Al día siguiente de ser absuelto en el caso Open Arms, el vice primer ministro italiano, Matteo Salvini, se ha presentado en el centro de Roma, cerca del lugar donde Julio César fue asesinado en los Idus de marzo, en pleno caos de los días previos a Navidad. Sus simpatizantes le regalan una pancarta que él muestra ante los transeúntes y turistas distraídos: “Il fatto non sussiste” (”el hecho no existe”), la expresión usada por los jueces para declararlo inocente de los cargos presentados por la fiscalía: secuestro de personas y abuso de poder por bloquear en 2019 el desembarco del barco de la ONG catalana Open Arms con 147 migrantes a bordo.
El líder de la Liga tenía ganas de hablar para explicar lo que, según él, es el significado político de la sentencia del viernes: “A partir de hoy nadie puede decir que nuestras ideas sobre inmigración son ilegales”. El mensaje de Salvini no solo va dirigido a su partido, sino también a la extrema derecha global. Para los ultras de medio planeta, el fallo de Palermo es una oportunidad para reivindicar la legitimidad de las medidas más radicales contra la inmigración.
Meloni y sus socios ahora quieren la reforma de la justicia, siguiendo el ejemplo de Berlusconi
Frente a las excavaciones de Torre Argentina, Salvini ha agradecido a sus aliados e identifica a los enemigos: “Es una prueba frente a asociaciones extranjeras financiadas por personas que quieren el mal para Italia”. La identidad del enemigo de Salvini pronto queda revelada: “El señor Soros financia la destrucción de nuestra cultura, nuestra civilización y nuestra identidad”.
La lista de líderes mundiales que han felicitado a Salvini tras la decisión de los jueces de Palermo es larga: el húngaro Viktor Orbán, el español Santiago Abascal, la francesa Marine Le Pen y el portugués André Ventura. En esta lista falta Donald Trump (”no creo que tenga tiempo para ocuparse de mis juicios”, sonríe Salvini), pero sí aparece Elon Musk, el fundador de Tesla y SpaceX: “Me ha alegrado mucho su apoyo, creo que es una persona iluminada”.
Una de las primeras personas en llamar a Salvini el viernes por la noche fue Giorgia Meloni. Para la primera ministra, la absolución de su socio es una excelente noticia, ya que reduce las tensiones dentro del Gobierno, permitiendo avanzar de manera más cohesionada hacia los objetivos. El primero es Albania. El proyecto para detener a extranjeros en centros en el país del Adriático está paralizado debido a la falta de validación de las detenciones por parte de los tribunales italianos. Meloni, en los últimos días, ha demostrado que no ha cambiado de opinión: “Los centros funcionarán, aunque tenga que pasar noches sin dormir hasta el final de mi gobierno para resolver el problema”.
Otra consecuencia de la sentencia de Palermo es la determinación de la derecha italiana de reformar la justicia, separando las carreras de fiscales y jueces, un antiguo proyecto del ex primer ministro Silvio Berlusconi, muy resistido por la magistratura. “Es el momento de aprobar esta ley con urgencia”, dijo ayer Salvini. Para ello, hay que cambiar la Constitución: después de la victoria en los tribunales, ahora necesitan la victoria en un referéndum. El riesgo para Meloni es que la reforma parezca una venganza.