“Estoy acostumbrado a mirar los ojos de la gente y al principio me sentía raro, pero aprendes a que detrás del objetivo de la cámara sigues viendo muchos rostros que anhelan la eucaristía”. Son palabras de Benjamín Rey, párroco de Santa Catalina, que junto a sus colegas de la parroquia de San Juan Bautista de la Concepción, llevan más de un mes oficiando misa a puerta cerrada.
En efecto, no ven a los fieles, ni oyen toses a destiempo, o algún que otro cuchicheo, o un bebé que se queja. Ni siquiera el llanto de una viuda en un funeral… El templo está en silencio, arropado por sus imágenes y el aura inherente a un lugar de culto, pero sin el bullicio humano de cada día. Un déficit amplificado durante la Semana Santa, todavía fresca. “Hemos vivido la Semana Santa más extraña de nuestras vidas”, admitía el sacerdote, que buscaba el ángulo positivo. “Una persona me decía que ha sido la Semana Santa más auténtica de su vida, porque ha vivido el dolor de la Cruz más cerca que nunca”.
En estos días, la reinvención del quehacer litúrgico y del trabajo pastoral está unida a la tecnología. No queda otra. Es ahí donde ha entrado Canal 2000TV, que se ha brindado a televisar una misa diaria y ha retransmitido los Oficios de la Pasión. Una plataforma ideal que las parroquias valoran, “están haciendo un trabajo precioso que la gente agradece muchísimo”. “Gracias a la tele estamos dando alegría a mucha gente que necesita el alimento de la fe”.
Parroquias más unidas
En su opinión, la retransmisión de las misas está sirviendo para que mucha gente de ambas parroquias no se sienta descuidada espiritualmente y reciba su “alimento diario”. “En esta situación tan rara se agradece mucho”. “Nos está ayudando a valorar más la oración y a interiorizar más la búsqueda del Señor por dentro”. Incluso cree que este cordón ha unido también a las propias parroquias. “Hemos celebrado los oficios juntos, lo que ha sido una experiencia de cercanía, de cariño, de necesitarnos y de comunión en lo fundamental, y eso nos ha fortalecido muchísimo”.
Benjamín Rey insiste en ser posibilista y valorar una vertiente distinta en su propio trabajo pastoral. “Esta situación me está ayudando a descubrir mi vida como cura de otra manera, y la verdad es que no paro”. La parte más dolorosa –reconoce- es acudir a las despedidas de tanta gente en el cementerio, en las que no da tiempo a llorar a los que se van.
Cáritas sigue ahí
Todas las actividades de voluntariado han parado por razones de seguridad, pero Cáritas Interparroquial continúa en pié. A su puerta sigue llamando mucha gente necesitada, atendida por la directora de Cáritas, Agustina Martínez, y por el propio Benjamín Rey como delegado local. “Ayudamos en lo más primario porque es gente a la que le han cortado de golpe los recursos”. Trabajadores de hostelería, temporeros agrícolas, limpiadoras caseras… “Son gente que vivían al día y de pronto se ven sin recursos”. “Tenemos que estar ahí, dando respuesta a la realidad del momento”.