Las amenazas de Donald Trump no parecen ablandar a Vladímir Putin.
Anoche, un día después de que el presidente estadounidense anunciara que impondría aranceles del 100% a Rusia si no hay un acuerdo de paz con Ucrania en un plazo de 50 días, el Kremlin volvió a golpear la retaguardia ucraniana, con bombardeos masivos en las ciudades de Járkiv, Krivói Rog y Vínnitsa.
Según las autoridades locales, el ataque en Járkiv –con 17 explosiones en 20 minutos– se saldó con al menos dos fallecidos y tres heridos. En Vínnitsa, hubo ocho heridos, mientras que en Krivói Rog –ciudad natal del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski– se tiene constancia de un herido de gravedad. Además, el suministro de agua y electricidad se vio interrumpido en algunas zonas.
En total, Rusia lanzó un misil balístico Iskander-M y cerca de 400 drones, incluyendo tanto modelos Shahed con carga explosiva como señuelos utilizados para confundir a las defensas antiaéreas.

Zelenski, condenó en un mensaje en redes sociales este ataque, e informó de que la región sureña de Odesa también fue objeto de bombardeos. “Rusia no está cambiando su estrategia y, para contrarrestar este terrorismo de manera efectiva, necesitamos fortalecer sistemáticamente nuestras defensas”, afirmó el dirigente.
En las últimas semanas, el ejército ruso ha intensificado sus ataques aéreos contra las ciudades de Ucrania. De hecho, el miércoles pasado, se registró la mayor ofensiva de este tipo desde el inicio de la guerra, cuando 728 drones y 13 misiles balísticos cayeron sobre distintas regiones del país.
Normalmente, los sistemas de defensa ucranianos logran derribar la mayoría de proyectiles, pero la magnitud y frecuencia de estas operaciones complica cada vez más las tareas de protección. En ese sentido, el reciente anuncio de Trump de que EE.UU. reanudaría el envío de ayuda militar a Ucrania, incluyendo baterías antiaéreas Patriot, ha supuesto un balón de oxígeno para Kyiv.

Un edificio dañado por drones rusos en la ciudad ucraniana de Oríjiv, ayer
Guerra sin pausa
Las tropas rusas siguen avanzando sobre el terreno, para llegar con ventaja a unas hipotéticas negociaciones de paz
Para el Kremlin, sin embargo, el cambio de postura de la Casa Blanca se ha convertido en una excusa para incrementar su presión. Según los analistas, Rusia va a intentar avanzar sobre el terreno todo lo que pueda antes de que se agote el ultimátum de 50 días concedido por Trump, para llegar a unas hipotéticas negociaciones de paz en una posición ventajosa.
En ese sentido, la situación es especialmente complicada en la región oriental de Donetsk, donde Rusia concentra la mayoría de sus asaltos. Las tropas rusas están arañando metros en torno a Pokrovsk, una ciudad de gran importancia estratégica para Ucrania debido a su condición de nudo logístico y de comunicaciones, y que lleva más de un año bajo asedio. Si el Kremlin consiguiera hacerse con este enclave, podría minar la defensa ucraniana de otros bastiones de la región, como Kramatorsk y Sloviansk.
Asimismo, el ejército ruso está ganando terreno en Sumi, al norte de Ucrania, donde Moscú pretende crear una “zona de seguridad”. Kyiv estima que Rusia ha concentrado a más de 50.000 soldados en esa zona, con la idea de lanzar un gran ataque este verano.
Fuentes cercanas al Kremlin consultadas por la agencia Reuters aseguran que Putin está convencido de que la economía rusa es suficientemente fuerte como para resistir nuevas sanciones, incluidos los aranceles a las exportaciones con los que amenaza Trump. El mandatario quiere forzar a Occidente a que acepte sus condiciones para la paz, que sobre todo pasan por la prohibición a la entrada de Ucrania en la OTAN y el reconocimiento de los territorios conquistados por Rusia. Unas exigencias que, hoy por hoy, Kyiv no está dispuesto a discutir.