
Un millón, quizás más. Jóvenes de todo el mundo han invadido Tor Vergata, una explanada en la periferia sur de Roma, para celebrar el Jubileo de los Jóvenes con León XIV. Los peregrinos, entre ellos al menos 30.000 españoles, pasaron la noche en tiendas y sacos de dormir tras la vigilia con el Pontífice el sábado por la noche, soportando incluso una tormenta breve pero intensa, a la espera del acto conclusivo: la misa celebrada por el Papa esta mañana, junto a 450 obispos y 7.000 sacerdotes.
El Pontífice aterrizó en helicóptero en Tor Vergata para su primer gran baño de multitudes. Se mostró emocionado ante el impresionante mar de banderas de todos los países. Recorrió durante más de una hora en papamóvil las avenidas creadas entre los campamentos, recogiendo regalos y estrechando manos. “No nos alarmemos si por dentro nos sentimos sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro. No estamos enfermos, ¡estamos vivos!”, dijo Robert Francis Prevost, citando una homilía de su predecesor, Francisco, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa en 2023. Al término de la misa, el Papa recordó a María Cobo, la joven española fallecida a los veinte años en Madrid, tras interrumpir su viaje a Roma y a la peregrina egipcia Pascale Refic, que murió durante el trayecto.
En Roma se llevaba dos años trabajando para este evento: en las 96 hectáreas de la explanada se instalaron miles de baños químicos —incluidos 158 adaptados para personas con discapacidad—, más de 2.600 fuentes de agua potable, cinco millones de botellas de agua, 70 nebulizadores, 122 cámaras de videovigilancia y un centro de control de 400 metros cuadrados.
Para todos, en el fondo, esto ha sido un bautismo. Para una generación —a veces incluso biológicamente— hija de aquellos “papaboys” que invadieron ese mismo prado de Tor Vergata durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000. Pero también ha sido un bautismo para León XIV, que por primera vez se enfrenta a una multitud de esta magnitud. “Es el acontecimiento mediático más relevante desde su elección”, explica a *La Vanguardia* Roberto Regoli, historiador y director del Departamento de Historia de la Iglesia de la Universidad Gregoriana.
No fueron los dos millones, quizás dos millones y medio, de hace 25 años, pero la marea ha sido igualmente imponente. Ha sido una semana muy intensa: Roma fue literalmente invadida por grupos llegados con sus banderas desde todos los rincones del mundo. Los actos del programa oficial —como las confesiones multitudinarias en el Circo Máximo y las misas en la plaza de San Pedro— fueron apenas una gota en el mar de miles de escenas vividas en el centro de Roma, que generaron simpatía, aunque también alguna escena aislada de molestia entre los habitantes de la capital italiana.
Prevost se dejó arrastrar por ese entusiasmo. Se presentó por sorpresa a la misa inaugural del pasado martes, lanzando un mensaje claro, con la esperanza de que “guardéis en vuestro corazón todo lo que viváis durante este jubileo. Pero por favor, que no se quede solo en un bonito recuerdo con fotos”. Un llamamiento contra la frivolidad, que repitió unas horas antes en un encuentro con “influencers católicos”, en el que se reflejó bien el estilo directo y cercano de este Papa.
“Roma no olvidará este alboroto”, dijo Juan Pablo II en el año 2000. Una frase que, 25 años después, sigue resonando con fuerza.