Es una bienvenida macabra, una cicatriz de la guerra o una advertencia calcinada. O todo a la vez. En la entrada de Murquz, la ciudad bastión de los tubus, una de las tribus más poderosas del Sáhara, una hilera de esqueletos de vehículos retorcidos por las explosiones descansa junto a la carretera. El recuerdo de la violencia también asoma ante la puerta de la fortaleza-mezquita del centro de la ciudad: una veintena de coches semi carbonizados se oxida frente a decenas de palmeras rotas.
Desde lo alto de las murallas, además de una población de casas bajas y calles de tierra, se ve en el horizonte un océano de dunas que rodea todo y recuerda que, en un lugar así, manda quien sobrevive entre tanta inmensidad.
Para el portavoz tubu, Omar Mrei, Murzuq es una suerte de capital de un pueblo sin estado. “La ciudad fue fundada por nuestros antepasados y conecta las rutas desde Túnez o Argelia hacia el sur. Los tubus no vivimos en un solo país, nuestro hogar es el desierto, y Murzuq, por su posición central en el Sáhara, es clave para nuestro pueblo. Para los tubus, el desierto es nuestra alma. Aquí nosotros no necesitamos mapas ni gps, utilizamos las estrellas para guiarnos. Vosotros veis un solo desierto, una sola arena, nosotros distinguimos rutas y caminos”.
En el sur de Libia, los tubus habitan en regiones de este a oeste, donde controlan las rutas comerciales lícitas e ilícitas de la frontera chadiana, nigerina, egipcia y sudanesa y cohabitan con otras tribus árabes del desierto, pero en el oeste libio, en la región del Fezán, junto a la frontera de Argelia, comparten territorio con otro rey: los tuareg, una antigua tribu bereber que se extiende desde Libia y Argelia a Mali, Níger o Burkina Faso.

La imagen del general Haftar en Bengasi, Libia
Y en el sur libio, donde la pertenencia tribal es un elemento indisociable de la identidad de cada individuo y determina bando cuando estalla el conflicto, la presencia de dos reyes en dunas tan cercanas a veces hace saltar chispas. “Los tuareg, instalados en Ghat o Ubari –explica Mrei-, también forman parte de la familia del desierto, pero en 2014 estalló la guerra. Después de la revolución, desde el norte querían controlar las gasolineras, los caminos y el negocio del petróleo, y se aliaron con ellos. Por eso empezó la guerra entre tubus y tuareg. Pero ahora hay paz y espero que dure”.
“Tras la revolución hubo guerra entre tubus y tuareg, pero ahora hay paz y espero que dure”, dice Mrei
En esa esperanza reside buena parte del futuro del país: tras años de conflicto abierto entre las dos tribus dueñas del Sáhara, el jefe del Ejército Nacional Libio, Jalifa Haftar, quien controla el este, el sur y casi todo el oeste (Trípoli está bajo el mando del Gobierno de Unidad Nacional, reconocido por la ONU), ha impuesto su fuerza y tejido una red de alianzas con las dos grandes tribus del sur que le han permitido extender su poder y traer la estabilidad a una zona que durante años ha sido feudo de grupos yihadistas, señores de la guerra y traficantes de drogas, armas o personas.
Calma en el sur libio
Haftar ha impuesto su fuerza y ha tejido una red de alianzas con las dos grandes tribus del sur que le ha permitido extender su poder y traer la estabilidad a la zona
Para el analista Wolfram Lacher, autor del libro La fragmentación de Libia , la táctica de Haftar difiere de la compra de lealtades y mano de hierro de Gaddafi durante su mandato y tiene más que ver con la habilidad para pactar con los jefes locales, aunque también con el músculo militar. “Cuando Haftar tomó el control en el sur absorbió el poder militar de tubus y tuareg y consiguió alianzas para ponerlos de su lado. Pero no deja cabos sueltos. La Brigada 128, ligada a una importante tribu árabe del sur del círculo de Gaddafi se había hecho demasiado poderosa porque hacían dinero con los peajes, la minería de oro, el tráfico ilegal, así que Haftar envió a uno de sus hijos a disolverla a inicios de este año. Por ahora los tuaregs y tubus valoran la paz tras años de guerra y creen que tienen independencia, pero la realidad es que están controlados estrechamente por Haftar”.
Táctica geoestratégica
El interés de Haftar por el sur libio es “vital” para su independencia financiera pero entronca con una estrategia de influencia regional y global
Según el experto en la región del think tank londinense Chatham House, Ahmed Ahmed, el interés de Haftar por el sur libio es “vital” para su independencia financiera pero va más allá de sus enormes yacimientos de petróleo y reservas de agua y entronca con una estrategia de influencia regional y global.
“Con el control del Fezán prácticamente consolidado, Haftar busca ahora utilizar el sur para expandir su influencia a través de las fronteras libias. Su ejército ahora tiene acceso a casi todas las fronteras terrestres de Libia, lo que mejora su capacidad para monitorear y gestionar los movimientos transfronterizos, y refuerza su influencia en la dinámica migratoria y de seguridad regional. Esta mayor influencia será beneficiosa para gestionar las relaciones con los gobiernos europeos, (y permitirá) mejorar sus relaciones con Egipto y colaborar con las juntas militares recién establecidas en el Sahel”.
Más allá de telarañas políticas, la realidad en el terreno rima con alivio. En el mercado de animales de Murquz, el anciano Oueddei vende leche de camello sentado en una silla medio rota y se refugia del sol inclemente a la sombra de un árbol enclenque. Para él, Haftar ha sido una bendición. “Ha habido caos y guerra muchos años, desde que el general Haftar apoya al sur, los yihadistas se han ido, los traficantes ilegales se esconden más y hay seguridad y electricidad en las casas. Los tubus somos leales a los tubus, pero ni en tiempos de Gaddafi habíamos tenido un apoyo así”.