“Le dije a la Unión Europea que deben compensar su tremendo déficit con Estados Unidos mediante la compra a gran escala de nuestro petróleo y gas”, dijo Trump el pasado viernes en una publicación en Truth Social.“De lo contrario, ¡¡¡ARANCELES hasta el final!!!”, añadió.
Condesado en estas pocas líneas está el resumen la retórica trumpiana, en la que las tarifas se usan como estrategia negociadora. Sin embargo, el mensaje se basa en algunos prespuestos totalmente erróneos y, en algunos casos, cercanos a las fake news.
Una lectura superficial podría inducir a pensar que Europa no compra suficiente energía a Estados Unidos. De allí la exigencia del futuro presidente norteamericano para que los europeos incrementen sus gastos. Pero la realidad dice justo lo contrario.
Los Estados Unidos desde hace tiempo ya son el primer suministrador externo de gas (natural licuado) de Europa. Casi la mitad (el 47,7% en el primer trimestre de este año) del GNL que la UE compra fuera de sus fronteras procede del mercado estadounidense.
En cuanto al petróleo, el estadounidense representa más del 17% del total importado en Europa: Washington es el país con la cuota mayor, de un mercado más atomizado.
La idea trumpista de que Bruselas tenga que abrirse el bolsillo se basa en dos presupuestos. Uno, que los europeos no quieran hacerlo. Dos, que los Estados Unidos tengan capacidad para incrementar sus ventas de energía. Ambas suposiciones están equivocadas.
En ningún momento Europa ha dicho que quiera comprar menos a Estados Unidos
En efecto, desde el estallido de la guerra de Ucrania, la UE se ha visto obligada diversificar, por razones geopolíticas, sus fuentes de suministro. Con lo que desde hace tiempo ya ha dirigido sus miradas más allá del Atlántico. Las importaciones de petróleo de EE.UU. se han más que duplicado desde la invasión rusa y superan los 2 millones de barriles diarios. La mitad de todo el crudo que los norteamericanos venden al exterior ya va destino a Europa. ¿Tiene sentido quejarse de que los europeos no compran lo suficiente? (curiosamente Estados Unidos se convirtió en 2023 por primera vez en la historia en el primer proveedor de petróleo de España).
En cuanto al gas, el discurso es similar. El que viene de Rusia está excluido formalmente de las sanciones europeas y del embargo a Vladimir Putin. De hecho, Europa sigue comprando (y España es quién más). Pero Bruselas ya ha dicho que quiere comprar gas más los norteramericanos y cerrar la puerta definitivamente a Rusia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo recientemente: “Todavía conseguimos mucho GNL vía Rusia y desde Rusia. ¿Por qué no reemplazarlo con el GNL de EE.UU., que es más barato y que hará bajar nuestra factura energética?”
Las capacidades de EE.UU. de vender más a Europa son limitadas
En este sentido, el proclama de Trump parece llegar incluso tarde, porque, en Europa, la narrativa de que habrá que intensificar los negocios con Estados Unidos ya está presente desde hace tiempo. Incluso presidenta del BCE, Christine Lagarde, sugirió en una reciente entrevista que la mejor manera de superar los incrementos de aranceles estadounidenses es aumentar la compra de productos made in USA.
“Podríamos ofrecer comprar ciertas cosas a los Estados Unidos y dar a entender que estamos dispuestos a sentarnos a la mesa y ver cómo podemos trabajar juntos”, dijo al Financial Times.
Más bién hay plantearse otra pregunta: ¿tiene Estados Unidos la capacidad de potenciar sus ventas al exterior y atender a más demanda procedente de Europa? Tampoco está claro.
Los estadounidenses se han convertido gracias al fracking en el primer productor mundial de petróleo. Como dijo el ensayista y columnista de Bloomberg, Javier Blas, “los Estados Unidos son la gasolinera del mundo”. Su producción ha superado los 13 millones de barriles diarios (el esquisto, el de de las perforaciones en la roca, es más del 75%). Desde comienzo de este siglo, han practicamente duplicado su oferta. Un auténtico boom. El crudo de EE.UU. ya es el 15% de todo el oro negro que se saca en el mundo. ¿Puede abrir más el grifo Washington para suministrar crudo a Europa?
Hasta un cierto punto. La mayor parte de la producción estadounidense es para el consumo interno. Aunque asumiendo que se quieran incrementar las exportaciones de petróleo, hay que considerar que el nivel de las reservas comerciales (los inventarios) en estos momentos se encuentra en niveles bastante reducidos, unos 420.000 barriles, muy por debajo del promedio histórico de los últimos cinco años y en lo más bajo desde el 2016, según la US Energy Administration.
El número de perforaciones en Estados Unidos podría teóricamente incrementarse (hay 33 instalaciones menos respecto a hace un año, según el contador Baker and Hugues). Pero para eso se necesitaría un aumento del precio del barril sostenido por encima de los 70 dólares para cubrir los costes y en estos momentos las cotizaciones parecen bastante estancadas y las previsiones de los analistas (y de las organizaciones, desde el Banco Mundial hasta la Agencia Internacional de la Energía) señalan que para el 2025 los precios no van a moverse mucho o incluso pueden bajar.
Tampoco es tan evidente que Washington pueda vender mucho más GNL que el que hace ahora. De hecho, el 66% de sus exportaciones de gas ya van dirigidas al Viejo Continente. Para atender a un teórico incremento de la demanda europea de gas habría que reorientar los flujos que van a Asia y esto en la práctica es muy difícil. Los contratos firmados suelen ser a largo plazo.
El pecado original de Trump se basa en que el republicano quiere reducir el déficit comercial que Estados Unidos tiene con Europa. Unos 155.000 millones de euros, según los datos oficiales de Eurostat. Cuentan la anécdota de que una vez Trump se quejó con la entonces cancillera de Alemania Angela Merkel de que la Quinta Avenida estaba llena de Mercedes pero que en Europa no se veían Chevrolets.
Pero se trata de un déficit de bienes, no de servicios. Estados Unidos en los servicios presenta un superávit con Europa de más de 100.000 millones de euros. Es decir que la relación comercial no es tan desequilibrada como se piensa (o como él quiere hacer creer).
Estamos pues ante el enésima salida de tono de Donald Trump que se parece más un farol o un pretexto para lanzar una guerra arancelaria. Porque ni Europa ha dicho que quiera comprar menos energía (los datos -y las palabras- demuestran el contrario), ni Estados Unidos está en condiciones de venderle mucho más y además ya comercializa mucho con el Viejo Continente.
Donald Trump insiste en que los aranceles harán Estados Unidos un país más rico. También esto está por ver. Una vez más.