Starmer endurece la política migratoria en Reino Unido para apaciguar a la extrema derecha

Como actor, el primer ministro británico Keir Starmer tendría un amplísimo repertorio. Empezó en el ala izquierda del Labour como escudero de Jeremy Corbyn, se regeneró en social demócrata pro europeo clásico cuando se deshizo de él, adoptó el Brexit, asumió el papel de tecnócrata pragmático de centro para ganar las elecciones, y ahora ha hecho suyo un lenguaje populista próximo al de la extrema derecha en inmigración. “Debemos recuperar el control de nuestras fronteras” –proclama con la misma convicción que Hamlet el “ser o no ser”-, imitando el eslogan de Boris Johnson y Nigel Farage.

Starmer ha presentado “la mayor reforma del sistema migratorio británico en varias décadas”, con la promesa de reducir la llegada neta de extranjeros, que en los últimos doce meses ha sido de 728.000, una cifra a su juicio inaceptable porque reduce las oportunidades de obtener trabajo a los jóvenes británicos, fomenta el abuso de las empresas interesadas en pagar sueldos lo más bajos posibles, y no incrementa (sobre esto hay todo tipo de opiniones) el crecimiento del producto interno bruto.

Entre las medidas hay restricciones a  la concesión de visados para trabajar o estudiar

Entre las medidas anunciadas figuran restricciones mayores para la concesión de visados para trabajar, estudiar o reunificación familiar; la supresión de los permisos de residencia para cuidar a personas mayores; exámenes de inglés, con exigencias más severas para quienes vayan a quedarse definitivamente en el país; más facilidades para deportar a quienes cometan delitos o figuren en el registro de pedófilos; exigencia de que las empresas ofrezcan los empleos a nacionales antes que a forasteros; y aumento de cinco a diez años del periodo de estancia mínimo necesario para solicitar la nacionalidad.

“Establecerse en el Reino Unido no es un derecho sino un privilegio que hay que ganarse”, “integrarse y aceptar los valores de nuestra sociedad es imprescindible, y para ello hay que hablar inglés a un cierto nivel”, “el sistema migratorio es actualmente objeto de todo tipo de abusos”, “tenemos que recuperar el control de nuestras fronteras” (eslogan del Brexit), dijo Starmer al presentar su programa. Ser o no ser es la cuestión existencial por excelencia, el debate sobre si vale la pena la vida, y el primer ministro cree que está en juego la supervivencia misma del Labour ante la amenaza de la extrema derecha. Reforma UK, el partido de Nigel Farage, ganó por goleada las recientes elecciones municipales inglesas, y lidera las encuestas de cara a unas generales por hasta doce puntos.

El reto de Starmer es adoptar una política migratoria suficientemente radical como para seducir a los votantes dispuestos a dar una oportunidad a Farage, pero sin reconocer formalmente que se trata de una concesión a la ultraderecha, y sin que parezca que ha cundido el pánico. Su plan es que las medidas desincentiven la llegada de extranjeros por la vía legal y la inmigración neta descienda en por lo menos varias decenas de miles lo más pronto posible, antes de los comicios autonómicos del año que vienes en Escocia y Gales, su próxima prueba. Sobre los solicitantes de asilo que llegan en lanchas a través del Canal de la Mnacha se siente con las manos atadas.

El primer ministro ha roto los tabús del laborismo tradicional: menos subsidios y menos ayuda exterior

La mayoría de visados para trabajar o estudiar en Gran Bretaña van a tener limitaciones temporales más severas, y va a ser más difícil ampliarlos o traer acompañantes, sobre todo para los nacionales de países como Sri Lanka, Nigeria o Pakistán, con tendencia a quedarse en el país una vez expirados. Para los jóvenes europeos, Starmer está negociando con la UE un acuerdo recíproco de movilidad para que puedan pasar entre uno y tres años.

El primer ministro ya ha roto tabúes del laborismo tradicional, reduciendo subsidios sociales y la ayuda exterior para aumentar el gasto de defensa. Ahora, ha adoptado una agenda y un lenguaje populista en la cuestión clave de la inmigración, y los defensores del medio ambiente temen que la próxima concesión sea abandonar los ambiciosos objetivos para eliminar la huella de carbono en el 2050. Para Starmer se trata de la supervivencia misma del Labour, y se ha de ponerse un uniforme que guste a los ultras, qué se le va a hacer.

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