La UE busca el equilibrio entre la agenda verde y potenciar su industria

Estaba previsto que fuera uno de los debates más intensos de la larga cumbre europea de ayer en Bruselas y, si no lo fue, por lo menos sí fue el más trascendental. Los líderes comunitarios llegaron a la capital belga con la misión de dar directrices para alcanzar el nuevo objetivo de emisiones del 2040, un problema ya anticipado: cada vez son más los países preocupados por si Europa puede perder competitividad frente a China o Estados Unidos si no ralentiza su agenda verde. La presión no viene solamente de estados conservadores como Italia o Polonia, sino también de las propias industrias. Francia y Alemania, preocupadas por su modelo económico, pidieron que el debate se trasladara a esta cumbre en Bruselas.

Los líderes comunitarios no alcanzaron ayer un acuerdo sobre el objetivo del 2040, que se pospone a una cumbre extraordinaria de ministros de Medio Ambiente el próximo 4 de noviembre. Pero el debate, según fuentes diplomáticas europeas, fue mejor de lo esperado y no hubo la batalla campal que algunos pronosticaban. El motivo es que no se centraron en buscar ninguna cifra, sino en discutir un tema de fondo sobre el modelo económico europeo y su capacidad para adaptarse a la transición verde, después de unos meses en que Bruselas ha flexibilizado normas ambientales para ayudar a sectores como el de la automoción.

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Todo sucede en un momento complicado, en el que Estados Unidos ha plantado a Occidente en la lucha contra el calentamiento global, con el presidente Donald Trump desmantelando todos los esfuerzos por contener las emisiones y con las preocupaciones por la dependencia de China, especialmente de sus minerales críticos esenciales para fabricar, por ejemplo, las baterías de los coches eléctricos. Es tan de alto voltaje que Estados Unidos ha llegado a enviar una carta junto con Qatar para presionar contra la ley europea que obliga a las empresas a velar por el respeto a los derechos humanos en su cadena de suministros.

La Comisión Europea pide que para el 2040 se reduzcan en un 90% las emisiones, en comparación con los niveles de 1990, uno de los objetivos más ambiciosos entre las grandes potencias mundiales. 

La CE, con España y Dinamarca, defiende mantener los objetivos; Italia y Polonia quieren reducirlos

La presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, defiende con ahínco que sí es posible compatibilizar la competitividad de la economía con la transición verde y “que la transición de una economía tan grande y bien establecida como la de la UE requiere una combinación de ambición, rapidez, pragmatismo y flexibilidad, así como un grado de protección contra la competencia desleal”, indicó en la carta dirigida a los líderes antes de la cumbre comunitaria. A la vez, cree que es una oportunidad de oro para que las industrias europeas se revitalicen y sean menos dependientes de China, que está invirtiendo mucho en energías renovables.

En la reunión de ayer se constató que hay bloques de países con posiciones muy divergentes. Con la Comisión Europea en el grupo de los convencidos de que la transición verde será un pilar de la economía se encuentran España o países nórdicos como Dinamarca. En el otro, Polonia, Italia y algunos países del este europeo creen que las normas climáticas son un lastre para la competitividad de las empresas.

“Esto refleja que Europa se enfrenta a tantos retos en tantos frentes que algunos temen que, si avanzamos demasiado en materia climática, si somos demasiado ambiciosos, no podamos soportarlo económicamente”, afirmó Mette Frederiksen, la primera ministra de Dinamarca, país que ostenta la presidencia rotatoria de turno de la UE.

El acuerdo sobre la reducción de emisiones en el 2040 se pospone a la cumbre del 4 de noviembre

“Ninguno de nosotros cuestiona el objetivo de la protección del clima. Todos opinamos que debemos combinarlo con la competitividad de la industria europea”, dijo el canciller alemán, Friedrich Merz, a su llegada. Francia lo que busca son salvaguardas para su industria, como endurecer un impuesto fronterizo sobre el carbono o proteger a los fabricantes de acero europeos­ de la competencia extranjera.

Las conclusiones redactadas buscaron ser un equilibrio entre estas dos posturas. Todos estaban descontentos, sin que ninguno de los bloques lo estuviera suficiente como para tirar los esfuerzos realizados hasta ahora por la borda. Sin embargo, y tal como se había anticipado, hablan de la importancia de contribuir al esfuerzo global para reducir las emisiones de una forma “ambiciosa y eficiente” y también de la necesidad de esta cláusula de revisión, “a la vista de los nuevos avances tecnológicos y la evolución de los retos para la competitividad global de la UE”. ”Hoy, reafirmamos nuestro compromiso con el Acuerdo de París, y también acordamos que debemos ser pragmáticos y flexibles en nuestra estrategia para estar seguros de que las ambiciones climáticas de Europa y la competitividad de nuestra economía no dejan a nadie atrás”, valoró el presidente del Consejo Europeo, António Costa.

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