“Globalismo no, soberanismo sí”, rezaba la pancarta clavada en la nieve a unos metros de la estación de Davos Platz, donde un centenar de participantes en el Foro Económico Mundial (WEF, según sus siglas en inglés) había bajado del tren que llegaba de Zurich.
“Estamos protestando contra el globalismo. El WEF y la ONU lo quieren controlar todo”, dijo Nicolas Rimoldi, de la campaña Mass-Voll, de larga melena y una camiseta que anunciaba “F-CK WEF”.

Hace diez años, esos manifestantes conservadores libertarios se habrían considerado un puñado de excéntricos. Ahora sus ideas se repiten en muchas sedes de Gobierno desde la Casa Rosada de Buenos Aires a la Casa Blanca. “La retórica antiglobalización está en auge y Davos tiene que adaptarse”, explica en una entrevista Peter Goodman, corresponsal de economía global del New York Times y autor del libro Davos Man .
Jamie Dimon, el presidente de JP Morgan, dijo a los participantes: “¡Acostúmbrense!”
Pero hay una paradoja que saltaba a la vista en el 55.º encuentro de la elite global esta semana en medio de los picos nevados de los Alpes. El discurso de globalización de mercado, diversidad multicultural y sostenibilidad medioambiental, utilizado por el WEF desde hace dos décadas, ya está de capa caída. Pero el poder del llamado Davos Man –inversores globales, consejeros delegados de multinacionales, banqueros internacionales, gestores de fondos y demás multi millonarios– es mayor que nunca.
Según un informe de Oxfam publicado al comienzo del foro, el patrimonio de unos 1.700 mil millonarios a escala global ha aumentado al récord de 15 billones de dólares, el 15% del PIB mundial. Desde la pandemia, el patrimonio de los doce hombres más ricos del mundo –todos cabezas de grandes emporios multinacionales– se ha disparado un 193%.
La incorporación de nada menos que 13 de estos mega ricos a la nueva administración de Trump –desde banqueros como Warren Stephens o Fran Bisiganano, inmobiliarios como Charles Kushner y líderes de la tecnología como Elon Musk o Vivek Ramaswamy– es la prueba de lo que algunos califican ya de una oligarquía. Howard Lutnick, el nuevo secretario de Comercio, ejecutivo del banco de Wall Street Cantor Fitzgerald, con patrimonio superior a 2.000 millones de dólares, es un incondicional de Davos. “¡Dejemos de hablar solo de oligarcas rusos en las películas de James Bond!”, dijo Amitah Behar, uno de los autores del informe de Oxfam en una entrevista en una cafetería de Davos. “La oligarquía está aquí mismo”.
“¡Hagamos una pausa con la regulación y la supervisión de los bancos en Europa!”, propuso Ana Botín
Se palpa una esquizofrenia en el foro este año. Por un lado, el proteccionismo de Trump provoca una reacción de “ansiedad” para los consejeros delegados internacionales, según explicó un participante. El mensaje de Trump en su videoconferencia al foro no ayudó a calmar los nervios: “Mi mensaje para todas las empresas del mundo es sencillo: ¡fabriquen sus productos en Estados Unidos (…) si no (…) tendrán que pagar un arancel!”.
Pero, en otras tertulias, los Davos men y Davos w omen se frotaron las manos ante la agenda estadounidense de desregulación, bajos impuestos y recortes al estado federal.
Jamie Dimon, el presidente del banco de Wall Street JP Morgan –antes un defensor acérrimo de la globalización–, instó a los participantes a adaptarse: “¡Acostúmbrense!”, dijo en referencia a la batería de aranceles que Trump ha anunciado.
El proteccionismo de Trump provoca una reacción de “ansiedad” para los consejeros delegados
Otro ejecutivo de JP Morgan hizo un brindis por un presidente “sumamente pro business ” en una fiesta organizada por el mismo banco con canapés y champán Laurent-Perrier. Se celebró en el museo de arte Ernst Kirchner, el expresionista alemán que, desesperado ante el avance del nazismo, se suicidó en Davos en 1938.
La extraña conversión de los banqueros de Wall Street –históricamente demócratas globalizadores– al proteccionismo republicano seguramente tiene que ver con el plan de Trump de desmantelar lo que queda de la regulación financiera creada con el fin de prevenir una repetición de la mega crisis de 2008.
Pero no solo eran los estadounidenses. Ya que lo hace Trump, “¡Hagamos una pausa con la regulación y la supervisión de los bancos en Europa!”, propuso Ana Botín, del Banco Santander, que participaba en un panel del foro junto al exsecretario del Tesoro, el demócrata Larry Summers.
