“Putin nunca cumple”: recelo y miedo en Ucrania ante las negociaciones

La unidad de los ucranianos durante los primeros días de la invasión fue clave para detener el avance ruso. Los tres días planeados por Vladímir Putin para llegar a Kyiv suman ya tres años. Esa unidad, que se fue resquebrajando con el paso de los meses y el cansancio de la guerra, ha resurgido en las últimas semanas para cerrar filas contra los ataques del nuevo Gobierno de Washington y ahora contra las condiciones que impone Rusia en las negociaciones para poner fin a la guerra.

Algunas imposiciones, sutilmente sugeridas por Moscú para aprobar el alto el fuego de treinta días propuesto por Estados Unidos, son poner fin al entrenamiento militar de los ucranianos, acabar con las movilizaciones e interrumpir la ayuda militar extranjera. “Sus exigencias son solo para destruirnos. Impone condiciones imposibles de cumplir”, dice Eugenia, de 55 años, que vende ropa en un mercado de Kyiv.

Las noticias que llegan a Kyiv de los territorios ocupados no ofrecen ninguna esperanza a los miles de desplazados

El mercado está en una zona que ha sido muy golpeada por los misiles que lanza Moscú. Una edificación próxima tiene un boquete en el último piso y todas las ventanas destruidas, como también las marquesinas de otra gran torre de aluminio próxima, donde no ha quedado un vidrio sin romper. La entrada del metro, por donde circulan miles de personas cada día, todavía tiene el techo averiado.

“¿Cómo confiar en Putin?”, se pregunta Eugenia al señalar los destrozos. “Aquí ha muerto gente”, dice. “No solo es mentiroso, también es astuto, falso y sus palabras y acciones no son sinceras”, dice. Le gustaría el alto el fuego, sobre todo por los soldados que defienden el frente, pero advierte que no lo va cumplir: “Nunca cumple”.

La desconfianza hacia Putin está tan extendida como el apoyo al presidente Zelenski. También el rechazo a unas elecciones anticipadas –la idea salio de Moscú, pero ha sido recogida por el presidente Trump– y la entrega de minerales y tierras raras. “Serían capitulaciones”, sentencian.

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The Statue of Liberty standing tall in front of a weathered American flag backdrop, with mist rising in the foreground. The iconic symbol of freedom is highlighted by the glowing flame of its torch. The mist symbolizes uncertainty, introspection, and transition, reflecting the nation's journey and the enduring pursuit of liberty and democracy.

“¿Qué sacrificaría yo por la paz? Nada más de lo que ya hemos sacrificado hasta ahora”, dice Yana, enfermera de 46 años, que camina por una zona comercial del lado oeste del río Dniéper. Procede del Donbass, de la provincia de Luhansk, controlada por Rusia en más de un 95%. Sus padres todavía viven allí. “Mi familia piensa lo mismo: un alto el fuego es imposible, en principio, porque el mismo presidente Putin es un tirano que envía a su gente a una muerte segura”, dice.

Yana no es la única que viene de territorios ocupados. La guerra ha creado una gran cantidad de desplazados, un fenómeno que se remonta al 2014, cuando Rusia se anexionó ilegalmente Crimea y las fuerzas independentistas apoyadas por Moscú tomaron el control de un sector de la región del Donbass.

“Yo hablo con personas que están en la zona ocupada de Donetsk, y cuando les pregunto si les va mejor, me responden: ‘¿De qué hablas?’” cuenta Vladímir, procedente de los alrededores de Vuhledar, en el Donbass ocupado.

De su casa, que construyó durante 30 años, solo queda la chimenea, le explican vecinos que se quedaron. “La realidad es que allí la gente vive peor”, dice este hombre de 76 años, que vivía de trabajar en el campo, y que rechaza que Ucrania deba desarmarse. “Eso significa que mañana atacará de nuevo sin restricciones. Es una tontería absoluta, como lo es pedir elecciones durante la guerra o entregar territorios que ni siquiera ha ocupado”, añade.

Anastasia, de 27 años, pasea por la famosa puerta de oro en el centro de Kyiv. Ella también viene de los territorios ocupados, pero a diferencia de Vladímir es de ciudad y abogada. “Lo que él quiere –por Putin– no le interesa a nadie. Y tampoco tendrá éxito en lo que busca”.

Olexánder vende materiales de jardinería y proviene de Borodianka, un área que quedó fuertemente afectada durante los primeros días de la guerra y sobre la cual caen todavía los misiles y drones rusos. Su casa resultó afectada en uno de los impactos. “Ya sabemos lo que pasó con Crimea cuando la ocuparon, nunca permitiremos que nos impongan una solución parecida”.

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