Pues resulta que sí hay dos sin tres. El CF La Solana había desperdiciado dos veces consecutivas un 0-2, una en Villacañas y otra en Torrijos, pero en Quintanar del Rey no ha repetido aquellas debacles, aún frescas en la memoria. Los amarillos asaltaron el difícil feudo de San Marcos para restañar heridas, recuperar autoestima, y sobre todo tomar impulso. Ese +3 es un balón de oxígeno notable que llega en un momento clave, porque las sensaciones no eran malas, sino lo siguiente, al menos entre la afición, que veía fantasmas por todos sitios. No ha dejado de verlos, no del todo tras una temporada que es como una película de terror, pero lo de Quintanar deja un poso evidente: este muerto está muy vivo.
La Solana ganó con solvencia y se merendó al tercero de la liga con dos goles antológicos, especialmente el segundo. Si Tete había quitado las telarañas a la escuadra derecha de Company al poco de la reanudación, lo de Madalín hay que ponerlo en un marco. El 0-2 fue una obra de arte al alcance de jugadores especiales. Madalín lo es, tanto por su calidad como por su aparente indolencia.Manolo Alfaro lo había dejado en el banquillo, pero cuando salió a uno de sus ex estadios fue para derribar la banca. Con su proverbial frialdad, cocinó la jugada como si no hiciera nada y la terminó con un zapatazo que entró por el mismo agujero que el de Tete. Llama la atención que Alfaro había insistido en un mantra desde que llegó: “Quiero veintidós jugadores, no once”. Ya tiene respuesta.
El 0-2 fue el resultado de un partido muy serio. Es imposible ganar en Quintanar sin serlo. Aunque el calor de los resultados suele ser ventajista, parece que la mano del técnico alcalaíno se nota. Nuevo sistema, con tres centrales poderosos y dos laterales largos. Venturini, Juli Cacho y Dani Jódar son tres rocas atrás, mientras que el canteranoSamu se ha asentado en el carril zurdo y Tati Maldonado empieza a parecerse a su versión de antaño. En medio, Álex Jiménez ha dado mucha consistencia como pretoriano de Josemi. Y el míster prefirió a Maxi Laso como enganche con una dupla arriba que parece intocable, Ali Radjel y Tete Vacas.
La Solana hizo lo que debía, es decir, posicionarse bien, estar atenta al juego, controlar las previsibles acometidas locales y no perder la cara en la proyección a la contra. Es lo que se llama cumplir con el manual, que no siempre se cumple. Por eso el Quintanar, más allá de acciones aisladas, nunca dio una sensación de dominio claro, y mucho menos de agobio. El mismo Xisco Pires, tantas veces cuestionado, echó el cerrojo cuando llamaron a su puerta.
El tempranero gol de Tete en el arranque del segundo tiempo fue crucial. Su asociación con Ali comienza a ser un filón en el que rascar –suman 5 goles en los últimos cuatro partidos-. El sahararui hizo el trabajo sucio y el cordobés premió la asistencia con un golpeo de killer. A partir de ahí, tocó picar piedra y esperar otra gatera por la que escaparse. El míster removió el banquillo. Los espectros del pasado sobrevolaban San Marcos. Todos se mordían las uñas sin querer ni pensar, pero pensando, en Villacañas o Torrijos. En esto que llegó Madalín para bailar sobre el sintético quintanareño… El resto ya lo conocemos.
El esperado punto de inflexión
Que esta victoria es un subidón para un vestuario alicaído, para una directiva afligida y para una afición descorazonada, es evidente. Es lo que quería el entrenador, una semana ‘tranquila’ para trabajar algo más que la gestión mental. La situación sigue siendo delicada. Basta con ver la clasificación propia y mirar de reojo el grupo cuarto de Segunda RFEF. Por fortuna, estamos a febrero y el botín de Quintanar debe ser ese punto de inflexión tan esperado, el que se quebró tan dolorosamente los días de Torrijos o de Tarancón. Pronto sabremos si tendrá continuidad.