Postración

El documento firmado por la Comisión Europea que confirma el 15% de aranceles a las exportaciones a EE.UU. sigue a la humillante imagen de los representantes europeos postrados ante Trump en el despacho oval. Nuestra debilidad contrasta con la firmeza ante el chantaje americano de potencias globales (China, India y Rusia) y regionales (Turquía e Israel). Existen multitud de razones que explican la debilidad europea, aunque destacan cuatro.

La primera es la guerra en Ucrania. La UE sigue convencida de que Rusia es una amenaza (por influencia de las repúblicas bálticas, Finlandia y Polonia) y de que todavía necesita la protección del paraguas militar americano. Pese a la guerra en curso, no parece realista ni inteligente tratar a Rusia como a un enemigo de la UE, con quien no mantiene disputas territoriales ni culturales significativas como sí ocurría con Ucrania. Sin embargo, con Bruselas volcada hacia el este desde las últimas ampliaciones, es difícil evitarlo.

Corregir nuestra debilidad ante EE.UU. exige dotar a la UE de un rumbo claro

La segunda razón es el superávit comercial europeo respecto a EE.UU. en mercancías y la dependencia de su mercado de sectores exportadores del norte de Europa, incapaces de competir en otros continentes con sus rivales asiáticos.

La tercera razón de nuestra debilidad es la propia democracia, en la que los cambios de gobierno y prioridades son inevitables. Ello hace más difícil fijar una hoja de ruta como sí tienen China, India y Rusia, gobernadas por un mismo dirigente desde hace una o dos décadas (Xi Jinping, Modi y Putin, y, en Israel y Turquía, Netanyahu y Erdogan). Un mal necesario al que no queremos ni debemos renunciar, pero que dificulta reaccionar a los cambios en un mundo globalizado, veloz y disruptivo.

La cuarta razón es, precisamente, la falta de una hoja de ruta a largo plazo de la UE. Esta situación se arrastra desde los noventa, cuando se acuñó la teoría de la bicicleta para describir la construcción europea, según la cual la UE debía avanzar como fuera y en cualquier dirección ya que, si se paraba, el proyecto de la UE (la bicicleta) se caía. Se optó por el más y no el mejor. Más miembros, competencias, legislación y presupuesto. Se debería haber optado, en cambio, por el mejor (consolidar lo hecho hasta entonces).

Entre tanto, el deterioro de las instituciones europeas es innegable. El Parlamento sigue siendo, como en los noventa, una de las mayores fábricas de irresponsables de Europa. El Consejo ha perdido su sentido institucional para transformarse en reuniones periódicas de ministros sectoriales. La Comisión es una amalgama deforme de unidades, direcciones y comisarios que cambian constantemente de título y prioridades, como ha ocurrido con los dos últimos equipos de comisarios de Von der Leyen.

Corregir nuestra debilidad y sumisión frente a EE.UU. exige dotar a la UE de un rumbo claro: pacto de seguridad mutua con Rusia, tratar a China como socio comercial y no como amenaza, frenar nuevas ampliaciones, profundizar en la integración presupuestaria y fiscal (y también militar si se quiere rearmar a Europa de forma eficiente y no repetir los errores de la UEM) y reformar a fondo las instituciones. Si todos los miembros no quieren, hacerlo a dos velocidades.

También te puede interesar