“Soy cómplice de la guerra de Gaza: se paga con mis impuestos”

Nacido en Egipto y criado en Qatar, Omar El Akkad (El Cairo, 1982) idealizaba Estados Unidos cuando era niño. Para él, la cultura occidental era sinónimo de libertad. De adolescente, cuando se mudó a Canadá con su familia, pudo comprobar que la realidad no era tan idílica. Pero siguió manteniendo la fe en el sistema liberal, incluso cuando, ya como periodista, cubrió los encarcelamientos de Guantánamo o la ocupación militar de Afganistán. Todo cambió con la guerra de Gaza: la complicidad de las democracias occidentales con Israel supuso un punto de fractura. El Akkad lo explica en Algún día todo el mundo habrá querido estar siempre en contra (publicado en español por Libros del Kultrum y en catalán por L’Altra Editorial), libro que toma su título de un tuit viral que el autor –novelista de éxito ahora residente en EE.UU.– publicó en las primeras semanas de guerra.

¿Qué sintió el 7 de octubre el 2023, con el ataque de Hamas?

Una tristeza profunda, acompañada de la certeza de que lo que venía iba a ser algo muy brutal. Dicho esto, no hubiera podido prever hasta qué punto hemos llegado. La magnitud de la masacre y de la indiferencia de tantas instituciones ante lo que está ocurriendo me ha impactado.

Define su libro como “el relato de un final”. El final de su fe en las instituciones occidentales. ¿Esa fractura la provocó algún episodio en concreto o fue fruto de un proceso más largo?

Ambas cosas. Hubo muchos momentos en mi vida, antes de todo esto, en los que vi grietas en los cimientos. Aun así, hay momentos concretos del último año y medio que me cambiaron de forma radical. El primero que me viene a la mente es el audio de una niña de seis años que estaba en un coche, suplicando por su vida, antes de que su vehículo fuera tiroteado al menos 350 veces por soldados israelíes. No entiendo cómo un ser humano puede escuchar algo así y no quedar transformado.

Como periodista, cubrió Guantánamo y Afganistán. ¿Por qué Gaza es distinto?

Se resume en dos cosas: intimidad e inmediatez. Cuando ocurría algo atroz en Guantánamo, había una cierta distancia. Para saber lo que estaba pasando, tenías que recurrir a los tribunales, a una fuente secreta. Hoy veo niños arder vivos prácticamente en tiempo real. Otro factor es la desfachatez: las instituciones occidentales saben cómo reaccionar cuando se bombardea un hospital. En Ucrania veo esa reacción. Pero cuando pasa en Gaza, no veo nada. La respuesta es el silencio. La hipocresía es tan grande que me resulta imposible mirar hacia otro lado. Luego, en lo personal, está mi propia complicidad: la guerra se financia con mis impuestos.

Doble rasero

“En Ucrania, las instituciones occidentales reaccionan. En Gaza, la respuesta es el silencio”

Escribió y publicó el libro antes de que Donald Trump regresara a la Casa Blanca. ¿Se imaginaba lo que ha pasado desde entonces, con esas ideas como la de convertir Gaza en la Riviera de Oriente Medio?

Lo único que tenía claro sobre una Administración Trump, además de la crueldad y vileza que ya habíamos visto antes, es que sería abiertamente transaccional. Lo vimos en su reciente viaje a Oriente Medio: ni una mención a los derechos humanos. Nadie finge nada. Es, sencillamente, una negociación: “¿Qué puedo sacarte?”. Y, en cierto sentido, eso resulta más fácil de digerir que un presidente que habla de derechos humanos y justicia para todos, y que luego, en la práctica, no es muy distinto del tipo que te dice directamente: “No me importas, estoy aquí para sacar lo que pueda”. Es casi un alivio, en un sentido grotesco. 

En el libro es muy duro con el Partido Demócrata…

Lo que hace que la actuación del Partido Demócrata sea tan exasperante es que, en EE.UU., es mi única opción real. No hay otro partido que tenga posibilidades de ganar la Casa Blanca. Entonces, como tú eres mi única alternativa, tienes que plantarte ante esto. Cada correo de recaudación de fondos que me envían los demócratas habla de la amenaza existencial que representa Trump para el futuro de la democracia. Y luego, su respuesta es pedirme cinco dólares y ofrecerme la plataforma política más insípida y patética que puedas imaginar. No se puede seguir así. 

Por otra parte, el Partido Demócrata hace encuestas, sabe lo que sus votantes quieren. Pero parece que elige deliberadamente no dárselo. Creo que eso tiene que ver con que ambos partidos están financiados por las mismas personas y grupos de interés, lo que limita severamente el rango de acción.

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Una escuela de Gaza que servía de refugio, tras un ataque israelí el pasado 25 de mayo

OMAR AL-QATTAA / AFP

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¿Y cómo valora la tibieza de los países árabes respecto a Gaza?

