Pakistán y Afganistán reconocen decenas de fallecidos en los combates librados el sábado por la noche a lo largo de su frontera, aunque en ambos casos parecen inflar la cifra de bajas del contrario y rebajar la propia. En cualquier caso, su escaramuza más sangrienta en muchos años ha segado la vida de por lo menos 23 soldados y guardias pakistaníes, según admite Islamabad, y de nueve milicianos talibanes, según admite Kabul.
Pero las cifras podrían ser bastante más abultadas, sin llegar a los “más de 200 muertos” que el ejército de Pakistán dice haber infligido a las milicias regulares afganas y “a los apóstatas” (en referencia a sus propios insurgentes). Ni “a los 50 soldados muertos y 30 heridos” que el portavoz del Emirato Islámico de Afganistán dice haber causado en las filas del vecino.
El csao es que el deterioro de las relaciones entre los talibanes afganos y sus antiguos mentores pakistaníes desembocó este sábado por la noche en intercambios artilleros en media docena de distritos fronterizos. A medianoche, hora local, el gobierno de facto en Kabul dio por terminada una “operación de represalia” que puso en la diana de su artillería un gran número de puestos fronterizos en Pakistán, algunos de los cuales también fueron objeto de incursiones.
Inflando las bajas del enemigo
Pakistán reconoce 23 muertos en sus filas y Afganistán 9 en las propias
Fuentes pakistaníes, por su parte, hablan de “diecinueve refugios terroristas destruidos en Afganistán”, en algunos casos “con armas de precisión”. También han recurrido al cierre de todos sus pasos fronterizos.
“Si la parte pakistaní viola nuevamente la soberanía de Afganistán, nuestras fuerzas armadas están preparadas para defender la Línea Durand del país y responderán de manera contundente”, dijo el ministerio kabulí en un comunicado. Alude así a distintos bombardeos registrados entre el jueves y el viernes, desde Kabul a Paktika, no obstante no reconocidos por Islamabad, que considera los ataques de anoche como “no provocados”.
Además, en la última semana, docenas de militantes de Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP) -afines a sus primos afganos- han muerto en operaciones contra el Ejército de Pakistán. Entre ellos un atentado suicida contra una academia de polícía de Dera Ismail Jan, que mató a varios agentes y gendarmes y a un civil.

Humareda en Khost, Afganistán, en la zona fronteriza donde se registró intercambio artillero
Pakistán ha sido testigo en el último año y medio de un aumento de los ataques de estos insurgentes en las provincias occidentales de Jáiber Pajtunjua y Beluchistán, limítrofes con Afganistán e Irán. Allí donde la frontera de 2.6000 kilómetros es borrosa y porosa -aunque Islamabad la esté vallando- y también lo es la distinción entre militancia y contrabando.
El ministro del Interior de Pakistán, Mohsin Naqvi, condenó tempranamente la agresión afgana contra los distritos de Chitral, Bajaur, Mohmand, Angur Adda, Kurram, Jáiber y Zhob y advirtió de que iban a recibir “una respuesta en especie”. Esta habría golpeado varias instalaciones militares afganas, particularmente en la provincia de Nangarhar, “con artillería ligera y pesada, tanques y drones”.

Un talibán en su lado de la línea de control en Spin Boldak, donde Pakistán ha cerrado hoy el paso fronterizo
Inicialmente, Pakistán solo reconocía un muerto, en un pueblo de Kurram, distrito en el que seguían escuchándose tiros este domingo. Las autoridades de Islamabad subrayan que su respuesta armada no ha sido indiscriminada, sino que iba dirigida contra instalaciones fortificadas y campamentos de entrenamiento e infiltración utilizados por TTP.
Los gobiernos de Irán, Qatar y Arabia Saudí han sido los primeros en llamar a ambas partes a rebajar la tensión. Se trata de tres de los países que mantienen abierta su embajada en el Kabul de los talibanes -India acaba de anunciar la reapertura de la suya- aun sin reconocer formalmente su Emirato Islámico de Afganistán.

El gobierno de India permitió este sábado que el ministro de Exteriores talibán se diera un baño de masas en el seminario islámico de Deoband, en un acercamiento a expensas de Pakistán
La escalada coincide, no por casualidad, con la primera visita de un alto responsable talibán a India. De hecho, el jueves pasado, nada más aterrizar en Delhi el ministro de Exteriores del Emirato Islámico de Afganistán, Amir Jan Muttuqi, se registraron dos fuertes explosiones en Kabul. Estas fueron atribuidas posteriormente a un intento fallido de Pakistán de asesinar con drones al jefe de sus propios talibanes (TTP), Nur Wali Mehsud, apuntando al vehículo en que presuntamente viajaba.
Con pocas horas de diferencia, el ejército pakistaní martilleo una localidad fronteriza afgana, en Paktika, destruyendo un mínimo de diez tiendas, aunque sin provocar víctimas. Desde Nueva Delhi, Muttuqi respondió el viernes a la agresión con una clara advertencia a Islamabad: “No jueguen con nosotros. Pregúntenle a los británicos, a los soviéticos, a EE.UU. y a la OTAN por el precio de que pagaron por intervenir en Afganistán”. En Islamabad escoció especialmente su afirmación de que el terrorismo “es un problema interno de Pakistán”, a pesar de que las autoridades pakistaníes acostumbran a utilizar términos muy parecidos cuando los atentados se producen en territorio indio.

Periodistas afganas en la rueda de prensa de hoy en Kabul, ataviadas según las reglas del régimen. También ha habido mujeres periodistas hoy en la segunda rueda de prensa en Nueva Delhi del ministro de Exteriores talibán, tras el escándalo porque ninguna mujer había sido invitada a la primera
La respuesta afgana llegó a última hora de ayer sábado, con los ataques artilleros ya citados. Ahora está en manos de los generales pakistaníes dar por terminada la escaramuza, como pretende Kabul, o alargarla tanto como la extraordinaria visita a India -entre seis y ocho días- del gerifalte talibán, vivida como una afrenta por sus antiguos protectores.
De momento, el fragor armado de anoche habría servido para que Mutaqqi abortara su visita al Taj Mahal, prevista para hoy.