Muchas prisas por echar a los sirios

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Anas Modamani, de 27 años, tenía 18 cuando huyó de Damasco y, tras un arduo viaje a través de Turquía, Grecia y Serbia, alcanzó por fin Alemania. Su imagen dio la vuelta al mundo en septiembre del 2015, cuando aprovechó la visita de la entonces canciller Angela Merkel a un centro de refugiados en Berlín para hacerse una selfie con ella. Hoy, casi una década después, Modamani tiene la nacionalidad alemana, está casado con una ucraniana y trabaja como cámara. Su deseo, que arrastra desde que llegó a Europa, es traerse a sus padres a Berlín, pero en ningún momento se le pasa por la cabeza regresar a Siria, como no sea de vacaciones. La caída del sangriento régimen dictatorial de Bashar el Asad, sin embargo, ha despertado en parte de la clase política alemana y de otros países europeos una sorprendente urgencia por repatriar a los refugiados.

Apenas veinticuatro horas después de que las milicias rebeldes, encabezadas por la islamista Organización para la Liberación del Levante -Hayat Tahrir al Sham (HTS)-, tomaran el poder en Damasco y El Asad huyera a Moscú, una decena de países europeos se apresuraron a suspender la tramitación de todas las demandas de asilo pendientes de ciudadanos sirios: Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Noruega, Países Bajos y Suecia, de la UE, a los que se sumaron el Reino Unido y Suiza. El Gobierno austriaco fue más allá y anunció la elaboración de un programa de repatriaciones.

Algunos de estos países, de hecho, ya habían empezado a valorar el pasado verano la posibilidad de normalizar las relaciones diplomáticas con el régimen caído -que creían o querían creer perfectamente asentado tras más de 13 años de guerra civil- con el objetivo de promover el retorno de sus nacionales a las zonas supuestamente seguras… Pero ¿podía considerarse Siria relativamente un país seguro? ¿Lo es ahora?

AfD invita a quienes jaleaban la caída de El Asad a irse de Alemania “inmediatamente”

Mientras los refugiados sirios salían a las calles de toda Europa para festejar la caída de El Asad, dirigentes de la extrema derecha y de la derecha no tan extrema empezaban a soñar con deshacerse de ellos. Particularmente en Alemania. “Todos aquellos que celebran la ‘Siria libre’ ya no tienen motivos para huir y deberían regresar a Siria inmediatamente”, declaró en la red social X –el ágora de los extremistas- la candidata a la Cancillería de la ultraderechista Alternativa para Alemania (Afd), Alice Wiedel. Pero no fue solo ella, Jens Spahn, diputado y exministro de la CDU, puso sobre la mesa la idea de otorgar primas de 1.000 euros para promover el regreso.

La guerra civil de Siria, desencadenada en marzo del 2011, generó un éxodo humano sin precedentes. Más de 14 millones de personas se convirtieron en desplazadas, la mitad de las cuales aproximadamente siguen viviendo en el país dependientes de la ayuda humanitaria y bajo la más extrema pobreza. El resto tomó el camino del exilio, asentándose sobre todo en los países de alrededor –la mitad, en Turquía- y también en Europa. El país europeo que alberga a más refugiados sirios es Alemania, con alrededor de un millón de personas, fruto de la –inicialmente aplaudida- decisión de Angela Merkel en el 2015 de abrir las fronteras al grito de “podemos hacerlo”.

Hoy aquella decisión es bastante más discutida y las tensiones sociales que esa avalancha generó están detrás –en parte- del ascenso electoral de la extrema derecha (los sondeos siguen colocando a AfD como segundo partido en intención de voto en las elecciones legislativas previstas para febrero). Pero Merkel, que acaba de publicar sus memorias (Libertad, RBA 2024), sigue defendiendo su posición. Consideró, y considera, que rechazar con violencia a los refugiados que se agolpaban en la frontera con Hungría hubiera sido “incompatible con nuestros valores europeos”, tal como explicó en la conversación que mantuvo el martes en Barcelona, en la presentación de su libro, con nuestra corresponsal en Berlín, María-Paz López.

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El antiguo aeropuerto berlinés de Tempelhof, convertido en un centro para refugiados 

FILIP SINGER / EFE

Después de más de una década, no parece que entre los refugiados sirios haya un clamor por regresar a su patria. Algunos han ido retornando, en 2023 lo hicieron unos 38.000, el año anterior unos 51.000, según datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR). Un sondeo regional realizado el año pasado indicaba que sólo un 1,1% se decía dispuesto al regreso en los 12 meses siguientes. Algo habrá cambiado con la caída de El Asad, pero la dramática situación económica y humanitaria en el país, y la incertidumbre sobre el futuro inmediato, no permiten pensar que vaya a haber un regreso masivo, a pesar del llamamiento realizado esta semana por el nuevo primer ministro del gobierno provisional, Mohamed el Bashir, uno de los dirigentes de la HTS.

