Una triple alianza que ha cuajado durante diecisiete largos meses contra la opa del BBVA sobre el Sabadell ha vencido al poder financiero y explica su contundente fracaso final. La convergencia del rechazo entre la aguerrida cúpula directiva del banco catalán, dirigida por su presidente, Josep Oliu; la movilización inesperada del empresariado, encabezada por la implacable y dura posición de Josep Sánchez Llibre, presidente de la gran patronal Foment, y en la que radica la clave del fracaso: el rechazo absoluto de los clientes/accionistas al asalto del banco vallesano; y el apoyo a esa oposición de un bloque político formado sobre todo por el Gobierno de Pedro Sánchez y el Junts de Carles Puigdemont, radicalmente contrarios a la desaparición del Sabadell. Un aviso a navegantes del primero a quienes le quieren ver siempre en estado de máxima debilidad; también del segundo, el más serio aspirante a recuperar el añorado papel del pujolismo en la política española.
Es cierto que una parte del fracaso se explica también por los propios errores de cálculo del banco que preside Carlos Torres. Centrado en el análisis financiero de la operación, no calibró el entorno sociopolítico. Minusvaloró la firmeza de la convicción de Oliu y su consejero delegado, César González-Bueno, de que podía resistir una oferta que no valoraba el progreso del Sabadell durante los últimos tres años. El BBVA esperaba comerse un caramelo a muy bajo precio. Cálculo que no le permitió advertir la importancia para el pequeño accionista del banco del hecho de que en plena batalla, las acciones habían recuperado sus máximos históricos, una compensación moral tras años de malhumorada resignación con el valor por los suelos. Ahora, sus expectativas se habían disparado.
También, el desprecio a la política, cuya importancia no advirtió, probablemente deslumbrado por el espejismo de que un gran banco que cotiza en los mercados mundiales y opera como una gran multinacional ya no está sometido a las servidumbres que impone la política de un Estado. Pero ha resultado que sí. Y por partida doble. Primero por no atender el protocolo de relación con el gobierno central, al que el banquero decidió informar de los hechos consumados, lo que el presidente del Gobierno encajó mal e incubó una respuesta fría, aplazada. Segundo, por el papel de los independentistas de Junts, vitales para la supervivencia de Pedro Sánchez y aliados estratégicos de un sector de la burguesía catalana, del que Oliu es una de las figuras destacadas. El expresident de la Generalitat ha vinculado en buena medida su futura supervivencia política y eso explica sus presiones reiteradas sobre el Gobierno español para que impusiera límites exigentes a la ansiada fusión de los dos bancos que pretendía el BBVA. Oliu y lo suyos son personajes próximos a la política catalana, mientras Torres solo se ha dejado ver entre los locales para promover su campaña pro opa.

Oficinas del Banc Sabadell
Sin esas coordenadas era fácil chocar con el obstáculo político que se atravesaba en el camino hacia la toma por asalto del Sabadell. La prueba, ya mencionada hasta el aburrimiento, la fecha de presentación de la oferta no solicitada, a tres días de unas elecciones catalanas críticas para Catalunya, para Sánchez, para el PSOE y para la evolución futura de la que durante más de una década ha sido la crisis política más grave de la historia reciente española.
Y finalmente, la sorpresiva movilización del empresariado catalán. No de la gran burguesía, instalada en el cómodo cálculo de los efectos de la opa en la composición de su cartera de inversiones, escorada hacia el inmobiliario y siempre muy diversificada. Se trata del empresariado medio y pequeño, siempre sensible al fantasma de un omnipotente y abusivo poder financiero que les impone sus condiciones sin piedad. Mensaje que, más allá de los directamente afectados, ha tomado cuerpo en la sociedad catalana y española en forma de alegato a favor de la competencia, contra los monopolios.
Ese empresariado ha protagonizado durante la opa una activación que no vivía, salvando distancias y dramatismo, desde el histórico tancament de caixes, a principios del siglo XX, o la defensa del proteccionismo contra las políticas de libre comercio. Se han constituido en una fuerza social que a cuenta de la batalla por la supervivencia del Sabadell ha generado un cuerpo social que habrá que ver qué nuevas inquietudes acabará expresando.