Michael O’Leary: el Trump de las aerolíneas

Si alguien pensaba que a Michael O’Leary (Mullingar, 1961) se le había ablandado el corazón con la edad, andaba muy equivocado. El consejero delegado del grupo Ryanair ha vuelto a sacar su lado más salvaje estas semanas en su cruzada contra las tasas de Aena y la multa millonaria que le ha impuesto Consumo por cobrar por el equipaje de mano. Su modus operandi ha dejado pasmado al equipo del ministro Pablo Bustinduy, de Sumar, a quien ha llamado “payaso”, “loco” y “comunista” y cuya imagen vestido de bufón ha utilizado en una nueva campaña publicitaria de la aerolínea.

Pero en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol. Insultos y disfraces han formado siempre parte indisociable de su estrategia comunicativa, aunque de un tiempo a esta parte se había mostrado algo más comedido. Las recientes invectivas contra el Gobierno recuerdan en cambio al O’Leary original, al de hace más de una década, cuando se vestía de torero o azafata y no dudaba en regañar a los clientes que se quejaban por un mal servicio. Todo lo que fuera necesario para darse a conocer y captar pasajeros con sus tarifas bajas. Que la mala publicidad es la mejor publicidad parece ser su máxima.

Insulta, se disfraza y es duro con los sindicatos, pero también ha contribuido a democratizar los vuelos

“Es el Donald Trump de las aerolíneas”, coinciden tanto admiradores como detractores contactados dentro del sector aéreo. “Polémico”, “políticamente incorrecto”, “descarado”, “inteligente”, “impredecible”… Todo el que ha tenido contacto con O’Leary y su compañía tira de hipérbole para definirle. Y nadie en la industria quiere que se le identifique para hablar de él sin tapujos. “Las formas públicas pueden ser malas, pero son la primera aerolínea de Europa, generan mucho empleo y negocio, y al final hay que entenderse con ellos”, señalan tanto desde el flanco empresarial como el sindical. En España, su segundo mercado por ingresos, es el primer operador, con 65,34 millones de pasajeros en el 2024.

Sin vinculación familiar con la gran empresa, el directivo se graduó en el histórico Trinity College de Dublín y obtuvo su primer empleo en KPMG. Poco después pasó a trabajar como asesor financiero para el fundador de la aerolínea irlandesa, Tony Ryan. El flechazo laboral fue inmediato y poco a poco ganó posiciones hasta ser nombrado consejero delegado de todo el grupo, que, además de Ryanair, incluye Buzz, Lauda Europe y Malta Air.

Michael O`Leary

Michael O`Leary

Gusi Bejer / Colaboradores

Bajo su mandato, una pequeña aerolínea deficitaria de propiedad familiar se ha transformado en la mayor del continente por pasajeros, cotizada y altamente rentable. En el último ejercicio ganó 1.917 millones de euros tras facturar 13.444 millones. Este éxito empresarial le ha granjeado el respeto de buena parte de la industria. “Ryanair es eficiente y ha democratizado los viajes en avión con el modelo low cost , antes de O’Leary solo volaban los ricos; es un maleducado pero también un crack ”, comenta un alto directivo del sector.

Peor sabor de boca ha dejado en el mundo sindical. La aerolínea ha sufrido huelgas cíclicas en España y otros países por diferentes conflictos, como aplicar en el pasado la legislación laboral irlandesa, más laxa, en lugar de la nacional, según denunciaban las organizaciones. “El estilo O’Leary impregna la interlocución de la compañía con los sindicatos, son el hueso más duro de roer entre todas las aerolíneas”, asegura un sindicalista bregado en las últimas pugnas con el grupo.

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Por cierto, el directivo también tildó de “comunistas” a los tripulantes de cabina que fueron a la huelga en España en el 2022. “No negociaremos con ellos”, sentenció O’Leary con vehemencia ese verano desde la sede de la compañía en Dublín, donde organizó un encuentro con periodistas entre los que se encontraba quien escribe. Ahí se le pudo ver en plena acción, posando con su característica sonrisa histriónica cuando le tomaban fotos para, inmediatamente después, ponerse serio y repasar números y estrategia a toda velocidad. Trabajando con esa concentración no parecía la misma persona que sale en los medios ofendiendo a políticos o vestido de lo que sea. Es la doble cara de un hombre acostumbrado a ganar.

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