He perdido mucho el respeto por los gobiernos árabes, lo cual ya es decir bastante, porque de entrada no les tenía demasiado respeto. Pero era predecible: la mayoría son dictaduras, y lo último que quieren es apoyar a una población experta en resistencia, porque esa resistencia podría resultar contagiosa. He estado en el mundo árabe durante esta pesadilla, y puedo decirte que el nivel de rabia que he visto entre la gente común es el que uno esperaría: incendiario. Y los gobiernos lo saben. Pero hay represión.

¿Considero que los gobiernos árabes son igual de responsables que el país que está llevando a cabo la masacre? No, ni de lejos. Debo decir, además, que en el pasado –y todavía hoy– varios gobiernos árabes han presentado propuestas que garantizarían la seguridad de Israel a cambio del reconocimiento de un Estado palestino. E Israel las ha rechazado sistemáticamente. Eso debe quedar claro. Pero en cuanto a una respuesta real, ha sido completamente patética. Y es exactamente lo que esperaba.

“Daño colateral”, “guerra contra Hamas”… ¿Qué importancia tiene el lenguaje en el conflicto?

Lo que les da poder a estas expresiones absurdas es la autoridad con la que se dicen. No creo que estén pensadas para convencerte de que apoyes el asesinato de miles de niños, sino que buscan confundir, para que la gente diga: “¿Sabes qué? Mejor no opino sobre esto”. Eso es lo que las vuelve tan insidiosas. 

¿Y qué opina del debate en torno a si en Gaza hay un genocidio?

El propósito de la palabra genocidio es que venga acompañada de obligaciones. Por eso siempre ha habido una gran renuencia para usarla por parte de las naciones más poderosas. En cuanto al debate sobre si esto es genocidio o no, me parece absurdo: nunca he visto una situación que encaje de manera más clara con el término. Si esto le estuviera pasando a gente blanca, se habría llegado inmediatamente a esta conclusión. Y el daño que esto causará es difícil de calcular: ahora cada país sabe que este término y las obligaciones que implica son opcionales. Vamos a sentir esas repercusiones durante décadas.

Violencia evidente

“Nunca he visto una situación que encaje de manera más clara con el término genocidio”

En el libro cuenta lo difícil que era sortear la censura en Egipto y Qatar, donde se crio. Y ahora vemos que en EE.UU. hay miedo a hablar sobre Gaza, sobre todo desde el ámbito cultural. ¿La autocensura es peor que la censura?

Ningún gobierno del mundo es capaz de censurarlo todo. Pero si puedes asustar a la gente hasta el punto de que no diga las cosas en primer lugar. Eso resulta mucho más eficiente: hacen tu trabajo por ti. Así que, en ese sentido, supongo que la autocensura es peor.

En un contexto en el que se da por hecho que EE.UU. siempre apoyará a Israel y que protestar sirve de poco, ¿a qué se puede aferrar uno?

Yo he perdido la fe en las instituciones, pero en el último año y medio he recuperado la fe en las personas: la cantidad de gente dispuesta a arriesgarlo todo para hablar sobre esto ha sido una fuente de coraje increíble. La otra cosa a la que me aferro es que, cuando pienso en momentos históricos como este, en los que parecía que nada iba a cambiar, cuando llegó el cambio, fue como un muro que se rompe de golpe. Así sucedió con la reunificación alemana, el apartheid o la segregación racial. No es mucho a lo que aferrarse, y la mayoría de los días no es suficiente, pero es algo.

Se ha significado abiertamente en un momento en el que el Gobierno de EE.UU. no tiene piedad con la causa propalestina. ¿Le preocupa su futuro?

Hay cosas que hace unos años habrían hecho que me frenara en seco, como la posibilidad de poder seguir publicando o si me van a seguir invitando a las fiestas a las que solía ir. Pero estas cosas ahora me resultan triviales. En términos de seguridad personal, hay corrientes dentro de EE.UU. que son profundamente violentas, que son parte inherente de lo que es el país y que siempre han estado ahí, y cualquiera de ellas podría venir a por mí. Y esa es una perspectiva aterradora, porque, si vienen a por ti, no tienes ninguna defensa. Pero yo pongo todo esto en la balanza con la pregunta de si voy a poder mirarme al espejo al final de mi vida y decir que dije o hice algo durante la peor atrocidad de mi vida.

¿Y cree que un libro como el suyo puede cambiar algo?

Hay una cosa que decía [el novelista estadounidense James] Baldwin sobre cómo cada vez que escribes un libro, tienes que creer que va a cambiar el mundo, aunque en el fondo sepas que no lo hará. Y yo no puedo decirte que este sea un buen libro, que valga la pena leerlo, pero lo que sí puedo decirte es que en los cientos de eventos en los que he participado para hablar de él, alguien se me acerca y me dice: “Este es el primer espacio en el que puedo hablar de estas cosas; porque si hablo de esto en el trabajo, me despiden; si lo hablo con mis amigos, dejan de ser mis amigos”. Así que haber creado ese espacio ya hace que el esfuerzo valga la pena.

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