“Quienes, tras la caída de Bashar el Asad, solo esperan deshacerse lo más rápidamente posible de los refugiados sirios no solo carecen cruelmente de humanidad, sino también de realismo político”, ha escrito el editorialista de Der Spiegel Stefan Kuzmany.

Lo cierto es que la situación en Siria, aún liberada del tirano, es todo menos sólida. El nuevo poder, aunque liderado por la Organización para la Liberación del Levante (HTS), se asienta sobre una inestable coalición de grupos con intereses diversos y no controla todo el país, por lo que el riesgo de choques o nuevos brotes de violencia no es descartable. Por otro lado, la propia organización islamista tiene un pasado oscuro, vinculado a Al Qaeda. La ONU, la UE y Estados Unidos la tienen en su lista de organizaciones terroristas, así como a su líder, Abu Mohamed el Yulani.

Los nuevos señores de Siria han querido ser tranquilizadores, de entrada. Han pactado una transición ordenada con el gobierno anterior y han prometido respetar a todas las minorías. Pero en su historial hay abusos contra los derechos humanos y una aplicación rigorista del Islam. También los talibanes mostraron una cara moderada al retomar el poder en Afganistán en 2021, algo que su trato posterior a las mujeres ha desmentido.

“Creo que aún no me he acostumbrado a decir lo que pienso. Todavía siento que algo malo me puede pasar si lo hago”, confiaba Mouneen, cooperante de la Media Luna Roja, junto a la prisión de Saidnaya en Damasco, expresando las dudas que subsisten en la sociedad siria sobre lo que deparará el nuevo poder. El dibujante francés Urbs resumió de forma clarividente esta incertidumbre en una caricatura de la serie Cartooningt for Peace en la portada de Le Monde de este miércoles. En ella se ve a un sirio que acaba de pintar en la pared “¡Libres!”, a lo que su acompañante apostilla: “Yo hubiera puesto signos de interrogación”.

  • Pesca agridulce. La oposición combinada de España e Italia, con el apoyo de Francia, ha logrado esta semana suavizar una propuesta de la Comisión Europea para reducir de forma drástica –a tan solo 27 días al año- la pesca de arrastre para proteger las especies amenazadas en el Mediterráneo occidental, un planteamiento que el Gobierno español, a través del ministro Luis Planas, había calificado de “disparate”. Tras una larga negociación en Bruselas, el Ejecutivo comunitario aceptó ampliar progresivamente el número de días en que se podrá faenar a cambio de adoptar toda una serie de medidas para hacer la pesca más sostenible. Los pescadores creen que las nuevas condiciones van a suponer nuevas dificultades y alargar la agonía del sector.

  • Mercosur, un acuerdo en suspenso. Si los pescadores estaban quejosos, los agricultores no lo están menos, tanto en España como en otros países europeos, por la firma del acuerdo de libre comercio entre la UE y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), que a su juicio prima los intereses de la industria por encima de los del sector agropecuario. El tratado, suscrito por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en Montevideo el día 6 después de 25 años de negociaciones abre a Europa el gran mercado latinoamericano en un momento en que el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca hace prever nuevas tensiones en el comercio mundial. Alemania y España han sido los grandes valedores del acuerdo, al que se opone Francia, que busca aliados para bloquear su ratificación.
  • Injerencia rusa en Rumanía. Después de haber certificado inicialmente los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía (tal como anotábamos en el último boletín), el Tribunal Constitucional rumano decidió por unanimidad anular el resultado, que había dado como vencedor al candidato prorruso Calin Georgescu, y ordenar la repetición de todo el proceso electoral (lo cual comportó la anulación de la segunda vuelta prevista el domingo pasado). Informes de inteligencia desclasificados a última hora demuestran que la candidatura de Georgescu fue impulsada por la injerencia exterior de un “agente estatal”, que no es otro que Rusia. Los partidos proeuropeos –socialdemócratas, liberales, conservadores y de la minoría magiar-, que tras las elecciones legislativas dominan el Parlamento, han acordado constituir un gobierno de coalición y negocian presentar un candidato único a las presidenciales.

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