
Difícil elección hoy entre Trump y las elecciones alemanas del domingo. Pero para los partidarios de una Europa deseada, aunque incapaz, los comicios germanos son siempre más relevantes.
Los últimos años, las tensiones políticas emergidas en Europa y EE.UU. reflejan el descenso del nivel de vida y las malas perspectivas de futuro. Pero una vez la política toma el mando, la discusión se desplaza: hoy ya no hablamos, o lo hacemos menos, de desigualdad, costes de la globalización neoliberal o redistribución. Hoy la derecha extrema ha conseguido situar el debate en la inmigración y los efectos de la cultura woke . A todo ello, hay que añadir un trasfondo de una UE hecha jirones y con un futuro cada vez más inquietante.
Que la extrema derecha alemana tenga una intención de voto del 22% da escalofríos
Y en esta situación tienen lugar unas elecciones en Alemania particularmente disruptivas, tanto para ellos como para todos nosotros. Porque que la extrema derecha tenga una intención de voto del 22% genera escalofríos. Al tiempo que el 16% de la socialdemocracia (SPD) anuncia, quizás, la transición entre su fortaleza histórica y una lenta dilución, provocada también por la emergencia de partidos a su izquierda.
La historia de la extrema derecha alemana no es muy distinta a la del partido antiislamista y eurófobo de Wilders en los Países Bajos, que ya es la primera fuerza política de aquel país. Alternativa por Alemania, por su parte, fue fundada anteayer, en 2013, por economistas y políticos opuestos a los rescates del sur y partidarios de abandonar el euro. Y se ha disparado en las encuestas a lomos del rechazo a ciertas políticas: la inmigratoria de Merkel, la lucha contra el cambio climático o el abandono de la energía nuclear, y de una desigualdad que sólo es superada por la de EE.UU. Tampoco son ajenas a su avance las incumplidas promesas de la reunificación para el Este alemán y los efectos de la guerra en Ucrania (inflación y coste de la energía); y todo ello en un contexto de estancamiento económico alemán, declive industrial y problemas de competencia con China. Un conjunto de graves problemas políticos y económicos, no exclusivos de Alemania, que tienen un doloroso reflejo en una UE que no encuentra su norte, y que Trump ha puesto en la picota.
Todo ello se traduce en un cóctel que explica la súbita alza de Alternativa para Alemania, un partido que, atiendan, apuesta por devolver inmigrantes, finalizar la ayuda a Ucrania, liquidar las sanciones a Rusia y abandonar el euro.
Alemania, como todos, se polariza, crecen los extremos y los partidos del centro ven mermado su apoyo. ¿De quién fue la culpa? En el principio, de la creciente desigualdad y un futuro nada prometedor. Pero hoy, ¿qué importancia tiene ese diagnóstico? La caja de Pandora se abrió. Y aunque la esperanza que quedó encerrada es lo último que se abandona, suspirar por ella no es quizás más que un anhelo infantil.