tambalea, activos como el oro y BTC emergen como refugios frente a la incertidumbre.
El analista que se identifica en redes sociales y foros de internet como EndGame Macro describe el alza del oro como “el grito del mercado”, una advertencia de que algo estructural se está rompiendo. “No vemos una subida tan pronunciada del oro, con el petróleo cayendo, el dólar estable y los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo en descenso, a menos que el sistema esté entrando en modo de prevención de crisis”, explica.
Históricamente, el oro ha señalado momentos críticos con su aumento. En el año 1979 anticipó una inflación descontrolada y la pérdida de confianza en el dólar. Para 2008 precedió la expansión masiva de los balances de los bancos centrales tras el colapso crediticio. Luego, en 2020, marcó la intervención de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) para frenar una crisis de liquidez, como se aprecia en el siguiente gráfico.

“Este movimiento sugiere que las grandes instituciones se preparan para un evento de financiación o crédito, como un fallo en el mercado de bonos del Tesoro, una restricción de liquidez bancaria o un impago internacional que obligue a un nuevo respaldo”, detalla EndGame Macro.
Por ello, el oro no solo sube por su valor intrínseco, sino porque los inversores huyen del riesgo de contraparte, el temor a que las promesas financieras no se cumplan. “No se trata de inflación esta vez”, subraya. “Es una señal de que los responsables políticos podrían perder el control, forzándolos a intervenir con medidas de liquidez bajo un nuevo nombre”, agrega el analista.
La erosión de la moneda fíat
Por su parte, el trader Pablo Gil ofrece una perspectiva complementaria: el auge del oro responde al “debasement trade”, la huida de los inversores de bonos soberanos y monedas tradicionales ante el temor de que el dinero pierda valor real.
“Con déficits públicos descontrolados, deudas en niveles históricos y gobiernos reacios a la disciplina fiscal, la idea de una ‘degradación’ del dinero fíat ya no suena descabellada”, afirma.
Esta desconfianza impulsa a los inversores hacia activos menos manipulables, como el oro, la plata y BTC. “El oro y la plata han roto máximos históricos, y bitcoin, pese a su volatilidad, acumula alzas significativas este año”, señala Gil. Para él, estos activos son “las nuevas trincheras” frente a la pérdida de poder adquisitivo de las monedas tradicionales.
A diferencia de EndGame Macro, que centra su análisis en un cambio sistémico inminente, Gil ve el movimiento como parte de una transición más gradual. “Los bancos centrales acumulan oro, algunos países exploran monedas digitales y la deuda pública crece a ritmos insostenibles. La confianza en el dinero fíat se resquebraja, pero el sistema no colapsa de un día para otro”, sostiene. Para él, el oro y bitcoin son síntomas de un desplazamiento hacia activos percibidos como más sólidos.
Bitcoin: ¿refugio o especulación?
El economista Daniel Arráez, especializado en bitcoin y criptomonedas, aporta una tercera visión en una entrevista con CriptoNoticias. Coincide con EndGame Macro y Gil en que el oro y bitcoin reflejan una crisis de confianza en el dinero fíat.
“El dinero por decreto está perdiendo poder de compra, y los inversores buscan activos que no dependan de gobiernos”, afirma. Sin embargo, diverge de EndGame Macro en un punto clave: no ve una aversión general al riesgo, sino un apetito por él. “Observamos movimientos de cientos de millones en posiciones apalancadas con mala gestión de riesgo. Esto no es huida del riesgo, sino una evasión de la ilusión regulatoria”, explica.
Para Arráez, bitcoin brilla cuando se usa como un “activo soberano”, diseñado para ser independiente y resistente a la censura. “En economías devastadas, como Venezuela o países del sur de África, bitcoin ha sido un refugio frente a monedas locales colapsadas”, detalla. Pero advierte que dejarlo en plataformas de terceros anula su potencial. “Si no controlas tu bitcoin, es como tener dinero en un banco de inversión. No es un refugio”.
A diferencia del oro, cuyo rol como valor refugio es ampliamente aceptado, bitcoin lucha contra su percepción especulativa. Aún así, Arráez destaca su creciente adopción. “Fondos de inversión, empresas privadas y hasta gobiernos están acumulando bitcoin. Esto podría reconfigurar su distribución y propiedad”, señala. Desde su origen en 2009, en plena crisis financiera, bitcoin se diseñó como una alternativa al dinero tradicional, y su relevancia crece en contextos de inestabilidad.

La postura contraria —que el sistema fíat sigue siendo sólido— tiene argumentos sólidos. La demanda de bonos del Tesoro estadounidense y la hegemonía del dólar en el comercio global sugieren que el cambio no será inmediato.
Sin embargo, las señales son innegables: los bancos centrales acumulan oro, los ensayos con monedas digitales proliferan y la deuda pública crece sin freno. Como dice Gil, “la estabilidad económica depende de la credibilidad. Cuando la política abusa del dinero, la historia demuestra que el dinero busca refugio en otra parte”.