Los galeses que fundaron Donetsk

Merthyr Tydfil, una localidad de 42.000 habitantes unos 35 kilómetros al norte de Cardiff, tiene uno de los mayores índices de pobreza y menores expectativas de vida de todo el Reino Unido. Pero si hoy es así, imagínense cómo sería en 1870, superpoblada como consecuencia de la industrialización, sin alcantarillado ni las más mínimas condiciones sanitarias, con las ratas, las plagas y las enfermedades campando a sus anchas. Un lugar del que. si uno podía, mejor marcharse cuanto ­antes.

Aerial photo of prerevolutionary Yuzovka (Donetsk), Ukraine

Vista aéreea del centro de Yuzovka en el siglo XIX, ciudad que luego pasó a llamarse Donetsk 

HUM Images/Universal Images Grou

Muchos galeses hicieron las maletas para buscarse la vida en los Estados Unidos, Australia y Canadá. Pero el industrial John Hughes, con un centenar de mineros, químicos, ingenieros, gestores y sus familiares, emprendieron un rumbo completamente diferente, metiendo sus posesiones en un barco que los llevaría a la región del Donbás (hoy parte de la Ucrania ocupada por Putin), donde fundaron la ciudad que se denominó ­Hughesovka (Yuzovka en la transcripción rusa), y ahora es Donetsk.

Los británicos vivían como auténticos victorianos, con su iglesia anglicana, baños, hospital, clubs de vela, bridge y arte dramático

Hughes y sus aventureros, en su mayoría de clase media victoriana, abrieron altos hornos, minas de carbón, líneas de ferrocarril y fábricas de municiones, y utilizaron sus técnicas de blindaje de buques de guerra para reforzar la flota del Báltico del zar Alejandro II (el industrial tenía su propia fundición en Newport, Gales, noticias de la cual habían llegado al emperador ruso, que extendió una cordial invitación al grupo expedicionario).

Hughesovka prosperó y creció rápidamente, con la incorporación de miles de trabajadores de la zona que se pusieron a las órdenes de los galeses para realizar los empleos más manuales y menos cualificados. Mientras tanto, los británicos recrearon como mejor pudieron la sociedad victoriana y eduardiana que conocían y añoraban, con su propia iglesia anglicana, hospital, colegios para que estudiaran sus hijos, baños públicos, clubes de tenis y de vela, una escuela de arte dramático donde interpretar obras de Shakespeare, y un hotel (el Britannia) para alojar a los visitantes.

A lo largo de los siguientes treinta o cuarenta años hubo un considerable nivel de integración y asimilación, al menos por parte de los galeses más abiertos, que incluso aprendieron el idioma y aparecen en fotografías con vestimentas típicas rusas. Lo que no pudieron conseguir a pesar de todos sus esfuerzos –según consta en cartas, postales y documentos del archivo de Glamorgan– fue la capacidad de hacer un té como Dios manda, ya fuera por la inexistencia de teteras adecuadas o, más probablemente-,por culpa del agua. Aún así, las damas quedaban a las cuatro de la tarde a tomar un brebaje, charlar y jugar a las cartas, como si estuvieran la India colonial.

Merthyr Tydfil (cuyo nombe es un homenaje a la mártir Tydfil, hija del rey Brychan, asesinada por los paganos en el año 460 según la leyenda) no era un lugar sobre el que sentir una gran morriña, de manera que los galeses, con buenos salarios y una vida confortable, se acostumbraron al frío del invierno y el calor del verano, tuvieron hijos, aumentaron en número y la mayoría se habría quedado para siempre. Pero en 1917 se produjo la Revolución Rusa, Hughesovka pasó a llamarse Stalino y los extranjeros recibieron órdenes de marcharse lo antes posible. Asociados a sus negocios con los zares, ya no eran bienvenidos. Las mujeres escondieron sus joyas en dobladillos de los vestidos para que no se las quitaran. Algunos fueron a Canadá y los Estados Unidos para prolongar su exilio. Thomas James, propietario de una mina de carbón, intentó quedarse haciéndose pasar por ruso, pero fue denunciado por los trabajadores nativos, y acabó medio arruinado, como empleado en una tienda en los alrededores de Cardiff.

Ukraine, das Donezbecken, Kurzform Donbass, Donezk, Denkmal für John James Hughes (25.06.1815 – 17.06.1889), walisischer Ingenieur, Geschäftsmann und Gründer einer metallurgischen Fabrik in der nach ihm benannten ukrainischen Stadt Jusowka, seit 1961 Donezk, Bildhauer Alexander Skorych, eingeweiht am 8. September 2001

Una estatuta de James Hughes se levanta en el centro de Donetsk desde el 2001

Sergej Panassenko

Para entonces hacía tiempo que John Hugues –paternalista y filántropo como muchos de los empresarios de la época– había muerto a los 74 años de edad durante un viaje a San Petersburgo, y dos de sus hijos se encargaban de las minas de carbón y los altos hornos de Hughesovka, una ciudad de 50.000 habitantes, con un paisaje de chimeneas humeantes que no podían ser muy buenas para la salud (hoy Donetsk, en la región ocupada del Donbás, tiene un millón y es la quinta más poblada de Ucrania).

Stalin hizo de la ciudad uno de los símbolos de la industrialización de la URSS, con pósters en los que el acero de sus altos hornos fluía como si fuera la sangre de la Unión Soviética. En los años treinta un minero llamado Alexei Stajanov trabajó con tanto ahínco extrayendo carbón en las minas que no sólo recibió una medalla con la hoz y el martillo, sino que dio pie al término estajanovista .

Una exposición organizada gracias a los archivos de Glamorgan –con música, documentales, tarjetas postales y fotografías– y un libro de Victoria Donovan, profesora de Historia Rusa de la universidad escocesa de Saint Andrews ( Life in Spite of Everything: Tales of the Ukranian East ) recogen la historia de los galeses que fundaron Hughesovka. En Donetsk sólo queda de ellos una estatua de John Hughes erigida hace un cuarto de siglo . Mientras, Metrthyr Tydfil, en el corazón de los valles mineros galeses y conocida como “la capital mundial del hierro”, aparece en los libros como el lugar donde la multinacional Pfizer hizo los primeros ensayos con el Viagra, y en las noticias por ser un bastión laborista de toda la vida donde el partido de ultraderecha Reforma UK está realizando avances considerables y podría ser el más votado. Un sitio que sin duda tiene sus encantos, pero del que más de uno se querría ir. Aunque tal y como están las cosas, quizás no necesariamente a Ucrania…

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