
Un cuadro económico hecho de luces y sombras, como las que se filtran por los ventanales de las basílicas romanas. El legado del papa Francisco en este ámbito es controvertido. La caja, al cabo de doce años de reinado (en este caso terrenal), está vacía. Las cuentas del Vaticano presentan un déficit. Sale más dinero del que entra.
En su último número, la revista norteamericana Forbes ha publicado un artículo con la siguiente pregunta: “¿Debe ser el próximo Papa un Jesús con MBA?”. Las estimaciones (opacas, como de costumbre) hablan de unos números rojos que rondarían los 80 millones de euros y unos gastos que se situarían en 500 millones.
El problema es que los donativos, una de las mayores fuentes de ingresos (si excluimos los Museos Vaticanos, los derechos editoriales del Papa y algunos objetos de merchandising), están en caída libre. El llamado óbolo de San Pedro hoy llega a 50 millones de euros, un 40% menos que hace diez años. Además, el 90% de esta cifra va destinada a financiar la maquinaria de la Santa Sede; solo el resto a obras de caridad. La Iglesia alemana y estadounidense, hasta ahora los principales sostenedores financieros, se han apretado el cinturón cardenalicio.
Los fondos de pensiones suman un agujero de 600 millones que afecta a 5.000 empleados
Y, desde la pandemia, los fieles son menos propensos a contribuir a la causa (económica) católica. El pasado mes de mayo, en una entrevista a Milano Finanza , el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, confirmaba que “hoy todos luchan por sobrevivir e incluso la Santa Sede no lo tiene fácil, sobre todo teniendo en cuenta que vive de la caridad de los católicos en el mundo, de su generosidad. Pero esta disminuye porque –admitió el cardenal– “hoy hay menos sensibilidad”.
El otro agujero negro es el de los fondos de pensiones. El Vaticano es el Estado más pequeño del mundo, con unos 500 residentes pero unos 5.000 empleados. Habría un desajuste que llegaría a los 600 millones de euros, según la publicación The Pillar , una cifra que se redujo a la mitad en la última década. “El sistema actual de pensiones es incapaz de garantizar a medio plazo el cumplimiento de la obligación de pensiones para las generaciones futuras”, escribió el Papa a los cardenales durante su mandato.
“Ahora todos somos plenamente conscientes de que necesitamos medidas estructurales urgentes, que ya no se pueden posponer, en el contexto de los limitados recursos de que dispone toda la organización”, explicaba Francisco, quien subrayaba que “no se trata de decisiones fáciles y requerirán una especial sensibilidad, generosidad y voluntad de sacrificio por parte de todos”.
El Vaticano cuenta con 5.000 inmuebles, pero solo una mínima parte produce rentas de alquiler
¿Hay que preocuparse? El dilema no tiene fácil solución. “El Estado del Vaticano no puede contar con ingresos fiscales (solo hay unos pocos centenares de contribuyentes), ni puede hacer uso de instrumentos financieros especulativos sin escrúpulos”, recordaba Francesco Peloso, periodista autor del libro La banca del Papa .
Si se excluyen las obras de arte, de valor incalculable, el Vaticano cuenta con varios salvavidas. De entrada, unos 5.000 inmuebles, valorados en 6.000 millones de euros. Pero menos del 20% de ellos se alquilan a precios de mercado. El 10% son de renta antigua, y el resto –un 70%–, no proporciona renta alguna, al estar en manos de entidades religiosas que no pagan nada.
Por otra parte, las dos cajas fuertes patrimoniales: el polémico IOR (Instituto para las Obras Religiosas), que proporciona servicios financieros y bancarios a entidades eclesiásticas y a particulares y que gestiona inversiones según criterios éticos católicos) y la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), parecido a un banco central, que se encarga de administrar el patrimonio y otros activos inmobiliarios) ofrecen balances positivos. Estos dos brazos económicos del Vaticano pueden contribuir en parte a nutrir las maltrechas finanzas vaticanas.
Ante los escándalos, el Papa forzó la reforma del IOR y de la APSA, las dos entidades gestoras
En el 2023, el IOR (que invierte en gran mayoría en bonos y una parte más reducida en acciones) registró un beneficio neto que ascendió a 30,6 millones y gestiona activos por valor de 5.400 millones. Escenario más o menos idéntico para la APSA, que se anotó ganancias de 45,9 millones de euros. Ambas instituciones aportaron en su conjunto más de 50 millones a las arcas vaticanas.
Desde sus comienzos, Francisco se mostró muy crítico contra los excesos del sistema económico. Se le recuerdan frases polémicas, como que “el capitalismo que mata” o que “el dinero es el excremento del diablo”. Más allá de las palabras, su afán reformador en las finanzas vaticanas tuvo resultados destacables. Reformuló el IOR, adaptándolo a los estándares internacionales contra el lavado de dinero; creó el cargo de auditor general y un ministerio ad hoc, la Secretaría de Economía, y retiró de la Secretaría de Estado el acceso a los fondos reservados tras el escándalo de una inversión en un edificio londinense, que provocó pérdidas de más de 600 millones y llevó a la condena del cardenal Giovanni Angelo Becciu en primera instancia a cinco años y medio de prisión.
Pero Jorge Mario Bergoglio se quedó a medias. Su sucesor tendrá trabajo. Gerald Posner, autor del libro God’s bankers (Los banqueros de Dios) ha escrito: “Aunque los cardenales generalmente se dividen en dos bandos cuando se trata del dogma religioso (tradicionalistas y progresistas), las líneas no son tan claras cuando se trata de la gestión financiera. Incluso aquellos que dirigen sus propias diócesis con beneficios no están familiarizados con los desafíos únicos a los que se enfrenta un Papa”.