Los asiáticos le dan la espalda a las universidades estadounidenses

Donald Trump le está ganando la batalla a Ganesha y Balaji, deidades a las que se encomiendan los devotos hindúes a la hora de garantizarse un visado de estudiante. Al presidente de Estados Unidos le han bastado unos meses para recortar a la mitad el ingreso de universitarios indios y a una cuarta parte el de asiáticos en general. Son cifras mayores, teniendo en cuenta que Asia aporta tradicionalmente el 70% de los estudiantes internacionales en EE.UU.. Pero esta pérdida no es un efecto secundario, sino totalmente buscado. 

Varios factores explican este descenso de decenas de miles de matrículas en Asia. Ocaso que es todavía más espectacular en el caso de África (32%) y acusado en Oriente Medio (17%), peor que alcanza también a Europa. Las cifras, en cualquier caso, son todavía provisionales, ya que se refieren a los ingresos en el país con visado de estudiante durante agosto, mes empleado como referencia por su proximidad al inicio de curso. 

En el caso de Asia, la caída más acentuada se da, lógicamente, en Irán, Afganistán y Birmania, que forman parte del grupo de 19 países sobre los que el gobierno de EE.UU. ha instaurado un veto casi total en sus universidades. Corea del Norte ya estaba ahí. Camboya finalmente no, pero está “bajo vigilancia”. 

Para optar a fondos federales

Tope del 15% de extranjeros y del 5% (en la práctica) de chinos o indios en el campus

Estos por lo menos juegan con certezas. Para los demás, la injerencia del gobierno Trump en la autonomía universitaria provoca muchos más interrogantes e inquietud. Las movilizaciones a favor de Palestina, por ejemplo, han sido objeto de hostigamiento, vigilancia y denuncias en los campus, resultando en un mínimo de 1.700 revocaciones de visado. 

India además se vio particularmente afectada por el parón de entrevistas en los consulados en el mes de junio, decretado “para poner en solfa las nuevas reglas”. Estas incluyen preguntas trampa, según los afectados, del tipo: “¿Eres consciente de lo que está pasando en los Estados Unidos”. Las instrucciones en este sentido son claras para los funcionarios: Fulminar la solicitud de aquellos que expresen “actitudes negativas hacia los EE.UU., su gobierno o sus valores”. Cosa que incluye el rastreo de sus redes sociales. 

La caída de matrículas extranjeras en EE.UU., cuando se certifique, no será atribuible en exclusiva al celo de los celadores. Factores más difíciles de cuantificar, como el temor de candidatos potenciales a la xenofobia y el racismo, juegan un papel. Como lo juega la antipatía a la actual deriva estadounidense, como se vio, por ejemplo, con la caída en picado de las ventas de coches Tesla, por su asociación con Elon Musk, en el primer semestre del año. 

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Inauguración de una tienda Apple en un centro comercial de Bangalore, India, el pasado 2 de septiembre 

Samyukta Lakshmi / Bloomberg

Los temores no son infundados. Las directrices del gobierno de Trump llaman a las universidades a no superar una cuota del 15% de extranjeros en sus matrículas. Asimismo, ninguna nacionalidad debería superar el 5%,  regla que pone en la diana a chinos e indios. 

Estos últimos, además, no olvidan el espectáculo de tres aviones militares estadounidenses aterrizando en Amritsar en febrero pasado con 333 inmigrantes irregulares indios a bordo, deportados con las manos esposadas y las piernas encadenadas.

A esta humillación se une una forma de disuasión no menos efectiva en algunos casos, que afecta al bolsillo. Donald Trump se ha sacado de la manga que los aspirantes a un visado de trabajo H-1B, deba pagar una modesta tasa de 100.000 dólares.  El año pasado, EE.UU. concedió casi 400.000 de estos visados, pensados para ingenieros, científicos, informáticos y matemáticos. El 71% fueron para indios. Una nueva puñalada trapera, creen algunos, al primer ministro Narendra Modi. 

En el caso caso de los aranceles, Donald Trump ha golpeado a India de forma similar a China, en contra de lo esperado. Del mismo modo, su secretario de Estado, Marco Rubio, amenazó con revocar el visado de investigadores chinos en áreas estratégicas por motivos de seguridad nacional. 

Tres meses más tarde, Trump se mostraba a acoger ”600.000 estudiantes chinos”, cifra que dobla a la actual. Todo ello, mientras otras medidas, claramente, ponían en el punto de mira a los estudiantes indios, que a diferencia de los chinos, seguían aumentado año tras año. Los originarios de China, de hecho, tocaron techo en la década pasada, cuando hasta la única hija del presidente Xi Jinping estudió en Harvard. 

El 71% son indios en prácticas

Trump ha impuesto una tasa de 100.000 dólares al visado H-1B para ingenieros

Al retroceso del 45% en el número de estudiantes indios y del 13% de chinos, debe añadirse un 20% en el de pakistaníes y alrededor de un 18% en el número de japoneses y vietnamitas, así como un 11% en el de surcoreanos. 

El repliegue de Estados Unidos no necesita más presentaciones. De hecho, Barak Obama ya se quejaba de los empleos que habían sido “bangaloreados” durante el mandato de su predecesor. Bangalore es conocida como una extensión india de Silicon Valley, pero Haiderabad no le va a la zaga. 

A las afueras de esta metrópolis, más calurosa, se levanta el mal llamado templo de Visa Balaji. Se le denomina así porque es tenido, en toda India, como el más favorable para que el dios Balaji -una reencarnación de Vishnú- interceda en la concesión de un visado. Más de mil devotos se acercan cada día para intentar agilizar sus papeles por intercesión divina. O se acercaban, porque eso era, claro está, antes de que en el olimpo de Washington jurara, por segunda vez, un tal Donald John Trump. 

Desesperados por la postergación de varios meses en muchas entrevistas previas, muchos indios parecen inclinarse por desviar su sueño americano a Canadá, cuando no a Australia o Reino Unido. El embajador de Alemania en Nueva Delhi, Philipp Ackermann, quiso pescar en río revuelto hace quince días, con la emisión en vídeo de “un llamamiento para todos los indios altamente especializados”, animándoles a escoger universidades germanas. “Nuestra política migratoria es como nuestros coches”, afirmó, “fiable, moderna y predecible”. 

Para India, que atraviesa un momento más delicado que China, la fuga de cerebros no se ataja, solo se transforma. 

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