Paren el reloj

Continúa el cambio de rumbo de la economía global, con su corolario de reversión parcial de la globalización; se trata de un nuevo mundo para el que la UE está mal preparada, y que obliga a un notable giro desde la lucha contra el cambio climático a la de adaptación a las nuevas circunstancias.

La Comisión de Von der Leyen ha definido tres pilares básicos de su política: armarse frente a un hipotético conflicto con Rusia y cerrar las brechas en tecnología y competitividad con EE.UU. y China. De ellos, hay uno en el que la UE lo tiene crudo: compatibilizar crecimiento económico y respeto climático. Porque, ahí, EE.UU. ha decidido tirar por el camino de en medio, reforzando su posición en los mercados ampliando consumo y producción de petróleo y gas, lo que inevitablemente obliga a sus competidores a seguir el mismo camino. Y ello sin incorporar el acuerdo arancelario UE-EE.UU. de este verano. Además, su ejemplo empieza a cundir: Nueva Zelanda ha reducido a la mitad el objetivo de menores emisiones de metano para el 2050.

La UE acepta lo inevitable: el Pacto Verde fue una bonita idea, pero no lo puede mantener

Frente al coloso asiático, la situación de la UE es distinta, aunque igualmente preocupante. Porque China se ha convertido en superpotencia en la producción de materiales e infraestructuras vinculadas a la economía verde: obleas de carbono, placas solares, molinos de viento, tierras raras, con pesos en el contexto mundial que superan el 70%-80%. Añadan su enorme capacidad de producción y unos ridículos costes, para los estándares europeos, de producciones como vehículos eléctricos y similares.

La UE enfrenta, desde el Atlántico, un choque de producciones con costes más reducidos, a las que habrá que sumar los aranceles; y desde Asia, otro impacto con el mercado inundado a muy bajos precios de producciones e inputs respetuosos con el clima. Frente a ambos retos, la Comisión acepta lo inevitable: el Pacto Verde fue una bonita idea, pero en este mundo de tiburones económicos y faltos de la tecnología precisa a costes aceptables, la UE no lo puede mantener. ¿Solución? Donde dije digo, digo Diego, y así, a la chita callando, va reduciendo las exigencias medioambientales.

13 October 2025, Albania, Tirana: EU Commission President Ursula Von Der Leyen answer media questions during joint press conference with Albanian Prime Minister Edi Rama (not in picture) on her one day visit in Trana, Albania. Photo: Armando Babani/ZUMA Press Wire/dpa

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen

Armando Babani/ZUMA Press Wire/d / DPA / Europa Press

Pero como siempre en esta Europa tan proclive a las declaraciones pomposas, inventa una nueva jerga, el stop-the-clock (paren el reloj): mecanismo que permite posponer ciertas políticas, a la espera de tiempos mejores, si es que acaban llegando. Así sucedió con los conflictos con los campesinos europeos de hace más de un año y, en este 2025, con la decisión de posponer hasta el 2028 la normativa que obliga a las empresas a informar sobre sus medidas para contener emisiones, o la prohibición de ciertos productos de la industria química.

Lenta e inexorablemente, la Comisión se va adaptando. Lejos queda aquella suficiencia moral europea en la lucha contra el cambio climático: son los nuevos tiempos. De China y de EE.UU.

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