

El Gobierno italiano había sido advertido del movimiento de Friedrich Merz de abrir un diálogo con Pedro Sánchez sobre la introducción del catalán, el euskera y el gallego entre las lenguas oficiales de la UE y, aunque no comprende del todo sus motivos, considera que nada cambiará. En cualquier caso, la primera ministra Giorgia Meloni no está dispuesta a ofrecer lo que en Roma se interpreta como un salvavidas a Sánchez.
Alemania ha sido la abanderada de los países miembros que impidieron a Sánchez cumplir el compromiso adquirido con Junts, y el Gobierno de Meloni se ha alineado en Bruselas con Berlín, alegando problemas jurídicos y financieros, pero reconociendo en privado la cuestión política: no se puede hacer un favor al Ejecutivo socialista en un asunto que, además, “divide a España”, dada la oposición del Partido Popular.
En Roma prevalece la convicción de que Berlín no modificará su postura en lo sustancial. “Nuestras dudas no han sido aclaradas”, explica una fuente italiana. En particular, según Meloni, existe un obstáculo insalvable: la oficina jurídica del Consejo ha señalado que, para introducir lenguas “no originarias”, es decir, que no estaban presentes en el momento de la creación de la actual UE, sería necesaria una modificación de los tratados. Una posible vía, en este sentido, sería esperar la entrada de los dos próximos Estados miembros, Albania y Montenegro.
Meloni, en cuya coalición conviven un aliado europeo del PP (Antonio Tajani, de Forza Italia) y otro de Vox (Matteo Salvini, de la Liga), ha reiterado siempre que quiere mantenerse al margen de las cuestiones políticas internas de otros países, pero su partido, Hermanos de Italia, ha acusado a Sánchez de hacer política partidista, como en el caso del aumento del gasto militar o de sus posiciones críticas hacia Israel: “Lo hace por razones internas”, se repite en el palacio Chigi, mientras que la oposición de centroizquierda señala al primer ministro socialista como un modelo a seguir.
