Muere Jaime Miquel, el Luis Aragonés de la sociología

Dicen que las dos cosas más difíciles de decir en la vida es “hola” por primera vez y despedirte cuando un amigo se va. La instantánea que acompaña a este artículo es Jaime Miquel (Madrid, 1959) diciéndonos adiós. Con esa mirada tan suya, entrañable, recordándonos, aunque no nos hable, esa voz singular, como malhumorada pero, en el fondo, repleta de empatía, con ese tono único que venía del más allá. El “hola” fue el 24 de mayo del año 2016 junto al gran Salvador Giménez en Madrid. Hace casi diez años. El mismo día en que nos conocimos fue cuando le bauticé y sería así desde entonces, como el “Luis Aragonés de la sociología”. Alto, chupaíllo, de gran corazón, geógrafo e historiador, siempre estaba reflexionando sobre las fuerzas y posibilidades para una victoria de la izquierda, así como el reparto simbólico de posiciones imprescindible para lograrla. Ésa es también la imagen.

El 25 de junio de 2013 había escrito una obra maestra en La Voz de Galicia que debería estudiarse en todas las facultades de ciencias políticas y sociología. Bajo el título “Les queda un año para caer del guindo” fue el primero en anticipar la desaparición del bipartidismo en España y el surgimiento tras las europeas de 2014 de un nuevo liderazgo: “lo bonito serán las caras nuevas de la foto europea, ciudadanos organizados enfrente en modo electoral. Liderará alguien como el gran Wyoming diciendo que hasta aquí hemos llegado, y esa candidatura pasará por encima de IU/ICV, con su joven Garzón, para colocarse al lado del PSOE y del PP en las elecciones generales del 2015”. Sucedió con Pablo Iglesias. Explicaba los escenarios con ese estilo y verbo deslenguado tan característico suyo. Con ese alma que está detrás de esta foto, fíjense, de buena gente, bohemio, ya relajado, con esa inocencia del niño interior que le decía cada día: “Y ganar, y ganar y ganar, y ganar, y ganar y volver a ganar. Eso es la política”. Se sentía un “obrero del dato” y como el genial Luis, era tan zapatones y sabio como él.

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Jaime Miquel era licenciado en Geografía e Historia, investigador del comportamiento electoral y de la opinión pública

Dani Duch / Propias

Era además un rojazo. Y quizás por ello el más crítico que haya conocido nunca con el presidente Pedro Sánchez, tanto cuando estaba en oposición como durante el ejercicio del Gobierno, una mirada utilísima, y a la vez, aunque no lo reconociera, el primero en llorar por una victoria suya. Tenía algo que nos cautivaba y que explicaba su magisterio: era escéptico con “el cliente” y siempre estaba tranquilo también con sus números. Jaime no sólo era único en sus estimaciones sino, sobre todo, por lo que era capaz de apreciar detrás de los números. Sólo al borde del mar se olvidaba de las llamadas, los intervalos, los bloques, los escaños y los censos. Y de ese ordenador pequeñito, casi del Siglo XX, nunca supe si era Windows 96 lo que utilizaba, entre las hojas de cálculo y excells de entonces con aquella maquetación en los gráficos tan binaria.

El 15 de julio de 2018 tras ganar la primera moción de censura victoriosa de la democracia, me escribió a sus casi 60 años el siguiente mensaje, que define con precisión su vocación de servicio público y su amor incondicional por la España plurinacional: “Iván, algo me dice que me he estado preparando toda la vida para esto, y es que ya empieza la perestroika. Considera el escenario “Moncloa” para 2018-2020, yo renuncio a cualquier actividad para dar el salto”. Nos pusimos de acuerdo en 5 segundos en el bar Chikito. Y como en tantas de sus estimaciones, una vez más, estaba en lo cierto.

Fue un pilar imprescindible en lo que el profesor Toni Aira denominó el “Gabinete total” (2018-2021) que tuve el honor de dirigir al frente de La Moncloa. Imagínense un equipo con boomers, generación X, millenials y Generacion Zeta trabajando al unísono. Y Jaime aportaba respeto, templanza y una gran visión panorámica. Era comprometido, autosuficiente y cercano. Y cuando los asesores más jóvenes del Gabinete le escuchaban, se sentían a salvo.

Fueron años intensos y fantásticos. En los que fiel a sí mismo, dejó escrito todos sus pensamientos sin complejos. Hace unos días la enfermedad apareció y se acercaba el adiós. Y pudimos hablar ampliamente en el Hospital Puerta de Hierro, como hace casi 10 años, sobre su legado. Le di un beso y le pude decir todo lo que le queríamos. Amigos, equipo, también el presidente. Tanto Guadalupe como sus cuatro hijos, a quiénes arropamos todos en este momento tan difícil, deben saber el enorme impacto que generó en nuestras vidas. Sus huellas estarán para siempre en los pasillos y despachos del Edificio Semillas del Palacio de La Moncloa, nuestra casa, y también fuera del Ala Oeste. Su padre fundó Gallup en España, pero Jaime un movimiento: los perestroikos. Conquistando la eternidad.

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