¡Que la economía no se estanque!

La Contra entrevistaba a Abhijit Banerjee, premio Nobel de Economía, y éste aprovechaba para sentenciar que “simplemente, hoy sin inmigrantes la economía española se estancaría”. Hace unas décadas lo que proclamábamos los economistas era que la economía española debía crecer para crear empleo; hoy proclamamos que se necesitan inmigrantes para que crezca. Es una forma de pensar indudablemente patológica.

¿Y qué diantre significa que la economía se estanque? El presidente de Andalucía, Moreno Bonilla –entrevistado por La Vanguardia pocos días después–, nos lo explicaba de manera didáctica: “¿España necesita inmigrantes? Sí, los necesitamos […] ¿Quién quiere trabajar bajo un plástico en Almería con un 50% de humedad y a temperaturas altísimas?”

Lo que importa para el bienestar material de los españoles es el PIB per cápita

O sea, que la economía no se estanque significa seguir cultivando tomates en Almería en condiciones que no consideremos adecuadas para un español. Y quien dice tomates en Almería dice melones en Torre Pacheco y otras muchas actividades que eufemísticamente denominamos “de bajo valor añadido”.

Para salir de este marco mental debemos preguntarnos qué nos aporta que en Almería un ejército de marroquíes se dedique al cultivo del tomate. Es una pregunta que nos podemos formular porque tenemos una alternativa: importar los tomates, por ejemplo de Marruecos.

Es cierto que la producción de tomates en Almería aumenta el PIB, lo que no haría su importación. Sin embargo, lo que importa para el bienestar material de los españoles es el PIB per cápita, y, más específicamente, la renta familiar disponible –que mide con lo que cuentan los ciudadanos para consumir y ahorrar– y la disponibilidad de servicios públicos prestados por las administraciones públicas con los impuestos recaudados. El caso es que la producción de tomates en Almería –al igual que multitud de otras actividades económicas que podemos realizar en el resto de España gracias a la inmigración poco cualificada– reduce la renta familiar bruta disponible y reduce la disponibilidad de servicios públicos para los ciudadanos. Sencillamente porque el correspondiente aumento del PIB queda más que compensado por el número de personas entre las que debemos distribuirlo.

Algunos aducirán las virtudes de la producción de proximidad y de la soberanía alimentaria. Son argumentos de cierto peso, pero que debemos comparar con la violencia que representa arrancar a personas de su lugar de origen sencillamente porque preferimos que tengan que venir a nuestro país a producir los tomates en vez de comprárselos en el suyo.

Llevamos tanto tiempo identificando el crecimiento con la prosperidad que nos inspira terror la idea de que la economía se pueda “estancar”. Sin embargo, crecer con salarios por debajo de los 30.000 € resta, y por eso, a pesar del vigoroso crecimiento de la economía española, cada vez estamos peor. Nos urge cambiar de forma de pensar.

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