China exhibe músculo en el momento de su gran pulso comercial con los Estados Unidos de América. La economía china creció un 5,4% durante el primer trimestre, algunas décimas por encima de las previsiones. Sin embargo, el principal acelerador de las exportaciones de enero a marzo es el mismo factor que amenaza lo que queda de año. A saber, la brutal guerra arancelaria que el presidente estadounidense, Donald Trump , le ha declarado a China. Unos derechos de aduana que alcanzan ya el 145% y que han contado con una represalia prácticamente simétrica por parte de su homólogo Xi Jinping.
Los datos del Instituto Chino de Estadística igualan el crecimiento del primer trimestre del año con el del último trimestre de 2024. El objetivo marcado por Pekín es volver a crecer un 5% en 2025. Pero Goldman Sachs, que hace poco reducía su estimación al 4,5%, reduce el listón todavía más, hasta el 4%, a tenor de la virulencia arancelaria. Para 2026, el banco de inversiones prevé un escueto crecimiento del 3,5%, que sabría a derrota en China, a la luz de sus últimas décadas.
Sin embargo, el Partido Comunista de China (PCCh) está dispuesto a emplear todos sus resortes para amortiguar los efectos secundarios del proteccionismo estadounidense. Los estímulos fiscales podrían alcanzar el 14% del PIB, cuatro puntos más de lo inicialmente previsto (en 2008 fueron del 13%, aunque su economía era entonces mucho más pequeña).
De forma paralela, el gobierno chino ha redactado treinta medidas para estimular el consumo interno, a fin de que sustituya en la medida de lo posible la contracción de las ventas a Estados Unidos, destino del 14% de sus exportaciones, responsable a su vez del 2,5% de su PIB.
Mientras tanto, Donald Trump declaraba el martes que “la pelota está en el tejado de China”. Su portavoz leyó ayer un comunicado presidencial que parecía redactado desde el túnel del tiempo, cuando EE.UU. era el “país indispensable” y el centro del mundo, sin rival. “Es China quien debe moverse porque quiere lo mismo que todo el mundo, los consumidores estadounidenses”.
Mientras tanto, China, que solo el año pasado instaló tantas placas solares como los Estados Unidos a lo largo de toda su historia, sigue creciendo. Su producción industrial, un 7,7% interanual. El paro ha pasado del 5,4% al 5,2% en un mes, pero el desempleo o infra-empleo juvenil siguen siendo un desafío. Tampoco se ha disipado la amenaza de deflación, producto de la crisis del apalancado sector inmobiliario, con insolvencias sonadas como la de Evergrande. Aunque empieza a verse que la burbuja inmobiliaria se pinchó en el momento adecuado y que lo verdaderamente catastrófico habría sido su coincidencia con la actual espada de Damocles sobre las industrias exportadoras.
Mientras Donald Trump se burla groseramente de los mandatarios extranjeros que, según él, ahora le cortejan y le besan el culo (palabras literales), quien recibe la alfombra roja es su némesis, Xi Jinping. El presidente de China cerrará su gira por el sudeste asiático este jueves en Camboya, su más estrecho aliado. Un país subdesarrollado al que Trump ha amenazado con aranceles del 49% (en suspenso).

Ayer frente al busto del líder comunista Ho Chi Minh, en Hanoi, posan Xi Jinping y el exgeneral Luong Cuong, que presiden el podio de países con mayor superávit comercial con EE.UU: China (1º) y Vietnam (3º).
Más importante fue su parada del lunes en Vietnam, donde el presidente del país se saltó más de treinta años de protocolo para recibirle a pie de escalerilla. El primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, no tuvo más remedio que hacer lo propio, al día siguiente. China es el primer socio comercial de Malasia desde hace una década y media.
Mientras tanto, en Singapur, meca del librecambismo frente a la peninsula malaya, el primer ministro Lawrence Wong disolvió este martes el parlamento y convocó elecciones legislativas para el 3 de mayo. Wong, desde su condición de aliado de EE.UU.,ha condenado sin remilgos la escalada proteccionista, que según él “no afectará solo a EE.UU. y China, sino a todo el mundo”. “Qué empresa va a invertir a largo plazo cuando los gravámenes pueden cambiar así de un día para otro”, se pregunta.
Lawrence Wong convoca elecciones
El primer ministro de Singapur habla de “bifurcación” del sistema mundial
Lawrence Wong, que entiende de mundialización, considera que “asistimos a la transformación de la economía global, desde un sistema integrado hacia un sistema cada vez más bifurcado, alrededor de los EE.UU. y de China.
Wong tomó en 2024 el relevo de Lee Hsien Loong, que llevaba veinte años en el poder. Tanto este último, hijo del “fundador” del país, Lee Kuan Yew, como el propio Wong militan en el Partido de Acción Popular, que ha gobernado ininterrumpidamente la ciudad-estado durante más de sesenta años. Algo que ni siquiera ha conseguido otra fuerza sistémica, como el Partido Liberal Democrático, en Japón.
Aunque sí, con creces, el Partido Comunista de China, hoy capataz de la fábrica del mundo pero que, en los años de la apertura económica de Deng Xiao Ping, se apoyó en primer lugar en los capitales de la diáspora china de lugares como Singapur y Kuala Lumpur para salir de la autarquía. Esa tentación que ahora aflora a muchos miles de kilómetros de Asia.
Mientras el embajador de China en España, Yao Jing, declaraba hoy, según la agencia Reuters, que su país y la Unión Europea, ”no son rivales sino socios“”. Una tentativa de acercamiento -menos de una semana después de la visita de Pedro Sánchez a Xi Jinping y del anuncio de una cumbre China-UE en Pekín- que no es ajena a los movimientos de aproximación entre EE.UU. y Rusia. Un giro que descoloca a China casi tanto como a Europa.