El papa León XIV regresa a los jardines de la tradición. Este fin de semana, el obispo de Roma ha vuelto a Castel Gandolfo, residencia estival de los pontífices desde 1620. Roma siempre fue una ciudad insalubre, especialmente en verano. Hace siglos existía el riesgo de contraer la malaria en Roma, razón por la cual cardenales, aristócratas y ricos comerciantes marchaban unos meses a las afueras, preferentemente a Tivoli y a las elegantes villas construidas alrededor del lago Albano. Allí está Castel Gandolfo. En un arrebato peronista, Francisco acabó con el veraneo pontificio. León XIV lo ha recuperado. A la vuelta de las vacaciones es muy probable que el nuevo papa pernocte de manera permanente en el palacio Apostólico del Vaticano, cerrando el significativo paréntesis abierto por su antecesor que prefirió dormir durante trece años fuera de palacio, en la hostería de Santa Marta.
León XIV regresa a la senda de la tradición. No se pelea con Donald Trump, de momento. Parece más cauto que su predecesor. Menos carismático, más metafísico. Más platónico. Agustino, en definitiva. No levanta la voz. No es teatral. La Santa Sede estaría regresando a la ‘normalidad’. Hay una línea informativa que ha colocado el foco en ese punto de vista. Gustan los gestos del nuevo Papa que puedan ser leídos como un pacto con el tradicionalismo. El día de Corpus, por ejemplo, León XIV encabezó la procesión que discurre entre las basílicas de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor, portando la custodia con la hostia consagrada bajo un palio dorado sostenido por ocho miembros de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. Un diario digital español tituló que el Papa había “liderado” la procesión de Corpus en Roma.

León XIV saluda a su llegada a Castel Gandolfo el domingo

La iluminación del escenario es una de las grandes disciplinas de nuestro tiempo. La mirada va allí donde quiere el foco. Hay mucha gente luchando a diario por el control del cuadro de luces. Quizás esa sea la causa de la penumbra que ha envuelto unas recientes palabras de León XIV, pronunciadas el día después de la agitada cumbre de la OTAN en La Haya. En algunos importantes medios de comunicación europeos esas palabras pasaron casi desapercibidas. 26 de junio. Ese día, León XIV advirtió que la espiral del rearme está dando demasiado poder a los “mercaderes de la muerte”. El Papa quiso matizar una vieja frase latina, muy repetida estos días: Si vis pacem para bellum. Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Estas fueron sus palabras en un encuentro con representantes de las iglesias católicas orientales celebrado en el Vaticano: “¿Cómo se puede creer, después de siglos de historia, que las acciones bélicas traen la paz y no acaban volviéndose contra quienes las han llevado a cabo? (…) La gente es cada vez menos ignorante de la cantidad de dinero que va a los bolsillos de los mercaderes de la muerte, dinero con el que se podrían construir más hospitales y escuelas; ¡y en cambio se destruyen los que ya existen!”.
En La Vanguardia hemos puesto el foco en el regreso a los jardines de la tradición, pero también a esas significativas palabras de León XIV, pronunciadas el día después de la agitada reunión de La Haya, en la que muchos gobernantes europeos fingieron rendir pleitesía al presidente Trump. Sólo uno de ellos, empujado por una complicada situación interna, dijo que no, que no piensa elevar el gasto militar de España al 5% del PIB, tal y como reclama la presidencia de los Estados Unidos.

La entrada al palacio de Castel Gandolfo
Francesco Olivo, corresponsal de nuestro diario en Italia, ha explicado con detalle el regreso a Castel Gandolfo y ha dado contexto a las relevantes palabras del pontífice sobre el rearme. Aún es pronto para trazar conclusiones categóricas sobre el nuevo Papa. Cien días no son nada en la escala temporal de la Iglesia católica. Quizás habrá que esperar un año o dos. En estos momentos solo tenemos esbozos, trazos que nos pueden parecer contradictorios, que anuncian una fuerte personalidad, un estilo propio, una mente muy ordenada.
Robert Francis Prevost está atento a la tradición y pone mucho énfasis en la unidad de la Iglesia católica. Su lema pontificio es In Illo uno unum, ‘En el Uno somos uno’. Parece más interesado que su antecesor en el funcionamiento regular de los órganos de gobierno de la Iglesia, es respetuoso con la Curia vaticana, pero no adopta un lenguaje decorativo ante los problemas del mundo. No se comporta como un doroteo, nombre que recibía en Italia la corriente principal de la Democracia Cristiana, muy hábil a la hora de pactar en todas direcciones, con los más sofisticados ejercicios de equilibrio. (Se llamaban así porque sus fundadores se reunieron por primera vez en el convento de Santa Dorotea, en Roma). Pragmáticos, moderados, cautos y muy hábiles en los juegos de poder, los ’doroteos’ mandaron mucho.
No nos precipitemos. Después del verano vendrán los primeros nombramientos importantes del nuevo pontífice, y al parecer ha comenzado a redactar su primera encíclica. Entretanto hay un León que empieza a gustar a la derecha y otro León que no disgusta a la izquierda. La revista italiana Limes acaba de publicar un volumen monográfico dedicado al nuevo Papa que lleva por título El enigma del papa León. Su lectura es muy aconsejable.
El Papa contra el rearme. Nada nuevo, podría objetarse. A lo largo del siglo XX, todos los obispos de Roma se pronunciaron en favor de la paz y en contra de la guerra, aunque no todos lo hicieron de la misma manera. La encíclica Pacem in Terris (‘Paz en la tierra’) firmada por Juan XXIII en 1963 es considerado un documento básico en la política de distensión que las dos grandes potencias del momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, intentaron llevar a cabo después de la crisis de los mísiles en Cuba. La encíclica fue publicada unos meses antes del asesinato presidente norteamericano John F. Kennedy. El líder soviético Nikita Kruschev manifestó en público su aprecio por el texto del papa Angelo Giuseppe Roncalli.

