En la escalinata del templo romano de Baalbek, la voz de Carmen –interpretada por la mezzosoprano francesa Marie Gautror– se confunde con la nocturna llamada al rezo de los minaretes de la ciudad, situada en el valle de la Beqaa libanés.
La femme fatale por excelencia de la tradición operística es asesinada por su amante sobre el escenario de estas ruinas colosales del siglo II después de Cristo, a escasos kilómetros de otras ruinas frescas; las de los bombardeos que hicieron retumbar el mismo lugar hace escasas dos semanas.
El Festival Internacional de Baalbek, el evento cultural más antiguo (1956) de todo Oriente Medio, regresa a su escenario mítico en el templo de Baco, tras un año de parón por el conflicto entre Israel y Hizbulah, que se cebó especialmente con esta región del país, donde la milicia cuenta con un gran apoyo. Durante los meses de octubre y noviembre, la aviación israelí golpeó si descanso la ciudad con otro tipo de percusión. Tras la firma del alto el fuego, los ataques han bajado de intensidad, aunque todavía se producen ataques a diario.
Contraste sonoro
En el festival de Baalbek, en el exterior, la voz de la Carmen de Bizet se solapa con la de los muecines
Esta guerra de bajo voltaje no ha impedido que Líbano recupere su efervescencia cultural tras un año de funciones y exposiciones canceladas. “Se trata de una producción hermosa”, explica Mark, beirutí y uno de los espectadores de la ópera de Georges Bizet. “Es increíble ver el coraje no solo de los organizadores del festival, sino también de todos los creativos detrás del trabajo”, vinculada “en gran medida en la valentía del pueblo libanés”. Cree que “a pesar de todo, siempre se puede contar con que vendrán, apoyarán, disfrutarán y reclamarán como suyos momentos como el de esta noche”.
Frente a las puertas del recinto arqueológico, los nuevos adoquines marcan el lugar donde impactó una de estas bombas, que dañó también el histórico hotel Palmyra, en funcionamiento desde 1874 y que recientemente ha reabierto sus puertas. A la salida del espectáculo, los asistentes se detienen con sus mejores galas en los puestos de souvenirs, que exponen kufiyas tradicionales libanesas y palestinas junto con alguna camiseta amarilla de la milicia chií.

“La cultura y la esperanza son nuestro camino para superar la guerra”, reza el eslogan de esta edición, que cuenta con Carmen como plato fuerte y dos noches de concierto de Hiba Tawaji, una cantante libanesa considerada una de las herederas contemporáneas del legado musical de Fairuz, la diva por excelencia de la canción árabe.
“Todos nos sabemos esta historia de memoria: nuestra región siempre oscila entre la inestabilidad, la esperanza, la tregua y el conflicto”, asegura Nayla de Freige, directora del festival, en un comunicado. Según ella, “a veces, estos ciclos pueden durar y, a veces, se desvanecen en un instante”, y acepta el riesgo de que el proyecto pueda ser retrasado o cancelado en el último momento.
Incertidumbre máxima
Promotores y artistas aceptan el riesgo de que todo pueda ser retrasado o cancelado en el último momento
Pero no solo Baalbek ha revivido este verano: desde las piscinas de Ras Beirut, abarrotadas de familias recalentadas por la falta de electricidad en sus casa, hay una vista perfecta de los aviones que, cada menos de cinco minutos, aterrizan en el aeropuerto Rafic Hariri. Se calcula al menos diez millones de personas originarias del país levantino viven en el exterior, los que duplica a los cinco millones que permanecen allí. La diáspora libanesa, que se perdió las últimas navidades por culpa del conflicto, ha regresado con ganas de disfrutar de la que era conocida como la “Suiza de Oriente Medio”.
Las carreteras de la costa, que conectan la capital libanesa con las playas limpias (y privadas) del norte, sufren atascos de hasta tres horas. Bares, discotecas, teatros y conciertos; todos cuelgan el cartel de sold out . Majid, un joven profesor de danza del vientre y salsa, celebra con un chupito el regreso de sus amigos afincados en París y Montreal. “La guerra fue muy triste, nadie tenía ganas de hacer nada; creo que por eso estamos viviendo un verano tan intenso”, confiesa.
Tensión política
“Me han dicho que no os han dejado entrar con banderas palestinas”, dice el artista Saint Levant sobre el escenario
Antes de marcharse –probablemente, a otra fiesta–, compra una de las últimas entradas disponibles para el Festival de Batroun, un pueblo cristiano de la costa libanesa que se solapa en calendario con el de Baalbek. El cabeza de cartel en este caso es Saint Levant, la estrella palestino-argelina que, con solo 24 años, cuenta con más de dos millones de oyentes mensuales en Spotify. La pista se llena de adolescentes libanesas y de expatriados fans del artista, que mezcla árabe, inglés y francés en sus canciones.
“Batroun, es muy especial estar aquí, tan cerca de mi casa”, aseguró al público Marwan, el nombre real del artista nacido en Jerusalén y que ha catalizado a través de su música las protestas contra la guerra en Gaza. “Me han dicho que no os han dejado entrar con banderas palestinas…”, dijo sobre el escenario: la relación entre los libaneses y los palestinos continúa siendo complicada, con sectores de la población vocalmente a favor y otros discretamente en contra.
En la introducción de su canción Deira , que también da nombre al disco que publicó tras los ataques del 7 de octubre de l2023 y la invasión de Gaza, confesó haberse quedado sin palabras. “Normalmente sé qué decir, pero esta vez… después de las imágenes que hemos visto esta semana, es demasiado difícil”, declaró, en referencia a los efectos de la hambruna sobre el enclave palestino.“Todos creemos que tenemos problemas, pero nada se compara a lo que están viviendo ellos”.
La costa libanesa no se diferencia mucho de la gazatí, aunque habrá que esperar décadas para que allí regresen los conciertos, las fiesta y la alegría.