
Vivienda y trenes. En esa ecuación se dirime el futuro del gobierno que preside Salvador Illa. El tiempo de la épica ha dado paso al pragmatismo para los independentistas catalanes. Ya ocurrió en el País Vasco. El PNV pasó página del plan soberanista de Ibarretxe (y de su mentor) para abrazar sin titubeos el clásico más vale pájaro en mano. En Catalunya, solo el freno a la aplicación de la ley de amnistía, por el momento, sigue impidiendo que se sigan los mismos pasos, puesto que mantiene a Carles Puigdemont en Bélgica.
Durante el mandato de José Montilla, éste trató de virar el debate político del eje nacionalista al ideológico derecha-izquierda, pero acabó al frente de una manifestación independentista. Ahora, después de una década de procés, Catalunya vuelve a ponerse detrás de una pancarta, figurada, que reclama mayor atención a los asuntos crematísticos, que exige dejar de perder el tiempo. Y ése es el reto de Illa, que ya ha cumplido seis meses en el Palau. A su vez, el éxito o fracaso del presidente de la Generalitat lo será también para Pedro Sánchez.
Los independentistas han abandonado la retórica del procés. Hay dirigentes que recuerdan la persistencia de la “represión” y justifican como un paso previo a la secesión las negociaciones para aumentar el autogobierno. Pero ni el lenguaje ni los hechos que lo acompañan tienen nada que ver con los que se expresaban en años atrás. También para ellos el funcionamiento de Rodalies o la vivienda han recuperado protagonismo. En el caso de Junts, también la inmigración. El referéndum de independencia ha pasado a un segundo plano. Casi todos son conscientes de que no está Europa para más incertidumbres.
La prueba más evidente de este giro es la voluntad de Junts y ERC de participar en influyentes empresas u organismos del Estado, en la línea que siempre hizo la CiU de Jordi Pujol. Durante el procés, el relato de la inminente secesión provocó que el independentismo se desvinculara de todo engranaje de poder estatal. Ahora exigen puestos. Hemos pasado de anunciar la desconexión de España a participar de sus resortes de su Estado. Junts ha logrado colocar a personas de su órbita como Miquel Calçada (RTVE), Pere Soler (CNMC), Ramon Tremosa (Aena), Elena Massot (Enagas) y el caso más sonado, el de Eduard Gràcia (Renfe), mientras que ERC ha situado a Sergi Sol (RTVE), Josep Maria Salas Prat (CNMC) o Jordi Pons Novell (Banco de España).
En el horizonte se perfila un mayor entendimiento entre el PSC y ERC, que tienen algunos objetivos comunes
Junts ha adoptado una retórica parlamentaria muy dura, pero cada vez vuelve a ejercer más de lobby de los intereses de sectores económicos de Catalunya. ERC, por su parte, trata de poner el acento en el flanco izquierdo, pero al mismo tiempo mantiene el afán de convertirse en una nueva Convergència y sigue mirando de reojo a Junts. Los republicanos no atacan demasiado a Illa, puesto que tienen objetivos comunes, pero tampoco a Junts porque su electorado detesta las peleas dentro del movimiento por la independencia.
Sin embargo, en el horizonte se perfila un entendimiento mayor entre el PSC y ERC. A mediados de los 90 logró mucho predicamento la fórmula de El Olivo en Italia (L’Ulivo), una coalición que abarcó desde el centro a la izquierda. En Catalunya, Unió Democràtica hablaba del Olivo nacionalista, mientras que ICV abogaba por el Olivo de izquierdas. El procés fue una suerte de Olivo nacionalista-independentista y ahora habrá que ver si Catalunya da paso a un Olivo de izquierdas.
Illa trata de sentar las bases de una colaboración más estable con ERC, una vez pasado el convulso congreso republicano y aclarado su liderazgo. Oriol Junqueras fue en su día el artífice de la alianza con Convergència para impulsar el procés y ahora lo podría ser de la estabilidad de un bloque de izquierdas. Empezó de forma tímida apoyando los presupuestos del 2015 de Artur Mas y acabó por formar parte de una lista conjunta. No se trata de seguir los mismos pasos, ni muchos menos. De hecho, Junqueras no ha querido aprobar las primeras cuentas de Illa, pero el president trata de poner la alfombra roja para que sí lo haga el año que viene.
Illa no puede anunciar decisiones sobre el aeropuerto de El Prat por su dependencia de ERC para aprobar más liquidez
Existen puntos a favor y en contra de ese entendimiento, que se amplía a los comunes. ERC está dosificando su apoyo a Illa, por ejemplo, a la hora de apoyar las ampliaciones de crédito (hasta 4.000 millones en varias partidas) para permitir que la Generalitat disponga de mayor liquidez aun sin tener presupuestos. Eso impide a Illa dar pasos que puedan irritar a los republicanos, como sería la decisión sobre la ampliación del aeropuerto de El Prat afectando a la laguna de La Ricarda, aunque fuera con compensaciones medioambientales.
A su vez, a Esquerra le conviene que Illa consiga el traspaso y mejora de Rodalies y la financiación singular, puesto que serán también los dos logros estrella que podrán presentar frente a la política de peix al cove que también practica Junts con Sánchez en Madrid. ERC quiere demostrar que son capaces de conseguir más beneficios tangibles para Catalunya frente a Junts, a los que la diputada republicana Ester Capella acusó esta semana en el Parlament de limitarse a ejercer de “rondinaires” (cascarrabias).
En un momento en el que la adhesión a la independencia ha bajado en Catalunya, ERC lo tiene difícil para crecer por ese flanco, pero también por la izquierda, puesto que compite con el PSC y, como hemos visto, sus metas benefician a su vez a Illa. Junts, en cambio, siempre exhibe su condición de “mainstream party”. Lo hizo al envolverse en la estelada cuando los vientos soplaban en esa dirección y lo hace ahora cuando pone el acento en el debate de la inmigración.
Lo que no va a hacer Junts es prestar su apoyo al PSC, puesto que se considera alternativa en todos los sentidos, tanto en el eje nacionalista como el de derecha e izquierda, a pesar de que coincidan en determinadas cuestiones, como la ampliación del aeropuerto. Y, aunque la rivalidad con ERC se mantiene, en Junts saben que su principal problema proviene de la derecha, en concreto de la más extrema, representada por Aliança Catalana, cuyo crecimiento es claro, tal como hoy refleja la encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO).
Illa se beneficia del periodo de transición que viven los independentistas y practica la mano tendida con ERC y los comunes, mientras conserva los puentes con Junts. Al socialista solo le interesa confrontar con Aliança Catalana, Vox y, de vez en cuando, con Isabel Díaz Ayuso. No tanto por él, sino por el PSOE. Se trataría de competir con la Comunidad de Madrid y contraponer el modelo catalán (que Illa denomina de “prosperidad compartida”) al de Ayuso. Sánchez mira hacia Catalunya en un asunto de interés ciudadano como es la vivienda. La Generalitat está aplicando las recetas que defiende el PSOE en esta materia. Si los resultados fueran favorables, Sánchez podría contraponer en una futura campaña el modelo de vivienda catalán frente al de las autonomías gobernadas por el PP.

Pero si para alguien es vital conseguir resultados tangibles es para Illa, puesto se le supone influencia en la Moncloa. Mientras gobernaban los independentistas, podían señalar a Madrid como culpables, por ejemplo, de la situación de Rodalies, pero el PSC no tiene excusas. Así que el president dispone hasta final del 2026 para que se perciba que sus políticas van en la buena dirección en materia económica, con el permiso de los trenes y la vivienda.