El Papa Juan XXIII
León XIV no está empleando términos decorativos en su crítica al mundo. No pretende gustar a todos. No parece doroteo. Escoge el momento –el día después de la asamblea general de la OTAN- y una expresión muy dura, referida a los fabricantes de armas: mercaderes de la muerte. Ahí podríamos decir que desborda a Francisco, aunque sea con un tono más calmo. El Papa le dice a la OTAN que no cuente con la Iglesia católica para legitimar la escalada armamentística, de la misma manera que Juan Pablo II les dijo a George Bush padre y a George Bush hijo que no contasen con él para legitimar las incursiones militares norteamericanas en Oriente Medio en 1991 y 2003. (Guerra del Golfo e invasión de Irak).
El nuevo Papa se pronuncia contra la centralidad del rearme en la vida política y social y advierte contra el negocio de los mercaderes de armas, más allá de las razones objetivas que puedan justificar un incremento de los gastos en defensa en diversos países. León XIV da otro paso remarcable: contrapone el gasto en armamento al gasto social. Pone en tensión ambos polos. Gastamos en armas que destruirán escuelas y hospitales, en vez de construir más escuelas y hospitales. Dicho de otro modo, León XIV sitúa a la Iglesia católica en posición anticíclica. Discute que el rearme deba ser el aliento vital de nuestra época. Insisto, no son palabras decorativas.
Bajo el impulso de Alemania, cuyo nuevo gobierno ve en la industria de la defensa un posible motor de reactivación económica, el nuevo eje de rotación de la Unión Europea es el rearme. Adiós a la transición ecológica, término que si nos fijamos bien prácticamente ha desaparecido del léxico de los altos funcionarios europeos. Bienvenidos a la ‘Europa báltica’, que teme ser invadida por Rusia, que tiene sus razones para temerlo, y que por tanto cuenta con un consenso social creciente para una mayor movilización militar. Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, Polonia, de manera creciente Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega, Países Bajos… Francia, con su paraguas nuclear, es un mundo aparte. Grecia, en constante vigilancia de Turquía, también.
En la Europa mediterránea, en el corazón de la Europa católica, las cosas se perciben de otra manera. Lo estamos comprobando estos días en España. Observe el lector como el asunto el 5% del PIB en gastos de defensa ha estado milagrosamente ausente del reciente congreso del Partido Popular. Alberto Núñez Feijóo ha incluido Defensa en las diez prioridades de su posible gobierno, con el redactado más ambiguo posible: “Clarificar la política de Defensa”. Vox tampoco pone énfasis estos días en el gasto militar y prefiere colocar el foco en la expulsión de inmigrantes. Ayer dieron a entender que están dispuestos a promover la deportación de hasta ocho millones de inmigrantes si llegan al Gobierno. “Nosotros decimos lo mismo que el Papa y no tenemos tanto eco”, dice alguna gente de Podemos en las redes sociales. Deberían estudiar a San Agustín y cuidar un poco más las pausas. Los silencios son preciosos. No es bueno estar hablando constantemente.

El Papa con el vicepresidnete de EE.UU. JD Vance y su esposa Usha
Con sus palabras, León XIV ha reafirmado el universalismo de la Iglesia católica, el ente religioso mejor organizado del mundo, con una cabeza visible que desde hace décadas ejerce las funciones de líder moral de una parte importante de la humanidad, más allá de la fe religiosa de cada uno. Desde los años setenta del siglo pasado, el papa de Roma es algo más que el jefe espiritual del orbe católico. Pablo VI empezó a ejercer ese papel. Juan Pablo II, consciente del tiempo histórico que iba a vivir, el momento de declive del mundo soviético, se empleó a fondo en esa dimensión. Benedicto XVI, papa intelectual, se replegó, y Francisco retomó ese rol con mucha energía, reivindicando a las ‘periferias sociales’, hablando de los pobres, y renunciando a las vacaciones en el elegante palacio Apostólico de Castel Gandolfo.
El papa León regresa al lago de Albano y lanza una crítica durísima a la industria del armamento, en un momento en el que la reorganización de la defensa está ganando mucho peso en la política de todos los países europeos, también en España. También lo que está ocurriendo estos días en España tiene algo que ver con la reorganización de la industria armamentística. El actual Gobierno no acaba de ser funcional a las nuevas exigencias.
El Papa de Roma se mueve en otra dimensión. Con una mano cuida la tradición y con la otra mantiene vivo el legado de Francisco, con más pausas, sin tanta prisa. “El misterio del Papa León”. Desde Estados Unidos lo están observando atentamente.