Los economistas perdemos por goleada

Una de las primeras cosas que explicamos los profesores de economía en una escuela de negocios es que un país no es una empresa. la economía de un país no funciona de forma jerárquica, con objetivos comunes. No tiene un “plan de negocio”. Es un sistema descentralizado: millones de personas buscando su propio bienestar. Tampoco los países compiten como empresas. Coca-Cola compite con Pepsi por cuota de mercado. Pero EE.UU. no es Coca-Cola ni China es Pepsi. La economía mundial es un juego de suma positiva: todos ganamos si crecemos. Si China prospera, compra más. Más comercio, más riqueza.

El problema surge cuando se confunde país con empresa y aparecen discursos proteccionistas. “Hay que proteger nuestra economía de la competencia extranjera”. Suena firme, patriótico. Pero en la práctica significa proteger a un sector a costa del resto. Y eso lo pagamos todos. Ahí está la trampa: vemos bien a los pocos que ganan, pero no a los miles que pierden.

La visión Trump

Puede que sus medidas perjudiquen a los ciudadanos de EE.UU., pero lo relevante es cuánto más perjudican a los chinos

Tras la Segunda Guerra Mundial, las barreras al comercio cayeron. El comercio se expandió y la pobreza y las desigualdades se redujeron. Pero desde el 2009, el mundo va en sentido contrario. En el 2018, Trump –y luego Biden– iniciaron una guerra comercial contra China. Siguió una espiral de aranceles: microchips, autos eléctricos, materias primas… China, Europa y EE.UU. entraron en una secuencia interminable de represalias. La semana pasada llegó el momento culmen: su “día de la liberación”. Trump anunció sanciones arancelarias a 180 países, algunos habitados solo por pingüinos. ¿El delito? Tener superávit comercial de bienes con EE.UU. (los servicios ni se contaron).

Tampoco resiste análisis la chapuza metodológica de los aranceles “recíprocos”. Esta semana, sin embargo, Trump sorprendió con un giro táctico: congelación de los aranceles durante 90 días. ¿Una señal de distensión? No exactamente. La tregua tiene un destinatario claro: China. El expresidente ha decidido concentrar toda su artillería comercial en el gigante asiático, redoblando la apuesta en su cruzada proteccionista. Lo único claro es que –si Trump no cambia de parecer– el impacto será altamente negativo. Este Godzilla arancelario arrastrará al mundo hacia una nueva ola de estanflación.

Pedro Videla, profesor de Economía del IESE

Y ahora vemos a políticos y economistas de EE.UU. y Europa, que hasta hace poco aplaudían el proteccionismo “nacional”, llevándose las manos a la cabeza. ¿Acaso Trump no ve que sus medidas también perjudican a los estadounidenses? Trump sonríe y se va a jugar al golf. Sabe que ya no vivimos en un mundo de suma positiva. Ha logrado que los países se comporten como multinacionales. Lo importante es que el daño al competidor sea mayor. Puede que sus medidas perjudiquen a los estadounidenses, pero lo relevante es cuánto más perjudican a los chinos y al resto del “eje del mal”.

Y los economistas seguimos perdiendo por goleada.

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