La incorporación de 13 mega ricos a la nueva administración Trump es la prueba de una oligarquía
Conforme fueron pasando los seis días de foro, quedaba claro que Davos no solo se adaptaría al nuevo orden mundial de Trump sino que pensaba disfrutarlo. “Van a usar a Trump como una excusa para lograr lo que siempre quisieron hacer, pero que era difícil por la imagen de ser capitalistas simpáticos”, ironizó el economista surcoreano Ha-Joon Chang, en una entrevista realizada en Londres.
“Tras cuatro décadas de globalización, los billonarios de Davos necesitan a políticos como Trump para la próxima fase”, coincidió Richard Kozul-Wright, execonomista de las Naciones Unidas.
Pero una agenda desreguladora con aun más recortes de impuestos en EE.UU. es temeraria. Summers advirtió sobre una burbuja en los mercados financieros y bursátiles que “recuerda la situación antes del crash del 2008”. Coincidieron economistas como Ken Rogoff, de Harvard, y Raghuram Rajan, de Chicago. “He dedicado mucho tiempo a estudiar las crisis financieras, y siempre que haya una desregulación grande en alguna parte del sistema financiero, desata euforia al principio y, luego, inevitablemente, llega el colapso”, dijo Rogoff. “¡Va a ser un viaje salvaje!”
Los aranceles se sitúan en el centro del debate en el Foro Económico Mundial
En la última asamblea del Fondo Monetario Internacional, el mensaje sobre el proteccionismo fue alarmante. “Estamos sumamente preocupados”, dijo el economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas. “Los aranceles no solo perjudican a la economía global, sino que empobrecen a los habitantes de países que los adoptan”.
Esta semana en Davos, los técnicos del Foro Económico Mundial se mostraron más diplomáticos. “La dirección del viaje en las últimas décadas ha sido restringir el uso de los aranceles, y eso aún parece ser el consenso”, dijo Sean Doherty, responsable de comercio e inversión del Foro Económico. “Pero probablemente al final habrá alguna negociación constructiva”.
Tras un aumento disparado del número de restricciones en un mundo cada vez más fracturado, el comercio se concentra dentro de los grandes bloques de Norteamérica, Europa y Asia. El FMI advierte de que la fragmentación puede restar entre el 0,2% y el 7% del crecimiento del PIB mundial. Esta segunda hipótesis, en un escenario de guerra comercial, equivaldría a la exclusión de Alemania y Japón de la actividad económica global. “Algunas economías van a estar mucho más expuestas a los aranceles si tienen un superávit bilateral comercial con EE.UU.”, dijo Doherty en una entrevista a La Vanguardia . Esto incluiría a “países como China, México, Vietnam, Camboya, Irlanda y toda la UE”.
Dani Rodrik, el economista de Harvard, uno de los críticos más brillantes del modelo de globalización, desaconseja un intercambio de barreras comerciales: “Los aranceles harán daño a EE.UU. ¿Por qué responder si el resultado será hacerte daño a ti mismo?”, dijo en una mesa redonda.
La pregunta del millón de dólares (pongamos un billón, puesto que estamos en Davos) es si los aranceles de Trump “representan un arma de negociación o un cambio de filosofía económica”, dice Doherty. La respuesta para Peter Navarro, el polémico gurú de Trump, es la segunda opción. Crítico con la globalización y libre comercio, Navarro plantea que los superávits estructurales de países como China y Alemania se deben a distorsiones mercantilistas, un exceso de ahorro interno, competencia desleal y divisas infravaloradas. Por tanto, los aranceles ayudarían a equilibrar la economía mundial y recuperar empleos manufactureros en EE.UU.
Michael Pettis, economista estadounidense radicado en Beijing coincide en alguna medida. Los aranceles “ejercerán más control sobre las economías nacionales y castigarán a países que adoptan políticas beggar thy neighbour (que basan su crecimiento en la demanda de otros países)”, dijo. Los países que pueden beneficiarse de los aranceles son los que registran déficits por cuenta corriente, como EE.UU., Canadá y el Reino Unido. Pero Trump puede darse cuenta de que, al menos a corto plazo, los aranceles reducirán el poder adquisitivo de los consumidores en EE.UU., es decir, de sus votantes: “Los salarios medios en EE.UU. no han subido en dos décadas; lo único que ha amortiguado esto son las baratas importaciones de China”, resumió Ha-Joon Chang, autor de Economía comestible .